Un faro, ahí solo, en medio del océano. Es difícil imaginar un lugar más inquietante y perturbador. El viento, las tormentas, el mar que se ensaña y llega hasta los límites de esa torre que parece un mástil en medio del agua, inestable. La soledad, una vida rutinaria prácticamente en silencio, la necesidad de racionar el alimento para que alcance hasta que llegue un barco que vuelva abastecer. El silencio de la calma en un buen día. Lo contrario en un día de furia.
La gente puede coleccionar fotos de faros, romantizarlos incluso, pero un faro, por dentro, no parece un sitio acogedor. Las historias que transcurren en los faros tampoco. ¿Qué cosa buena puede ocurrir en esos lugares, siempre habitados por hombres y sus demonios?
Ahí está, como muestra la película “El faro”. Dirigida por Robert Eggers en 2019, con Willem Dafoe y Robert Pattinson, el filme, en blanco y negro es un bocado amargo sobre el lento descenso a los infiernos de dos hombres abandonadosahí, a las buenas y malas fuerzas de la naturaleza.
Y más acá está también la gran novela del argentino Diego Muzzio, “El ojo de Goliat”. Editada por Entropía, esta historia sobre la dualidad humana, hunde su uña en el inestable equilibrio entre el bien y el mal, entre la enajenación y la cordura. Hay un faro, una isla abandonada en el sur del sur, y peor que eso, hombres olvidados y desquiciados allá en ese faro.
La historia, dividida en tres partes, transcurre a principios del siglo pasado, con las atrocidades y las bombas de la primera guerra mundial como sonido de fondo y, sobre todo, con los ecos que esas luchas dejaron en el equilibrio mental de quienes estuvieron en el frente.
El protagonista es el psiquiatra inglés Edward Pierce, ex combatiente, herido con una esquirla de metal que le quedó alojada en el cerebro y le causa cefaleas insoportables. El hombre estudia a quienes perdieron la razón en las batallas, y los trata con un método que quiere popularizar en toda Europa: la hipnosis.
Una noche, irrumpe un visitante a su clínica: David Alan Stevenson, responsable de la Northern Lighthouse Board, y primo de Robert Louis Stevenson, el escritor que admira Pierce, sobre todo por su obra “Dr Jekyll y Mr Hyde”.
El visitante nocturno trae un pedido especial. Quiere que Pierce trate al ingeniero David Bradley, un hombre que perdió la razón mientras inspeccionaba un faro – llamado El ojo de Goliat- en un islote cercano al territorio austral de Tierra del Fuego. Un lugar escarpado, habitado sólo por cangrejos, cormoranes, nieblas espesas, y mucha oscuridad.
Bradley sufre un delirio que lo hace “nadar en seco” desde que intentó huir desesperadamente de aquel faro maldito que mandó a reparar la compañía de los Stevenson (la familia del escritor construía faros, realmente).
La segunda parte de la novela es el diario que escribe el propio Bradley en ese faro perdido de la Patagonia, acosado por el fantasma de un ex habitante del lugar, por las tormentas impiadosas, por la soledad y el temor a haber sido olvidado en aquel lugar, ya sin víveres suficientes y siempre bajo la bestial mirada de un albatros, negro como la muerte que parece anunciar.
La novela, ganadora del Premio Fundación Medifé Filba 2023, es realmente muy buena.
Este 2025, Muzzio y los faros tienen otro capítulo más: él es el traductor de una novela que acaba de llegar a las librerías, “La torre del amor”, de la francesa Rachilde, que trae La parte maldita en una preciosa edición.
No hay nada amoroso en este faro. El propio Muzzio lo explica así: “la novela relata la relación opresiva de dos guardianes en el faro Ar-Men, torre personificada como un monstruo que ha devorado a los obreros que la construyeron”. Ese es el telón de fondo.
El faro existe. Está en el mar francés. Y se suma a ese paisaje brutal, monstruoso, nada encantador.