Jorge Pastor

Viernes, 15 de agosto 2025, 23:26

Son las siete de la tarde en Khorugh, a casi nueve mil kilómetros de distancia de Granada, donde los relojes marcan tres horas menos. Aquí y allí, eso sí, hace un calor de justicia. Palma Chillón, granadina de Guadix, de la hornada del setenta y seis, se prepara para meterse en el catre. Se aloja junto a Juan, Emilio, Rafa y Lalo, sus compañeros de aventura, en un jardín de una casa de huéspedes donde han montado sus tiendas de campaña. «Ya es casi de noche, pero veo una montaña muy alta y el Panj, el río que marca la frontera natural que separa Tayikistán de Afganistán», explica.

Palma y sus colegas llegaron el 24 de julio al aeropuerto de Samarcanda, la segunda ciudad más grande de Uzbekistán. Armaron sus bicicletas y comenzaron a pedalear.Por delante, 1.800 kilómetros para llegar el 25 de agosto hasta Osh, en Kirguistán. «No podemos demorarnos mucho –bromea– porque el 29 tenemos el vuelo de vuelta a Málaga».

Arriba, la expedición al completo. Abajo, momentos entrañables.

IDEAL

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La pregunta es ¿por qué se halla esta chiquilla ‘donde Dios perdió el zapato’? Pues básicamente por todo y por nada. «Me gusta el esfuerzo físico; me fío de mis piernas, que son mejores que el motor de un coche». Palma está haciendo realidad el sueño de muchos cicloturistas:completar la mítica Ruta de la Seda. Se estudia en los libros de Historia. Una extensa red de vías comerciales que conectaban Oriente con Occidente. Se mercadeaba con todo. Con especias, con porcelana, con té, jade, piedras preciosas, oro, plata, caballos, vidrio, artesanía… «Se necesita al menos un mes para hacerla», comenta. «Lo intentamos hace seis años, pero vino el coronavirus y se cerraron las fronteras».

Todo un reto por los 1.800 kilómetros de esfuerzo continuado por carreteras –o lo que sea– de Uzbekistán, Tayikistán y Kirguistán, tres países que pertenecieron a la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. «Pasamos un día entero subiendo una montaña, montamos el campamento antes de que anochezca y al día siguiente seguimos subiendo la misma montaña», dice entre risas. Y todo un reto también porque, lógicamente, hay que tener un buen estado de forma. Lo del deporte viene de serie. Palma es catedrática de la Facultad de Ciencias del Deporte de la Universidad de Granada. A ello hay que sumar que esta muchacha también es, técnicamente, un culo inquieto.

Palma, pedaleando en la Ruta de la Seda.

Palma, pedaleando en la Ruta de la Seda.

IDEAL

Una inquietud que arrancó tras hacer la Ruta Quetzal junto al ínclito Miguel de la Cuadra-Salcedo. «Aprendí que viajar y aprender van de la mano», afirma. «Pero aprendí también que el proceso tiene su importancia, que se puede vivir con poco y sobre todo que tu cuerpo te puede transportar para llegar a cualquier sitio».

Apuesta por la bici

Su apuesta está clara: la bici. La que lleva en la Ruta de la Seda pesa quince kilogramos a los que hay que añadir otros veinticinco de equipaje. Nada de motorcillo. A pura pierna. «Llevamos tiendas individuales porque, después de una jornada dando todo lo que puedes, te apetece tener un poco de intimidad y hacer tus cosas;en mi caso escribir un diario», relata. Un diario donde está plasmando todas sus vivencias. «Vamos por los caminos y los chiquillos salen a nuestro encuentro para chocarnos las manos y decirnos ‘hello’». También de sus impresiones de un paisaje imponente de valles inmensos y barrancos, de senderos pedregosos, de cuestas y más cuestas, de amistad. «Vamos todos a una;si alguno se queda un poco más rezagado el resto le espera para avanzar juntos».

Imagen principal - En el camino.

Imagen secundaria 1 - En el camino.

Imagen secundaria 2 - En el camino.

Como la película va de ‘ciclo’ y ‘turismo’, el equipo también hace sus paradillas para tomar fotografías, para hablar con algún paisano, para conocer otras formas de vida. «Uno de los aspectos que más me están fascinando –confiesa– es el choque de culturas». «Por ahora no hemos tenido ninguna sensación de peligro; toda la gente es amable y te ofrece lo que tiene». Normalmente pernoctan en alguna zona llana y, a ser posible, con césped. «La esterilla, en cualquier caso, es muy importante», aclara sonriendo.

«Vamos por los caminos y los chiquillos salen a nuestro encuentro para chocarnos las manos y decirnos ‘hello’»

La rutina de la mañana es importante. Cuando el sol comienza a despuntar, comienza también el desmontaje de la ‘casa’. Después toca la preparación de las alforjas –ropa, botiquín, recambios, baterías para el móvil…–. «Tenemos la norma de que el que termina antes prepara el desayuno para los demás», comenta. Nunca falta té y café.Tampoco pan con algún tipo de embutido y frutos secos, un alimento que aporta energía. «Salimos pronto, andamos de ocho a tres, almorzamos y proseguimos otro trecho de tres y media a seis y media».

Una aventura en toda regla.

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Imagen principal - Una aventura en toda regla.

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Imagen secundaria 2 - Una aventura en toda regla.

Así un día detrás de otro. «Por las noches, si no hace mucho frío, no pongo la capa exterior para contemplar el espectáculo del cielo limpio y estrellado, sin ningún tipo de contaminación lumínica ni acústica».

No, no hace falta mucho más para ser feliz. Palma lo sabe. Usted, quizá, también.

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