La proeza de unir Soria con Santiago de Compostela en bicicleta es un reto mayúsculo, pero completarlo en tan solo tres días roza la heroicidad. Ese ha sido el desafío que ha superado Diego Pinilla, un fisioterapeuta soriano de 48 años, quien ha cubierto los más de 750 kilómetros que separan la puerta de su casa de la plaza del Obradoiro en una aventura exprés sobre su bicicleta de gravel. Una gesta que combina la pasión por el ciclismo, una formidable resistencia física y el anhelo de vivir una experiencia vital.

La idea no ha surgido de la noche a la mañana. Para Pinilla, el Camino de Santiago ha sido siempre un eco familiar, una colección de «batallitas muy buenas» contadas por su padre y su tío. A estas historias se han sumado, a lo largo de los años, los relatos de sus propios pacientes. «Todos los pacientes que he tenido que hablaban del camino, porque lo han hecho andando, otros en bicicleta, para todos ha sido una experiencia muy bonita«, explica en una entrevista con Soria Noticias. La decisión estaba tomada: «Ahora que tengo salud, que puedo hacerlo y que más menos estoy en forma, era el momento de intentarlo«.

Sin embargo, el principal obstáculo no era la distancia, sino el tiempo. Su trabajo como fisioterapeuta le dejaba una ventana muy estrecha para la aventura. Esta limitación transformó un viaje espiritual en un reto deportivo de primer nivel. «Tenía que hacerlo en pocos días y era también un poco un reto deportivo. Porque al final, hacerlo en ese tiempo es un poco locura«, confiesa. Una locura planificada al milímetro para devorar kilómetros contra el reloj.

Una odisea en tres etapas contra el calor y el crono

El viaje de Diego Pinilla se ha dividido en tres jornadas maratonianas, cada una con sus propios desafíos. La aventura comenzó el jueves 31 de julio por la mañana en Soria y culminó el sábado 2 de agosto a mediodía en Santiago, demostrando una capacidad de sufrimiento y una planificación excepcionales.

  • Etapa 1: Soria – León (347 kilómetros). La primera jornada fue, con diferencia, la más exigente en cuanto a distancia. Pinilla pedaleó sin descanso hasta las nueve de la noche, acumulando casi 16 horas de tiempo total. El recorrido, que mezcló tramos de la Vía Verde con pistas del Camino, no dio tregua.
  • Etapa 2: León – Sarria (300 kilómetros). El segundo día el calor se convirtió en el principal adversario, con temperaturas que no bajaron de los treinta y tantos grados. A pesar del viento y el sofoco, la belleza del paisaje fue una recompensa. «Es duro, pero a la vez te animan las vistas, porque es una zona preciosa, me parece una zona muy bonita«, relata al recordar el paso por puertos míticos como O Cebreiro.
  • Etapa 3: Sarria – Santiago de Compostela (120 kilómetros). La última etapa, aunque más corta, fue intensa por la gran afluencia de peregrinos. En este tramo final, el respeto y el buen ambiente fueron la norma. «La gente respeta mucho, hay un ambiente muy bueno, no vi una mala cara«, asegura, destacando la camaradería que se respira en los kilómetros finales.

La clave del éxito: constancia y una «grupeta» exigente

Afrontar un reto de esta magnitud podría hacer pensar en un plan de entrenamiento científico y riguroso, pero la fórmula de Diego Pinilla ha sido otra: la constancia. No ha seguido una preparación específica para el Camino, sino que ha confiado en el estado de forma que le proporciona su pasión por la bicicleta, la cual practica durante todo el año. «Llevo muchos años montando en bicicleta y no la dejo nunca, que eso es muy importante. Ese puntito de forma lo tengo«, afirma con humildad.

Gran parte de su preparación «invisible» se la debe a sus compañeros de fatigas. «Tengo una grupeta y unos amigos que andan mucho. A la fuerza ahorcan. O te pones en forma o no sales con ellos«, bromea. Este grupo de amigos, que «perdona pocos fines de semana«, le ha proporcionado la base física y mental necesaria para enfrentarse a jornadas de más de doce horas sobre el sillín. La participación en marchas cicloturistas exigentes también ha contribuido a forjar su resistencia.

Nutrición, un pinchazo y la ayuda de la amistad

En una prueba de ultrafondo, cada detalle cuenta. La nutrición fue uno de los aspectos que Pinilla cuidó especialmente. Lejos de subsistir a base de geles y barritas, optó por una estrategia más tradicional y contundente. «Comí de verdad. Me sentaba en un restaurante y comer«, detalla. Aunque llevaba geles «de rescate» por si sufría alguna pájara, la comida real fue su principal combustible para soportar el desgaste.

La mecánica, afortunadamente, respetó al ciclista soriano. Solo sufrió un percance en los más de 750 kilómetros: un pinchazo. Curiosamente, no ocurrió en una de las pedregosas pistas del Camino, sino en un tramo de asfalto. «En un tramito de carretera antes de llegar a Burgos, un clavo me pinchó la cubierta«, recuerda como la única anécdota técnica del viaje.

El final de la aventura tuvo un broche de oro gracias a la generosidad de sus amigos. Su plan inicial era regresar en tren, pero una amiga y paciente, al enterarse de su hazaña, le ofreció volver con ellos en coche desde Santiago. «La última noche la vamos a coger en Santiago y así te traemos de vuelta«, le dijeron. Un gesto que Pinilla agradece enormemente: «Un lujo contar con ellos, me hicieron un favor enorme«. Así, con la satisfacción del deber cumplido y el calor de la amistad, Diego Pinilla ha puesto fin a un Camino de Santiago que, para él, ha sido inolvidable. «Tengo un muy buen recuerdo, sí, un muy buen recuerdo«, concluye.