Un grupo de físicos de la Academia Austriaca de Ciencias ha desarrollado un protocolo que permite invertir el curso del tiempo… al menos para una partícula cuántica. Aunque este experimento no desafía el flujo temporal en nuestro mundo cotidiano, supone un paso trascendental en el campo de la computación cuántica, tal y como indican en JVTech.
En la vida real, un vaso roto no se recompone ni una taza puede volver a la mesa por sí sola. Pero en el terreno de la física cuántica, las reglas no son tan rígidas. Los investigadores han diseñado un «interruptor cuántico», un mecanismo capaz de revertir el estado de una partícula sin necesidad de medirla directamente. Este punto es fundamental, ya que cualquier observación tradicional destruye el delicado estado de superposición cuántica en el que una partícula puede estar simultáneamente en dos estados distintos (como un cúbit, que puede ser 0 y 1 a la vez).
La técnica funciona como una especie de «rebobinado controlado» del comportamiento de una partícula. Para ilustrarlo, los científicos comparan el proceso con una partida de ajedrez donde se puede deshacer una jugada sin necesidad de analizar el tablero por completo ni conocer la posición exacta de las piezas.
El protocolo permite intervenir en todas las trayectorias posibles que podría seguir una partícula, forzándola a volver a un estado específico del pasado. Esta maniobra, que solo es posible en sistemas cuánticos de dos niveles, no solo afecta a fotones, sino que puede aplicarse también a otras partículas en condiciones similares.
Aunque aún lejos de cualquier aplicación en el mundo macroscópico o en humanos, como aclara el investigador Miguel Navascués, el descubrimiento representa una herramienta poderosa para corregir errores en computadoras cuánticas. La posibilidad de cancelar operaciones fallidas sin destruir la información original es clave para avanzar hacia sistemas cuánticos más estables y funcionales.
Lejos de las fantasías cinematográficas sobre viajes en el tiempo, este avance es un fenómeno puramente cuántico que, por ahora, no tiene impacto fuera del laboratorio. Sin embargo, su potencial en la evolución de la tecnología cuántica es innegable, y marca un nuevo hito en el camino hacia ordenadores mucho más potentes y precisos que los actuales.