Isabel Ordaz (Madrid, 1957) se enfunda en Mérida en un doble papel: el de actriz, que desarrolla desde 1982, y ahora también el de corresponsable … de la adaptación de un texto clásico de Eurípides para poner en pie ‘Las troyanas’ en el Teatro Romano. ElFestival de Teatro Clásico extremeño le da una nueva vitalidad a esta intérprete en posesión de un premio Goya, reconocimientos televisivos que le han proporcionado popularidad y con unas enormes ganas de escribir además de actuar.
–En 2011 se estrenó en Mérida con ‘La asamblea de mujeres’, la comedia de Aristófanes. Ahora regresa con un dramón, ‘Las troyanas’. ¿En qué género se mueve con más ganas en esta etapa de su vida profesional?
–Siento curiosidad y desafío por todos los géneros. Además, ahora hay una multiplicación de géneros. Casi nada es puro. Me gustan los de frontera que no son puros, la tragicomedia, la comedia dramática, que van desarrollando historias y te pidan diversos registros.
–Además de actriz, es coadaptadora de estas Troyanas del Festival de Mérida, que es un drama sin matices.
–Sí, esto es una tragedia pura, aquí no hay nada de tragicomedia aunque Eurípides sí que tenía una cierta inclinación a reflejar el absurdo, que es ese otro lado donde empieza lo cómico. Hemos hecho (ella y Carlota Ferrer, la directora de la obra) una versión y hemos intentado contar la historia tratando de conexionarla con un espectador contemporáneo.
–En eso lo tienen bastante fácil, desgraciadamente, porque conflictos mundiales y los dramas humanos que generan nos siguen sobrando.
–No sabría explicar por qué. Es un fracaso de la historia una vez más. Creo que el progreso moral, no el técnico, es muy lento. Es geológico, tiene tantos sedimentos como las montañas. No lo sé. Lo que sé es que es dolorosísimo, sangriento, insoportable, no te lo puedes explicar. Teniendo tan cercano otra tragedia similar como la Segunda Guerra Mundial y todo lo que conocemos. Ejecutado y perpetrado ahora por las víctimas de entonces, con la connivencia de las naciones y el supuesto imperio contemporáneo que es Estados Unidos. Lo estamos viendo todos los días: eso es Gaza.
–La historia en negro se reescribe cada cierto tiempo y de eso los clásicos sabían mucho.
–No lo sé. Eurípides, en cualquier caso, batalla mucho con eso. Habla de uno de los temas más apasionantes para mí, el despertar de la responsabilidad individual frente a la mitología, la superstición de la época. Eurípides ya entonces, en el siglo IV a. C., ponía el acento en que nos preguntemos sobre nuestra responsabilidad de los hechos.
–¿En esta situación de sucesión de tragedias reales, el teatro puede servir para algo? ¿Se deben posicionar los actores ante lo que ocurre?
–Ahora se posiciona todo el mundo durante demasiado tiempo. Yo soy Isabel, una ciudadana, una persona, aparte de dedicarme a la cultura. Tengo mi criterio, mi mirada, mi reflexión. Esto es lo que creo que falta, reflexión. Falta pensamiento. Si pensáramos un poco más, opinaríamos un poco menos.
–¿Las redes sociales han hecho en ese sentido peor al ser humano o tampoco hay que demonizarlas?
–Exacto. Son tecnologías, son medios. Como no hay mucha voluntad política de educación, y tampoco hay voluntad de legislar… Es que habría que legislar. Además, la evolución tecnológica nos impele cada vez más a tener un criterio moral en el sentido amplio.
–Le preguntaba en qué papel se sentía más cómoda. ¿Está cansada de ‘La Hierbas’ (el personaje cómico que interpretó de ‘Aquí no hay quien viva’?
–Es que esa pregunta ya… Yo hice ese trabajo, un trabajo que ha quedado, que ha resultado ser un personaje de la cultura popular. Y de eso me siento muy orgullosa. No es fácil hacer un acervo cultural y este personaje lo fue. Me divertí mucho, hice un trabajo ‘clown’ (payaso) que caló. Me quedo con esto, el de crear un personaje adherido a la cultura popular y con el cariño de mucha gente.
Héroes y víctimas
–¿Qué ‘Troyanas’ se ven en Mérida, que ya ha acogido esta tragedia en numerosas ocasiones?
–He venido como espectadora, pero no he visto otras ‘Troyanas’. Hemos seguido nuestro instinto, nuestras formas. Hemos subrayado esa inutilidad, ese absurdo de la guerra. Subrayando también la modernidad del autor en cuanto a dar la voz a la víctima. Date cuenta que nuestra cultura está cimentada sobre el héroe. Y, como dice Hécuba en un momento, ‘el timbre de mi voz se alza sobre la falsa épica’. Eso que se ha tildado como épica como género literario y como género moral Eurípides lo evita denodadamente. Quiere a la víctima y eso es lo que hemos pretendido.
–¿Qué quiere en esta etapa de su vida en la que no sé si puede darse el gustazo de elegir papeles? ¿Los ofrecimientos teatrales coinciden con sus gustos?
–Últimamente sí. Incluso esta obra es una iniciativa mía. Este proyecto se lo ofrecí a Jesús Cimarro (director del Festival de Mérida) y conté con su aprobación. Luego tengo otra obra, especial para mí, para el año que viene que, permíteme, no puedo desvelar aún. Quiero escribir. Hace mucho tiempo que escribo, publico poesía y siento. Cuando haces teatro es tan psicosomático (risas). La literatura es un ejercicio del pensamiento, incluso la poesía, con ser mucho más musical, sensual en cuanto al lenguaje, no en cuanto a la temática. Hecho mucho de menos encontrar esas cosas que se me han quedado por el camino.