En la política y en concreto en la estadounidense, los grises cada vez son menos. En el plano de la América idílica con la que sueñan los Republicanos, la polarización también entiende de cultura y de etnias, o eres un americano blanco, o lo eres de segunda.

Los ultraconservadores van creándose una estética y un discurso donde también cogen referentes. No es de extrañar que llamaran a ser la ‘Novia de América’ a Taylor Swift: rubia, de ojos azules y proveniente de West Reading (Pensilvania) donde, según el censo, casi el 90% de la población es blanca como ella. La estrella internacional no tardó en desmarcarse de toda esa ideología e incluso ahora es recurrentemente objeto de críticas por parte de Trump. Y es que los iconos conservadores siempre siguen los mismos patrones, en la música, en el cine —ahora con la actriz Sydney Sweeney— y en el deporte, en el que han tomado como símbolo a la joven jugadora de baloncesto Caitlin Clark.

¿Qué hace que el baloncesto (en Estados Unidos) sea diferente?

Pero el baloncesto es diferente, o debería ser diferente. En un mundo donde las estadísticas siempre se inclinan al mismo lado, el baloncesto parece que es una excepción. Una disciplina que no viene de fuera, que se creó y consolidó precisamente en Estados Unidos, como le gusta a Trump, pero que es uno de los deportes rey entre las personas afroamericanas en Estados Unidos.

En la NBA (Asociación Nacional de Baloncesto en Estados Unidos) la mayoría son afroamericanos: según un estudio hecho por el Instituto para la Diversidad y Ética en el Deporte junto a la Universidad Central de Florida y el programa de manejo de negocios deportivos De Voss, en EE.UU., los jugadores afroamericanos suponen el 83,1% del total. Y hay decenas de referentes afroamericanos que han sido clave para engrandecer este deporte en todo el mundo, como Michael Jordan, Magic Johnson, Kobe Bryant, Kevin Durant, LeBron James, Stephen Curry… Sin duda la lista es larga y podría continuar.

En la WNBA (Asociación Nacional de Baloncesto Femenino), sin embargo, aunque las estadísticas no son muy diferentes y el 81,6% de las jugadoras son afroamericanas, los referentes puede que no estén tan proporcionados. Los nombres que suelen exportar los medios de comunicación no son precisamente el canon de mujer afroamericana. 

Actualmente, parece que el futuro de este tiene nuevas caras, pero no nuevos perfiles. Caitlin Clark —nacida en 2002, en Iowa—, la llamada a ser la gran jugadora de este deporte por muchos años, ya es el referente del ‘trumpismo’, el orgullo de mujer deportista para los conservadores. ¿Quién mejor que Clark para liderar ese ‘antiwoke’? Ellos la han cogido como la mujer católica, venida del corazón de Estados Unidos, blanca y heterosexual, que bate récords en un deporte mayoritario de mujeres negras y LGTBIQ+, donde otras religiones como la musulmana no son una excepción.

Las marcas son las primeras que son conscientes de esta realidad. En una América donde alrededor de 77 millones de personas han votado al Partido Republicano, liderado por una persona ultraconservadora, los patrocinios tienen en cuenta el componente racial y el mundo del baloncesto femenino nunca ha contado con el apoyo de las marcas. Una de sus leyendas, Sue Bird, en 2020 ya habló de esto comparándolo con el otro gran deporte femenino en EE.UU., el fútbol. «Aunque somos atletas femeninas que jugamos a un alto nivel, nuestros mundos, ya sabes, el mundo del fútbol y el del baloncesto, son totalmente diferentes. Y, para ser franca, se trata de la demografía de quienes juegan. Las futbolistas suelen ser chicas blancas monas, mientras que las jugadoras de la WNBA tenemos todo tipo de formas y tamaños… Muchas mujeres negras, homosexuales, altas… Quizás haya un factor de intimidación y la gente se apresura a juzgarlo y menospreciarlo», dijo Bird en una entrevista a Don Riddell para la CNN.

