Jesús Montoya Juárez

Martes, 12 de agosto 2025, 23:21

Se reedita en España ‘Cometierra’, el impecable debut narrativo de Dolores Reyes (Buenos Aires, 1978) publicado inicialmente por la editorial Sigilo, en Argentina, en 2019, y en nuestro país, en 2020. Ahora, Alfaguara permite a los lectores en español acceder a uno de los fenómenos literarios más destacables del campo argentino en los últimos años. ‘Cometierra’ y su autora han sido objeto recientemente de críticas por parte de sectores conservadores de su país. La vicepresidenta del gobierno de Javier Milei, Victoria Villarruel, llegó a reclamar incluso que el libro fuera retirado de entre las lecturas recomendadas en las escuelas de Buenos Aires. El argumento: varias escenas de sexo que incidirían negativamente en la moral de los menores. Cito las palabras de Villarruel a propósito del caso, dirigidas contra la oposición de izquierda: «¡Dejen de sexualizar a nuestros chicos!». Algo que recuerda al «quiten sus sucias manos de nuestros hijos», frase de algún líder patrio en relación con temas similares. Más allá de polémicas sobredimensionadas, en las que los escritores no tienen responsabilidad alguna, llama la atención cómo los nuevos populismos de derecha claman a menudo contra la educación o contra la libertad sexual, pero se alían con un capitalismo de plataformas cada vez más dueño del sexo, del ocio, del debate público y de la educación.

En efecto, la lectura de ‘Cometierra’ explica la posible incomodidad que puede causar en la Administración, no por su contenido sexual, que es muy lateral y vinculado a un relato de iniciación en la materia contado en primera persona por una adolescente, sino porque describe con eficaz economía, ternura, lejos de lo escabroso y sin artificios el desamparo y vulnerabilidad de los chicos y chicas que crecen sin referentes en las barriadas y villas del Gran Buenos Aires. Chicos y chicas –como los protagonistas– supervivientes de familias rotas y que navegan a menudo escenarios de miseria, orfandad y violencia. Porque describe certeramente, como lo hace Selva Almada, autora citada en los agradecimientos finales, la crisis de una masculinidad que no encuentra espejos que le devuelvan otra cosa diferente a líderes pandilleros y padres ausentes o maltratadores.

'Cometierra'

Porque muestra a unos jóvenes abandonados por unas instituciones de las que desconfían, hostigados por una policía que los desprecia y llama «los negros». Que solo se tienen a sí mismos, como a sí mismos se tienen la narradora, Cometierra, el Walter, su hermano mayor, y Miseria, otra adolescente que forma parte de esa comunidad barrial que gira en torno a la casa donde viven y que acabará huyendo con ellos de un mundo querido y odiado a partes iguales; de una tierra que los expulsa, pero que, pese a todo, se reivindica como aquella materia que constituye sus afectos o su educación sentimental. Son ese desprecio y ese desamparo institucionales, examinados en la ficción en sordina, como el fruto calculado en el ejercicio del poder político, los que sin duda hacen el libro inconveniente o incómodo. En la novela, la narradora, una joven apodada Cometierra, es poseedora de un don: la capacidad de vislumbrar los últimos momentos de la vida de las víctimas de atroces homicidios tras tragarse la tierra que una vez estuvo en contacto con sus cuerpos. Le ocurre por primera vez con su madre, asesinada por su padre. Desde entonces, Cometierra irá siendo reclamada para resolver crímenes que de otro modo habrían quedado impunes: el hijo de María, una farmacéutica, asesinado por su padre; Ana, una antigua profesora, también asesinada, que se le aparece en sueños; un chico, muerto accidentalmente, golpeado por su caballo; Hernán, amigo de su hermano y expareja de la narradora, o las diferentes víctimas de los casos que investiga Ezequiel, policía con el que la protagonista tendrá una aventura amorosa.

La ciega consistencia de la tierra en el interior del cuerpo es, en realidad, una toma de conciencia de nuestra condición de seres anclados al territorio. Polvo somos y polvo seremos

Así, su fama irá creciendo, de modo que le irán dejando botes y recipientes a las puertas de su casa con la tierra que pisaron las víctimas desaparecidas, la mayoría, mujeres. Pronto descubrirá, en el paso de la adolescencia a la edad adulta, entre cumbia y videojuegos, que ese don es también una maldición, pues el poder patriarcal que es desenmascarado se revolverá contra ella y sus seres queridos.

Voz visceral

‘Cometierra’ es un alegato contra la plaga de feminicidios que nos ahoga, contra la inequidad en el acceso a la justicia. Un policial suburbano con algo de novela de fantasmas. El hallazgo de una voz visceral y sutilmente lírica para narrar un relato que hace de la idea de lo material, de la materialidad de los cuerpos, clave de sentido. Frente a la tradicional asociación de visión y fantasma, la novela asocia sistemáticamente las imágenes a la materia, nos remite a los cuerpos como algo inextricablemente unido a lo que somos y a cómo sentimos.

La ciega consistencia de la tierra en el interior del cuerpo es, en realidad, una toma de conciencia de nuestra condición de seres anclados al territorio. Polvo somos y polvo seremos. Esa conexión es, de algún modo, lo que nos permite imaginar (o ver) lo inesperado: frente a la ceguera luminosa de las redes, la literatura de Reyes nos propone una iluminación oscura, oxímoron que resume una invItación, que es la novela, a mirar los modos en que la tierra que nos hace resiste y guarda la memoria de la violencia que el poder ejerce sobre los cuerpos en el complejo y disputado proceso de dar forma a lo real.

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