Una anestesista de Vigo narra la odisea de un viaje de más de 17 horas desde Madrid hasta Sanxenxo sorteando primero las llamas en tren y luego en un autobús que se vio cercado por los incendios
15 ago 2025 . Actualizado a las 17:43 h.
«Hubo momentos en los que no se veía nada. Todo era humo, el color del fuego al fondo, y lo poco que se distinguía era devastación, todo quemado». Aún sin acabar de sacudirse los nervios del todo, Jimena Escobar, una anestesista viguesa de 28 años que trabaja en el hospital Ramón y Cajal, cuenta como el inicio de sus vacaciones se convirtió «en el peor viaje de mi vida». El fuego que arrasa parte de las provincias de Ourense y Zamora le cortó el jueves primero el paso al tren que había tomado en la estación madrileña Clara Campoamor, y luego al autobús alternativo que Renfe habilitó para que sus usuarios siguiesen camino hacia Galicia.
La doctora gallega tardó más de 17 horas en realizar el trayecto, «pero no sé que habrá sido de los viajeros que iban a Vigo, a Santiago o a A Coruña y que no tenían familia aquí o allegados para ir hasta Ourense a recogerlos, como hizo mi novio», se pregunta aún con cierta preocupación tras una tensión e incertidumbre compartida, incluida la falta de información que asegura acabó adueñándose del viaje, y la incertidumbre por el curso de los incendios que les acompañaron desde territorio de Castilla y León.
«Como mínimo este viaje podría calificarse de odisea», dice, aunque en su relato transmite el pánico que llegaron a sentir los pasajeros cuando tras ser conducidos en autobús hasta el área de servicio del Padornelo recibieron todos a la vez en sus teléfonos móviles el mensaje y sonido de alerta por riesgo extremo, mientras los hidroaviones sobrevolaban sus cabezas en medio del humo.
«El miércoles recibí un mensaje de aviso de Renfe de que mi tren que tenía la salida prevista el jueves a la 8.25 horas podría sufrir demoras o cambios por las incidencias causadas por los incendios. Lo mismo se informó en la estación, donde se indicó a las 9.55 que se volvía a abrir el tendido hasta Galicia. Salió primero el tren previsto de las 7 y hacia las 11 lo hizo el nuestro. Cuando estábamos en Medina del Campo las redes sociales de Renfe notificaron que la vía se había vuelto a cortar y que nos pararían. Lo hicieron en Zamora, donde ya estaba detenido el tren anterior. Hacia las 15 horas volvimos a retomar la marcha, pero una hora mas tarde otra vez el tren fue detenido en Puebla de Sanabria», continua su relato la joven viguesa. Fue en esa localidad zamorana donde los pasajeros fueron derivados hacia autobuses llegados desde Ourense, para un recorrido que fue más tortuoso de lo esperado.
«Al llegar a la boca del túnel del Padornelo se bajaron sus barreras y los semáforos se pusieron en rojo. Todo era humo, pero se veía el fuego al otro lado y los aviones volando muy bajo. El autobús que iba delante nuestra pasó, pero quedó bloqueado cerca de Verín. Dos horas después llegó la Guardia Civil y ordenó dar la vuelta. Los coches lo tenían más o menos fácil, pero para los autobuses y camiones fue difícil», explica. Su transporte tuvo que hacer incluso un trecho marcha atrás, hasta que los agentes de Tráfico pudieron abrir la mediana.
En la vuelta atrás improvisada por la autovía A-52, el área de servicio del Padornelo se convirtió en el punto donde Jimena Escobar pudo comer por primera vez, no había desayunado para llegar a tiempo a la estación, y en el tren lo que había en los dispensadores se había acabado. «Fue una vivencia muy difícil, aún más al viajar sola y tratar de no intranquilizar a mi familia contándoles por teléfono cómo de peligroso e incierto se estaba poniendo todo. Fue una gran impotencia», dice. «No había a quién pedir información, o saber a dónde nos llevaba el autobús. Hasta el propio conductor se quejaba de que cuando le mandaron hacer el viaje se sabía que la situación era ya muy delicada», indica.
Al fin, su autobús recaló en Ourense a las 9.45, pero su pareja y ella esperaron a otro conocido que venía en un autobús posterior. No llegó a Sanxenxo hasta pasada la 1 de la madrugada. «Todo era humo, llamas, monte quemado, una enorme impotencia al ver todo devastado y avanzar sin saber hasta dónde llegaríamos o dónde dormiríamos. Sin duda ha sido el peor viaje de mi vida. La vuelta la haré en avión o en coche, pero en tren, no creo», concluye Jimena.
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