En Cadaqués, donde el paisaje urbano está hecho de fachadas encaladas, calles estrechas y perspectivas que siempre acaban en el mar, intervenir sobre una casa de más de cien años es más que una operación arquitectónica: es una negociación entre lo que fue, lo que es y lo que debe ser. La Casa de Pescadores, ubicada en una plaza peatonal del núcleo histórico, acumulaba un siglo de vida con distintas funciones: hogar de un pescador probablemente vinculado a la Confraria de Pescadors, hostal e incluso cuartel de la Guardia Civil. Pero la ruina estructural amenazaba con borrar esa historia.

Cuando la propiedad encargó la rehabilitación a la arquitecta Bea Portabella y al arquitecto Jordi Pagès, puso sobre la mesa dos exigencias: que la vivienda volviera a ser funcional y luminosa, y que en el proceso no perdiera su alma. Los muros de piedra de medio metro de espesor, los forjados de vigas de madera y la bóveda catalana eran testigos de la arquitectura vernácula local, pero también representaban limitaciones técnicas. 

nuria selva grop (19)

Noticia relacionada

Ana Hernández, interiorista: «Se puede renovar un baño por completo en un fin de semana y SIN obra. Lo he hecho muchas veces»