Andre Quispe

Jueves, 14 de agosto 2025, 02:00

Aimar e Iker tienen catorce años y esperan en la esquina del restaurante El Quijote en la calle Miramar. El primero siente curiosidad: nunca ha estado en un encierro de toros de fuego. Le pregunta a su amigo si los «animales» corren o trotan y si el fuego quema. «Corren», contesta Iker, y se corrige cuando ve la cara de susto de Aimar, «aunque no mucho». Añade que los pirotécnicos son inofensivos. Es fuego frío que no quema, aunque puede dejar marcas en la ropa. Las rejas se abren y los niños salen disparados hacia la calle Hernani, donde esperarán a los ‘astados’.

El pistoletazo provoca gritos de nervios y emoción. Hay padres que señalan a sus hijos las luces, perdidas en el mar de gente, que se encienden en la plaza de Cervantes. Otros los animan a ir a la calzada. María Castillo es una de esas madres. «Que se divierta corriendo», dice mientras mira a su hijo seguir al primero ‘toro’ y luego huir despavorido cuando este da la vuelta. El recorrido se inicia frente al hotel Londres, donde los ‘toros’ están expuestos en una vitrina y se termina a la altura del Ayuntamiento. Si quedan fuegos al finalizar el camino, dan vueltas y juegan con los niños a lo largo y ancho de la calle Hernani.

Los ‘toros’ avanzan a paso ligero, tan rápido como lo permiten la estructura de 12 kilos y las personas en el camino. Esta tradición, cuya forma actual se remonta a agosto de 1984, se mantiene viva gracias a los portadores, quienes forman parte de un legado que se remonta hasta el siglo XIX. La cuadrilla de portadores recibe formación del Gobierno Vasco, que los certifica para «llevar y dirigir» a la manada. Compuesta por seis ejemplares de nombres ‘Meltxor’, ‘Sua’, ‘Artillero’, ‘Sebas’, ‘Blas’ y ‘Txistu’, el encierro encapsula un espíritu que recuerda a los sanfermines, celebrados hace un mes. El joven francés Thibault Arlet no pudo asistir a las fiestas en Pamplona, pero en Donostia ha cumplido su sueño de correr un ‘encierro’, aunque fuera entre chispazos, comenta entre risas. «Había más niños de los que pensaba, pero ha sido igual de increíble».

Los más pequeños se toman de la mano antes de echar a correr. La familia López repite el plan todos los años: fuegos artificiales, helado y toros de fuego. Amaia y Naroa, de 12 y 9 años, se emocionan cada vez más con los pirotécnicos, tanto los que iluminan el cielo con sonoras explosiones, –«que asustaban sobre todo a la más pequeña», reconoce Antonio, su padre–, como los que se encienden a la altura de los árboles del Boulevard. «Naroa suele ser la que más se emociona antes y después de correr», añade .

La nueva portadora de ‘Sebas’

Irati Zubeldia se estrenó anoche como la primera portadora de un toro de fuego en el Aste Nagusia. Lleva tres años cargando con gigantes, cabezudos y toros de fuego, pero no en la Semana Grande. «Los he llevado en las fiestas de Buenavista, de Martutene, en Gros y en Amara», cuenta. Este año cargó sobre sus hombros a ‘Sebas’, el toro número 4, que pesa 11 kilos y medio. «Me siento nerviosa», confesó momentos antes del encierro. «No es lo mismo correr en una fiesta de barrio, donde hay menos gente, que en el Aste Nagusia». La joven de 23 años también hizo hincapié en que ahora es parte de una ‘manada’: «Me han dicho que vaya a mi ritmo, así que espero que no me pille el de atrás». Recordó entre risas cuando un adolescente iba corriendo delante de ella con el móvil en la mano para grabar al toro de fuego en movimiento en unas fiestas de barrio. Ayer su emoción corría como la pólvora.

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