Javier Lorenzo

Sábado, 16 de agosto 2025, 23:13

  • Guijuelo. Sábado, 16 de agosto.
    Tres cuartos de entrada en tarde entoldada de bochornoso calor (38º).

  • GANADERÍA
    6 toros de José Enrique Fraile de Valdefresno, de imponente y seria presencia, variada de pelajes. Noble el boyancón 1º que se rajó pronto; bravo y encastado el excelente 2º; noble, emotivo y exigente el 3º; noble el 4º; poderoso el 5º; lastimado el 6º.

  • DIESTROS

  • JAVIER CASTAÑO Caldero y oro
    Pinchazo, estocada casi entera y descabello (silencio); y estocada contraria, siete descabellos, pinchazo y estocada corta y dos descabellos (saludos tras aviso).

  • DAMIÁN CASTAÑO Pizarra y playa
    Estocada caída casi entera (dos orejas); y media estocada arriba y delantera, con cuatro descabellos (silencio).

  • ISMAEL MARTÍN Verde hoja y oro
    Tres pinchazos y estocada baja (ovación con saludos); y pinchazo y estocada (dos orejas).

Una imponente corrida de toros. Aderezada además por las teclas que infiere en encaste Lisardo Atanasio que sacan de la monotonía del encaste Domecq que impera hicieron tener a todos en alerta y al aficionado tremendamente entretenido en los seis capítulos de la función. Además de la variedad, tuvo interés el conjunto todo. Trajo comportamientos distintos, botones diferentes que tocar, puntos variados que descifrar para encontrar el triunfo. El escaparate en sí fue un bello espectáculo. Por una fachada despampanante, por una seriedad supina, por una destacada arboladura y, además, por un comportamiento singular. Por todo lo primero, los toros de José Enrique Fraile de Valdefresno bien se hubieran podido lidiar en la Feria de Salamanca. Saldrán en La Glorieta toros más terciados en apenas un mes. El reducido ruedo chacinero hizo crecer aún más la corrida. Los seis toros provocaron una expresión de admiración entre los aficionados nada más aparecer por la puerta de chiqueros y pisar el ruedo. No se esperaban tanto aparato ni tanta fachada. Ahí estuvo el primer triunfo ganadero, que no sería el único de ahí en adelante.

No fue una corrida fácil de gobernar. Y sí lo fue por su destacado, varido y sin par comportamiento. El encierro tuvo una cima que se llamó Cigarro y apareció en escena en segundo lugar. Un toro bajo de hechuras, de cortas manos, de amplio frontal, de cuerna amplia y veleta, que sacó dinamita, pero para entregarse con verdad y entrega. Un toro bravo, en el más amplio sentido de la palabra. No sencillo, pero sí agradecido al esfuerzo y también a la exigencia. En cuanto más se le pidió más se entregó y más hizo aflorar las virtudes. Cumplió el astado en el encuentro con el caballo que montaba Javier Martín y, a partir de ahí, se vino arriba con autoridad. Le ganó pasos Damián Castaño en el prólogo de la faena y ya en los medios el toro mostró rápido sus virtudes. No solo las enseñó si no que las fue mulplicando en cada envite. Ganó en prontitud, se arrancó en la media distancia con prestancia a la sincera muleta que le mostró Damián Castaño y, en el viaje a por ella, se entregó con frenesí, buscó los vuelos por abajo y se desplazó de trás de ella con intensidad. Bravo, codicioso y entregado siempre, transmitía seriedad en cada acometida y poco a poco fue ganando autoridad en su conjunto. Excelente el toro, Damián Castaño le plantó cara con verdad, sinceridad y una gran entrega en su firme y generosa muleta. En la cuarta tanda se echó el engaño a la mano izquierda: por ahí el toro no admitió ninguna duda ni tampoco el relajo del torero, que sufrió un momento de apuro al llevar menos metido y tapado al toro que sacó su carácter. Volvió a la diestra y le endilgó una serie más mirando al tendido que calentó los tendidos.

Los naturales de Javier Castaño

Ese fue el punto álgido del envío de José Enrique Fraile de Valdefresno. Los mejores pasajes de los hombres de luces los firmó Javier Castaño ante el ensabanado carbonero que hizo cuarto. No había invitado a grandes alegrías en los primeros tercios el toro de procedencia Atanasio, que fue el más vareado del cuajado encierro. Sin embargo, le abrió los caminos Javier Castaño en el inicio de faena con una banderas por alto en las que le fue ganando pasos con una enorme torería hasta llegar a la boca de riego. Allí de repente el toro rompió a embestir y, aunque no duró mucho, cuando se quiso dar cuenta ya le había sacado Javier una portentosa tanda al natural, por el asiento, por el trazo, por la longitud y por la suavidad con la que acarició aquellas embestidas. Como bajó en la siguiente, le cambió el pitón Castaño para torear por la derecha y volver a gozar de nuevo otra tanda soberbia. Habían sido poco más de cuatro tandas y el toro no había plantado renuncio pero sí había reducido su recorrido. Javier se fue a por la espada y se cuadró con el toro en los mismos medios. Y allí enterró la espada hasta los gavilanes, de tanto atracarse quedó un punto contraria. Y sin muerte. Tanto que el toro se hizo fuerte. Se tragó la sangre y se aferró a la vida. La defendió levantando la gaita e impidiendo que su matador descabellara. Y ahí se demoró todo. Perdió el triunfo pero no se esfumaron las buenas sensaciones. Eso sí, el toro pareció tener siete vidas.

No fue sencillo de dominar el boyancón primero que rompió la tarde, con el que solo se entendió Javier en el templado inicio de faena. Tanto y tan pronto atacó Ismael Martín al buen tercero que más que afligirse se agarró al piso y le costó un mundo desarrollar la buena condició que apuntó en los inicios. A Damián Castaño le costó acomodarse con el noble y poderoso quinto, que tuvo unas densas embestidas que no fueron fáciles de dominar pero que pedían una mayor suavidad y exigencia al mismo tiempo para poder, amoldar y dominar unos viajes que desprendieron buen son. Al apagado sexto no le sentó bien el cambiado por la espada en los mismos medios que le dio Ismael Martín. Y, a partir de ahí, la tarea fue tratar de mantenerlo en pie, porque pareció salir lastimado de aquel envite. No se aburrió el torero de Cantalpino, que acortó distancias al final de una faena larga y encontró el generoso premio de las dos orejas. Estuvo fallón con la espada, en este y en el anterior. Y en los dos formó un verdadero albororto con las banderillas. Sin ser tampoco su mejor tarde.Eso si, los terceros pares de cada uno de los tercios fueron portentosos. El del sexto en la suerte de la moviola, en el otro de poder a poder. Ahí cayó de pie.

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