 

El equipo estadounidense de baloncesto femenino posa con sus medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Londres 2012Christian Petersen

Sí, Clark ha batido récords deportivos: fue seleccionada en la primera posición global del Draft de la WNBA de 2024 —el sorteo anual en la NBA o WNBA, donde los equipos seleccionan a nuevos jugadores y jugadoras, principalmente del baloncesto universitario y de ligas internacionales —, lideró la División I de la NCAA (Asociación Nacional Atlética Universitaria) en anotaciones y asistencias en tres ocasiones y fue nombrada dos veces Jugadora del Año con las Iowa Hawkeyes. También récords comerciales, como un acuerdo histórico con Nike por valor de 28 millones de dólares que incluye su propia línea de zapatillas, según contaba The Athletic.

Su calidad deportiva junto con ese fervor nacido de un público que, irónicamente, parecía haberse quedado sin una referente que encajase a la perfección en sus moldes de «buena americana» es la combinación perfecta para que la joven Caitlin Clark también bata récords de audiencia, llegando a protagonizar el partido más visto de la historia del baloncesto universitario (tanto masculino como femenino) con más de 12 millones de espectadores de media.

¿Hasta qué punto los medios premian lo deportivo?

Este marco parecía necesitar la llegada de un contraejemplo y la jugadora Paige Bueckers, lo personifica a la perfección. Ambas tienen un historial similar, Bueckers llega para ser la otra gran jugadora blanca que puede llegar a brillar tanto como Caitlin. Para Bueckers, las buenas estadísticas tampoco son una novedad: viene destacando desde los 13 años cuando ya jugaba dos categorías por encima y, pese a tener que hacer un parón de algo más de una temporada en la liga universitaria por una lesión del ligamento cruzado anterior, acabó siendo elegida número uno en el Draft, cogiéndole el relevo a Clark.

Pero quizás las similitudes entre ambas no van mucho más lejos, pues Paige no ha dudado en mantenerse lo más alejada posible de los valores de los ultraconservadores. Ella no será tan querida por tantas marcas como su compatriota. Ella tiene claros sus principios y no tiene problemas en mostrarlos cuando el contexto lo exige.

En 2021, al recibir el premio ESPY a la mejor atleta universitaria en deportes femeninos, Paige no tuvo dificultades en señalar: «Con la visibilidad que tengo ahora como mujer blanca que lidera un deporte dominado por personas negras y que se celebra aquí, quiero arrojar luz sobre las mujeres negras», afirmó. «No reciben la cobertura mediática que se merecen. Han aportado mucho al deporte, a la comunidad y a la sociedad en su conjunto, y su valor es innegable». La realidad es que el 80% de los premios postemporada de la WNBA los ganaron jugadoras afroamericanas, en ese año donde Buecker recibió el galardón.

Por todo esto, quizás no fue sorpresa que en 2023, a pesar de que nueve de las diez titulares del All-Star Game —partido de exhibición deportivo que reúne a las mejores jugadoras de la liga— eran negras, la jugadora seleccionada para la portada de la NBA2k24 —serie de videojuegos de baloncesto— fue la escolta suplente Sabrina Ionescu, que sí era blanca. Como apunta la revista The Athletic, «la decisión de NBA2K24 de pasar por alto a varias jugadoras negras dominantes, entre ellas A’ja Wilson y Jonquel Jones, estrellas de la primera línea que ganaron el MVP de la liga en 2020, 2021 y 2022, fue especialmente llamativa». 

Como ya decía el personaje de Antón Ego en Ratatouille: «En ocasiones el crítico, si se arriesga cada vez que descubre y defiende algo nuevo, el mundo suele ser cruel con el nuevo talento; las nuevas creaciones, lo nuevo, necesita amigos». En este caso, ya no solo lo nuevo, sino también lo diferente, aquello que rompe unos moldes que raramente han sido cuestionados, pide a gritos ese lugar del que es destronado una y otra vez. 

Solo cabe esperar que las marcas sepan leer el talento y el potencial donde los medios no quieren poner el foco y la jugadora Angel Reese puede que sea ese cambio de paradigma. Han pasado bastantes años, pero este es sin duda el momento para defender lo nuevo y ahora sí es una mujer afroamericana, con un gran talento bajo sus hombros, quien defenderá la portada del NBA2K26. Esta jugadora llega para eclipsar con su talento en la cancha y su aura también se mide en audiencia y en popularidad —cuenta con 5 millones de seguidores en Instagram—.