La virtud, algo distinto a la fama: “Si una vida en clave menor resulta dura, sus complicaciones palidecen frente al tumulto ocasionado por el éxito” Léase si no, unas líneas atrás, la terrible diatriba que Schopenhauer mostró siempre hacia Hegel, a sabiendas de que, la historia de la filosofía-literatura nos presenta a ambos, de algún modo, como faros a tomar en consideración para orientar nuestros dubitativos pasos en la navegación por la vida. El reconocimiento general, en efecto, muy a menudo es causa de muchos resentimientos por parte de algunos otros.
Habiéndonos tocado vivir-representar en un escenario vital dominado –cada vez más, al parecer- por el yoísmo, el protagnismo enfermizo, el egotismo a tumba abierta, creo que tienen cabida muy acomodada y propia las palabras con las que se nos advierte desde un principio: “La mayor parte de nuestra existencia transcurre en mitad de una discreta penumbra: acciones y pensamientos que nos dejan solo medianamente satisfechos y que a menudo guardamos para nosotros mismos” ¿Por qué, habría que preguntarse, por qué ignorar una de esas pocas fórmulas que han quedado inscritas en mármol desde el origen del pensamiento? ‘Estamos esencialmente solos’ ¿Es que acaso la historia, la realidad cotidiana y Darwin, su amable y clarividente corrector, no nos lo han confirmado en cada día, a cada paso?
El libro van Zuylen resulta, desde luego, de una precisa y oportuna originalidad, creo, por cuanto, aun recordándonos lo que ya sabemos acerca de lo oportuno de la virtud, resulta necesario como móvil cotidiano, como referente vital. Tal, por otra parte, es lo que pensaba Gide respecto de lo Obvio: ‘es lo que ha de repertirse, pues, por razón de su obviedad, tiende a olvidarse’ Una inteligencia precisa donde las haya.
Reparemos, sí, a mayores, allí donde repara la inteligencia, en los matices; por ejemplo en la palabras de Virginia Wolf cuando escribe: “Todo este competir de un sexo con otro, de una cualidad con otra; todas estas reivindicaciones de superioridad e imputaciones de inferioridad corresponden a la etapa de las escuelas privadas de la existencia humana, en que hay ‘bandos’ y un bando debe vencer a otro y tiene una importancia enorme andar hasta una tarima y recibir de manos del Director en persona un jarro altamente decorativo” Y, por desgracia, el absurdo enfrentamiento entre los sexos –en lugar de admitir la sabia naturaleza de la complementariedad- es un tema, hoy, tan vigente como recurrente; donde ambos bandos parecen interesados en tirar por sí, desde sí, hacia sí.
Creo que nos haría un bien necesario, parece exhortarnos a pensar la autora, lo beneficioso que resultaría el actuar con prudencia haciendo caso de lasa propuesta de otro francés, Levinas: “Este mundo, en el que la razón se siente cada vez más en casa, no es un mundo que podamos considerar habitable. Es duro y frío como esos depósitos en los que se apilan objetos que ya no nos pueden satisfacer: ni isten a los que están desnudos, ni alimentan a los que tienen hambre. Es tan impersonal como los hangares de las factorías”.
Y si a ello se añade el acoso de vendedores armados con propuestas de una supuesta inteligencia que no es ni artificial, peor todavía.
Leer para vivir.
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