Como en 2016, cuando rompió con su novia y perdió el Mundial por pura desmoralización, Lewis Hamilton está hundido y rozando el fondo en la Fórmula 1. No hay nada peor para un piloto que sucumbir ante su compañero de equipo. Mientras Charles Leclerc hace poles … y lucha por victorias con el Ferrari, Hamilton pugna en tierra de nadie a mucha distancia de su vecino de taller. No rinde con el mítico coche rojo. Y a sus 40 años, probablemente en su último destino, empieza a sonar la campana de la despedida, agitada por las dudas que él mismo expresa.
«Soy un inútil, un absoluto inútil», dijo el británico devastado después de un pésimo sábado de clasificación en el GP de Hungría. «Tal vez habría que cambiar de piloto», sugirió a los medios. Hamilton suele sufrir apagones mentales, desconexiones temporales que definen a un tipo de talante voluble, pelín antojadizo siempre.
Su exingeniero en Mercedes, Peter Bonnington ‘Bono’, era su alma gemela en el muro de las telemetrías, pero también quien sufría las bajadas de tensión del piloto. Célebre fue su discusión en Qatar el año pasado. «Retiro el coche, lo voy a apagar», bramó Hamilton ante una situación adversa de carrera.
«Conserva la concentración», le dijo su ingeniero. «Y mantén el coche en pista», le ordenó. En su primera carrera con Ferrari, el pasado marzo en Australia, saltaron chispas entre el inglés y su nuevo ingeniero de pista, Riccardo Adami. Después de un par de sugerencias del técnico, Hamilton zanjó el tema: «Déjame a mí, por favor».
El fuerte carácter del británico se mostró en la F1 desde el primer día. Aquel 2007 tumultuoso e inolvidable en McLaren junto a Fernando Alonso, recién proclamado campeón del mundo. El novato no cedió ante la figura y el asunto acabó en tragedia (el título para Raikkonen, Ferrari). Pero junto a su innegable determinación, Hamilton también ha tenido momentos de flaqueza.
Ruptura con su padre
En 2010 el piloto clausuró su vínculo profesional con su padre, Anthony Hamilton, quien era su representante en la negociación de los contratos. La decisión fue adoptada por Lewis para tomar sus propias decisiones y reparar la relación personal con su progenitor, que se había visto afectada por la presión de la gestión de su carrera. Aquel año, después de ser campeón mundial en 2008, Hamilton acabó cuarto en el campeonato.
En 2016 el piloto terminó su relación con Nicole Scherzinger, la excantante del grupo Pussycat Dolls. Y se hundió en su profesión por el mal de amores. Después de dominar dos años el campeonato con puño de hierro en su era híbrida a bordo de un Mercedes inabordable, cedió el título ante su compañero Nico Rosberg, un piloto inferior a él y que protagonizó el episodio nunca visto: ganó el título y a la semana anunció su retirada con 31 años, harto de la carga psicológica de luchar contra un vecino que lo derrotaba casi siempre.
En la última carrera, Hungría, antes del descanso veraniego en la F1, Hamilton no rebajó el tono de una autocrítica exacerbada. «Es lo que hay, conduje horrible». Una semana antes, en Bélgica, había sido elegido el piloto del día. El enigma está en su cabeza, no en el físico de los 40 años.
Bernie Ecclestone, el antiguo patrón de la F1, siempre fue muy partidario de Hamilton. Lo ensalzó en su momento por la valentía que demostraba al ser el primer piloto negro de la historia de este deporte. Y más tarde, cuando empezó a ganar campeonatos, lo elevó a los altares por su personalidad cosmopolita y su inclinación por codearse con estrellas de cine, alfombras rojas y restaurantes de varias estrellas Michelín. «Es lo que necesita la F1», dijo entonces Ecclestone.
Mejor retirarse
Ahora opina lo contrario: «Pronto se acostumbrará a hacer otras cosas fuera del automovilismo cuando se retire. Creo que debería haberlo hecho hace tiempo. No es un tramposo. Pero se estaría engañando a sí mismo si continúa aquí».
Su jefe de equipo en Ferrari, Fred Vasseur, lo anima a seguir: «Quizá subestimamos lo que suponía el reto (Ferrari) para Lewis. Pasó casi 10 años en McLaren y luego otros 10 en Mercedes; son 20 años en el mismo entorno. Ferrari fue un cambio enorme para él en cultura, personas a su alrededor, software, el coche… cada detalle era distinto». De momento el piloto sigue frustrado: «Realmente no sé lo que voy hacer, no lo sé, estoy tratando de… Lo que ha pasado en el año y haber qué cambios se pueden hacer».