El Capea, con los máximos trofeos del toro Africano, de Carmen Lorenzo, con el que firmó su triunfal retirada de los ruedos.

El Capea, con los máximos trofeos del toro Africano, de Carmen Lorenzo, con el que firmó su triunfal retirada de los ruedos. JAVIER LORENZO

Tres toros excelentes de Puerto de San Lorenzo, El Freixo y Carmen Lorenzo sirvieron para poner el broche triunfal a la encerrona en solitario de El Capea en Guijuelo, con la que se despidió de los ruedos en una tarde solvente, voluntariosa y sin pasiones


Javier Lorenzo

Viernes, 15 de agosto 2025, 23:11

  • Guijuelo. Viernes, 15 de agosto.
    Tres cuartos de entrada. Mucho calor.

  • GANADERÍA
    Toros San Pelayo, apagado y desfondado; de Domingo Hernández, manso que embistió humillado en la muleta; noble pero apagado el 3º de Victorino Martín, el 4º de El Puerto de San Lorenzo resultó excelente, Servilón, nº 149, negro, con 520 kilos y nacido en diciembre de 2020, premiado con la vuelta al ruedo; de gran calidad el 5º de El Freixo; noble y excelso el lastimado sexto, de Carmen Lorenzo, Africano, nº 40, de 525 kilos, negro y nacido en marzo de 2021, que también fue premiado con la vuelta al ruedo.

  • TORERO

  • EL CAPEA Azul marino y oro
    Estocada desprendida (silencio); pinchazo y estocada (oreja); pinchazo, media y cuatro descabellos (silencio tras aviso); seis pinchazos y estocada (saludos); casi entera (dos orejas); y media en la yema que tira sin puntilla (dos orejas y rabo).

La tarde se resolvió sin contratiempos ni sobresaltos. Y con las pasiones contenidas. El asunto no se lanzó hasta que pasó el ecuador, con un toro de una superlativa calidad de El Puerto de San Lorenzo, que embistió no solo al ralentí, si no que lo hizo con una humillación bárbara, una entrega inmensa y una bondad exquisita. Servilón fue de los toros soñados. A partir de ahí rompió a embestir la corrida a cual mejor, porque el quinto de El Freixo tuvo una bondad y un ritmo de categoría. Travieso se deslizaba con exquisita franqueza y se envolvía en la muleta con la categoría de los elegidos.Solo había que tratarlo con suavidad y a mayor delicadeza, más entrega. Y como broche, un Africano que no enamoraba por sus hechuras, como el de El Puerto y tenía mayor seriedad que el anovillado de El Juli pero que se entregó desde que apareció en el ruedo descolgando de una manera fantástica, incluso antes de ver los capotes. Enterraba la cara en el suelo a la hora de rematar en los burladeros, y así lo hizo de inmediato en el percal de El Capea. Así lo hizo siempre en sus últimos veinte minutos de vida. Desde que apareció en el ruedo arrastró una lesión en la mano derecha con la que apenas podía. Le fallaban los apoyos. Y, sin embargo, afloró más la entrega y la bravura del animal que esa evidente lesión. Viajó con la categoría suprema por ambos pitones, con el fondo de clase inmensa que escondía en su depósito ralentizada aún más por ese lastre.

Antes, el de San Pelayo que abrió la función plantó pronto renuncio y no quiso pelea, y el mansón de Domingo Hernández, que no quiso pelea en los primeros compases, tuvo interés y profundidad en la muleta. El De Victorino tuvo nobleza, aunque no perdonó y sacó carácter cuando no lo trataron con seriedad.

El Capea no terminó de abrir la caja de los truenos ni de lanzarse. Eso sí fue todo voluntad. Al primero lo recibió con un farol de rodillas; en el cuarto se fue a la puerta de chiqueros a saludar al que fue uno de los toros del pañuelo azul de la tarde. Quitó por tafalleras en el primero y por chicuelinas en el cuarto; y ahí se terminó la variedad capotera de la tarde. Al primero lo finiquitó de una estocada entera desprendida y a los dos últimos de medias. La del sexto en la yema que fue la más contundente y eficaz. Pasó demasiados apuros con la tizona en el cuarto de El Puerto, que fue en el único momento de la tarde en el que se le vio flaquear y bajar la guardia. Como si le pesara la tarde. Al público también se le hizo densa. Pero al final quedó a sensación de que mató la corrida con autoridad. En ninguno de los seis toros levantó clamores con la muleta. Saboreó la calidad del Servilón, toreó más despacio que a ninguno al Travieso de El Juli y la gozó más él que el público con el de Carmen Lorenzo con el que cerró el festín, después de brindarle a su padre, al maestro Capea que, con la montera de su hijo y desde el ruedo, recogió una de las ovaciones más intensas de la función. Al final llegó el exceso de los excesos con la concesión del rabo del toro del postre de los fastos. Puede que también fueran un exceso las cinco orejas. Y lo que también fue cierto es que el torero dio todo lo que tuvo. Que mató la corrida con dignidad, con aparente facilidad para cerrar una vida de entrega al toro.

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