Sábado, 16 de agosto 2025, 02:00
Olga Casado, nueva en la plaza de Illunbe, nueva en Donostia, ciudad que solo conocía por una fugaz visita realizada hace una semana, pasó la mañana de la tarde en que debutaba en una plaza de primera categoría en el hotel donde alojaba, el Zenit. Estaba cuidando su hombrro izquierdo, lesionado hace tiempo pero luxado de nuevo en una voltereta sufrida en Navalmanzano, Segovia, luxación que le impidió torear en Gijón pero no en Illunbe porque ese coso es de los que rezuman alcurnia.
Hizo ejercicios guiados, vía videollamada, por su entrenadora personal, Cristina Tello, preparadora física del Atlético de Madrid Femenino. Descansó la torera mientras su gente, es decir, el buen mozo de espadas Antonio Márquez, el fino ayuda Rafael Rosa y su maestro, amigo y consejero Miguel Abellán veían en Illunbe los novillos que iban a corresponderle en su primera tarde en una plaza de primera como novillera con picadores. Y qué picadores los de la muchacha, Manuel Sayago, que vestiría de nazareno y oro en Illunbe, Domingo García ‘Jabato’ que lo haría de verde y oro. No solo cuidaba su hombro herido la muchacha que ama los vestidos de torear que combinan el oro y la malva, la plata y el rosa palo. También dedicó mucha de su preciosa mañana a peinarse. No es fácil hacerse un moño, un moño de chica de 22 años que aspira a serlo todo en el mundo del toro. Se hizo tranquila el peinado Olga y al rato, el mediodía pasado ya, subió con Miguel, con Domingo, con Manuel, con Rafa y con Antonio a comer en el restaurante Txiskuene. En otra mesa lo hacían los grandes maestros de la cuadra de picar de Illunbe, Jesús San José y Radu Dincu. Ya habían picoteado algo los dos grandes subalternos de azabache que acompañarían horas más tarde a Olga en el ruedo, espléndido Iván García de verde esperanza y azabache y magnífico capotero y lidiador del primer novillo Raúl Ruiz. Recibieron en el restaurante que tiene hermosa huerta y tomateras excelentes a Olga y los suyos Eider Irazabalbeitia e Itziar Uranga. Pidió la novillera chipirones a la plancha y el mozo de espadas, huevos con txistorra. No quedaban guindillas para nadie y todos bebieron agua y hablaron de toros. Porque se habla de toros en una comida de toreros antes de una tarde de toros. Le decía el maestro Abellán que ‘Veraz’ era más altito que ‘Tributo’, ese segundo que tenía hechuras que reconocería mejor la novillera porque ya había toreado ejemplares de La Purísima en Olivenza. De hecho, ella y la ganadería debutaron allá con picadores. Añadía ‘Jabato’ que los novillos tenían astas que solo se ven en plazas de primera.
Volverían al hotel. Y descansaría la muchacha. Empezaría a vestirse antes de las cinco de la tarde. Mujer en un mundo de hombres, lo hace sola en su habitacióin. Antonio entra en el último momento. Para ceñirle el fajín y atarle los machos.
Llegaron a la plaza ardiente (36 grados, sensación térmica de 41) pasadas las 17.30 de la tarde. Les esperaban quienes ejercerían de sobresalientes. Tanto para Marco Pérez, torero, como para ella, novillera. Eran dos buenos personajes del mundo del toro, Miguel Sánchez, que vestiría de violeta y oro y Héctor Roberto, que lo haría de fucsia y oro y llegaba directamente desde Burgos.
Entró Olga en la capilla de Illunbe, que bien se declara siempre creyente y cristiana y cuando eligió el hierro taurino que habría de tatuarse en la mano escogió los signos de Alfa y Omega, Principio y Fin, unidos por una cruz. La aguardó, un poco retrasado Raúl Ruiz, que la ayudaría al máximo de los máximos en el novillo que la haría triunfar en Illunbe. Salieron después al ruedo, guiados por los alguacilillos. Iba Olga con hermoso capote de paseo, oro y rojo, de vueltas rosas. Marco Pérez le brindaría su segundo toro, ‘Tobillito’ y después llegó su turno, el turno de Olga Casado. Y salió feo y y tonto ‘Veraz’ y la gente protestó mucho. Y parecía que nada iba a poder hacer Olga pero hacia el final de la faena, con el toro en querencia, al arrimo del tendido 7 se marcó la muchacha tres poncinas (esa suerte que se empieza con la pierna izquierda completamente estirada y la derecha flexionada, dándole la espalda al astado y con la muleta en la mano derecha) y unas luquesinas (inventadas por Daniel Luque en el año 2000) y el público, algo adusto hasta entonces, se puso totalmente a su favor. Recordaron algunos que siempre había dicho Olga no tener miedo al estoque sino gustarle mucho la espada, así que muuchos supimos que aquello que había empezado feo iba a acabar bonito. Y así fue, estoconazo. Rodó veraz cerca de chiqueros y la gente pidió la oreja. Concediola la Presidencia. Se la entregó otra mujer de probado valor, Nerea Urrosolo, la alguacililla. En plaza monta a ‘Escocés’, un caballo mezcla de westfaliano y hannoveriano. Acababan de llegar Nerea y ‘Escocés’ de Heras, Cantabria. De una competición de doma clásica. Máximo nivel: tres estrellas, clasificatoria para el campeonato de España de 2026. En un vínculo perfecto entre jinete y montura, ‘Escocés’ y Nerea habían triunfado. El abrazo entre la alguacilillo y la novillera fue un saludo entre muchachas que no conocen techo. Ni de cristal ni el de la cubierta que convierte Illunbe en un invernadero.
Le tiraban los aficionados flores, abanicos y capotes durante la vuelta al ruedo. Y ella, Olga, los firmaba y los devolvía. Cuando la tarde de toros del 15 de agosto terminó, la gente la esperó apoyada en la barandilla. Y gritó ¡Torera! Dio las gracias la muchacha que vistió en Illunbe de blanco y plata. Y no volvió a dolerle el hombro. Ni se acordó de la lesión. ¿Como hacerlo si tu primer estoque en una plaza de primera te da tu primera oreja en un coso de tal categoría? Y Olga decidió que por la noche difrutaría de Donostia. Que cenaría, que comentaría sus fallos y sus momentos de bonita gloria. Que vería los fuegos y seguiría soñando con ser la mejor mujer torero de la Historia. Porque no hay techo.
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