Barcelona está repleta de museos fascinantes, pero pocos sorprenden tanto al visitante como el Museo Frederic Marès, instalado a solo unos pasos de la Catedral, en el antiguo Palacio Real Mayor, donde residieron los condes de Barcelona y los reyes de la Corona de Aragón.
Este museo no sólo expone arte. También invita a sumergirse en la mente y la pasión de quien fue uno de los grandes escultores y coleccionistas del siglo XX: Frederic Marès.
Valiosas piezas de escultura medieval conviven con miles de objetos de la vida cotidiana, desde abanicos a juguetes, de relojes a exvotos, todo ello en un espacio tan monumental como evocador.
A lo largo de 30 salas, el Marès propone un viaje íntimo e insólito por siglos de cultura y coleccionismo, convirtiéndose en parada obligada para quienes quieren conocer la Barcelona más recoleta.
Historia del museo: la pasión de un coleccionista
El Museo Frederic Marès abrió sus puertas en 1946, fruto de la donación que el escultor realizó al ayuntamiento de Barcelona. Marès (Portbou, 1893-Barcelona, 1991) había iniciado su colección en la adolescencia y, a lo largo de más de 80 años, reunió un conjunto prodigioso de obras de arte y objetos curiosos: escultura hispánica (antigüedad–siglo XIX), pintura, orfebrería, tejidos y miles de piezas cotidianas que hoy constituyen el celebérrimo «Gabinete del coleccionista».
Tras una primera sede provisional, el museo se inauguró en el Palacio Real Mayor en 1948, con apenas cuatro salas. El imparable afán coleccionista de Marès llevó a que el museo se ampliara progresivamente hasta 1970, cuando alcanzó su volumen actual. Hoy es un auténtico laberinto de arte, memoria e historias.
Instalar esta colección en el Palau Reial Major, corazón del Barrio Gótico, no fue casual. Este edificio —cuyo patio conserva aún el vergel plantado en el siglo XIV bajo Jaime II— añade solemnidad y un ambiente casi secreto a la experiencia museística.
El conjunto arquitectónico, que combina elementos góticos y renacentistas, permite comprender la riqueza histórica de la ciudad y su centro monumental.
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La colección de escultura: del mundo antiguo al siglo XIX
En este museo no se trata solo de grandes piezas: Marès agrupó aquello que otros despreciaban —fragmentos, relieves, miniaturas populares— dotándolos de sentido y conexión. El resultado es un catálogo visual exhaustivo sobre la evolución de la escultura hispana y europea, con especial énfasis en las tallas policromadas religiosas, pero también en otros materiales, técnicas y estilos.
Un buen recorrido permite encontrarse con siglos de escultura. Se puede iniciar el paseo con la zona donde están las piezas desde el siglo V a.C. hasta el IV d.C. Allí destacan bustos, figuras de ninfas, terracotas helenísticas y exvotos ibéricos. Entre los tesoros, el famoso Sarcófago romano de Layos.
La columna vertebral del museo es la escultura medieval, donde sobresalen tallas policromadas religiosas, vírgenes, cristos y retablos que reflejan la espiritualidad y la riqueza artística de siglos XI al XV. En la sala dedicada a Montserrat se explora la devoción a la patrona catalana a través de múltiples representaciones.
Las salas posteriores ofrecen obras de gran refinamiento, incluyendo santos y figuras procesionales, representaciones de la Virgen y escenas bíblicas, la mayoría con una fuerza expresiva que integra lo hispano y lo europeo. El itinerario culmina con la escultura religiosa y funeraria propia de este periodo, testigo de un universo en transformación
Gabinete del Coleccionista: el universo privado de Marès
Si algo define al Museo Marès es su Gabinete del Coleccionista, instalado en las plantas superiores. Es probablemente la colección de «curiosidades» más grande de Europa, con decenas de miles de objetos que relatan la vida cotidiana, los oficios y el ocio de los siglos XVIII y XIX.
La variedad sorprende: hay abanicos, pipas, relojes, joyas, llaves, peines, autómatas, juguetes, tarjetas de visita, fotografías, exvotos, relicarios, pequeños muebles, instrumentos científicos, útiles farmacéuticos y botellas decoradas.
Cada sala es temática y se organiza como una «colección de colecciones»: librillos de papel de fumar, cajas de rapé, ramos de flores de conchas de mar, bastones, armas, armaduras, botes de farmacia… Incluso hay una sección dedicada enteramente a la iconografía de la Virgen de Montserrat.
La atmósfera, tan íntima y nostálgica, permite al visitante descubrir cómo se vivía, se soñaba y se coleccionaba en el siglo XIX, completando el relato de la escultura con una crónica emocional y cotidiana de la vida burguesa.
El museo tiene también un estudio-biblioteca dedicado a la obra propia del escultor y a su biblioteca personal, pintura sobre tabla medieval (una sección menos conocida, pero de gran valor, con obras catalanas y aragonesas desde el gótico hasta el Renacimiento), orfebrería, tejidos, mobiliario y un impresionante jardín considerado como uno de los patios más bellos del gótico catalán.
Datos útiles
El museo está en Plaça de Sant Iu, 5-6 (al lado de la Catedral de Barcelona). Se llega con Metro -Jaume I (L4), Liceu (L3)- y numerosas líneas de autobús (está muy cerca de estaciones de tren Plaça Catalunya).
Abre de martes a sábados de 10:00 a 19:00 horas y los domingos de 11:00 a 20:00 horas. Los festivos funciona de 10:00 a 15:00 horas. La entrada general cuesta 4,20 euros. La reducida para jóvenes, estudiantes y jubilados vale 2,40 euros y es gratis para menores de 16 años, el primer domingo del mes y los miércoles y domingos por la tarde. También acceden sin pagar los poseedores de la Barcelona Card y los grupos escolares.
La entrada para grupos es más barata: 2,80 euros. Siempre incluye audioguía en varios idiomas y es posible validarla para completar la visita en un segundo día (en un plazo de hasta 6 meses).