En lo alto de una colina, al final de un camino sin asfaltar que serpentea desde el pequeño núcleo de Forada, se encuentra Can Frit, una antigua finca reconvertida en vivienda contemporánea tras un proceso largo, complejo y profundamente creativo. El proyecto, firmado por el arquitecto Jaime Romano con interiorismo de Roberta Jurado, se levanta sobre los cimientos de una construcción de más de 300 años, con una fuerte impronta patrimonial. La reforma inicial, que ya estaba en marcha cuando el arquitecto fue llamado a continuarla, se topó con un primer obstáculo: la negativa de las autoridades a aprobar el plan original. A partir de ahí, comenzó una relectura completa del proyecto, que mantuvo la esencia de la finca ibicenca tradicional mientras introducía un lenguaje sobrio, actual y abierto al paisaje.

Dos niveles conectados al exterior

La vivienda se organiza en dos niveles escalonados, con cuatro dormitorios en la planta inferior y una gran sala en forma de L en el nivel superior, que actúa como acceso principal y alberga salón, comedor y cocina. Esta estancia principal se abre completamente a través de ventanales correderos que se retraen en los muros, disolviendo los límites entre interior y exterior. Como solución técnica y estética, se instalaron cables tensados de acero náutico a modo de barandilla para maximizar las vistas al bosque y al valle.

En el interior, los materiales tradicionales, esto es piedra, sabina, cal, se reinterpretan con sensibilidad contemporánea. La piedra fenicia de las paredes fue restaurada, sellada y teñida en un tono arena, mientras que las vigas de sabina se lijaron y trataron con un barniz al agua para lograr un acabado más claro, entre el ocre y el miel. El suelo de toda la casa se resolvió con un pavimento continuo de cemento pigmentado, una baldosa hidráulica aplicada con técnica mallorquina que confiere al conjunto una textura sedosa y una luminosidad contenida.

Un acceso en piedra y madera

La puerta rústica de madera recuperada, enmarcada por un muro de piedra tradicional, marca el acceso a la zona de piscina. Desde este punto se observa el carácter aterrazado del jardín y la integración orgánica del conjunto con el paisaje.

Manolo Yllera / Estilismo: Amaya de Toledo
Bouchra Boudoua

Noticia relacionada

Bouchra Boudoua, artista: «Todo lo que sé lo aprendí de los viejos artesanos de Marrakech. Sus talleres fueron como volver al colegio»

Como no podía ser de otra forma, el blanco impoluto se impone en toda la vivienda, haciendo de cada estancia un lienzo limpio que va siendo salpicado por pinceladas de color en forma de mobiliario, piezas de arte o accesorios. Rojos, negros, azules pero también ocres y verdes para textiles se suceden en cada espacio. La madera y la piedra completan este cuadro perfecto.

Recuperar y transformar

«Las fincas históricas suelen ser introspectivas, pero Can Frit subvierte esa norma respetuosamente», señalan. En los dormitorios, la búsqueda de apertura se materializa en ventanas correderas de bolsillo que desaparecen dentro del muro, permitiendo que el paisaje inunde literalmente las estancias. La misma lógica se aplica a la ventilación y el confort: los aparatos de climatización están ocultos tras estanterías hechas a medida, que combinan almacenamiento con integración técnica y decoración con libros, cerámicas y objetos personales.

De todos los cambios que se produjeron el del baño principal es uno de los más llamativos, pues está ubicado donde antaño estuvo la cocina de la finca. De hecho, el antiguo horno de pan de leña ha sido reconvertido en una cúpula escultórica que filtra la luz y actúa como pieza central del espacio. Esta operación, sencilla pero rotunda, resume el espíritu de todo el proyecto: recuperar con respeto, pero transformar con inteligencia.

Abrazada a la naturaleza

La casa se abre y abraza, literalmente, el entorno natural.

Manolo Yllera / Estilismo: Amaya de Toledo

La escalera interior, resuelta con una estructura helicoidal prefabricada, muy habitual en salidas de emergencia hoteleras, se adapta con precisión casi quirúrgica a la geometría de la casa, aportando una solución eficaz y limpia. El gesto más escenográfico lo aporta una chimenea suspendida Gyrofocus, que articula el salón con una presencia escultórica pero discreta, perfecta para las noches más frescas. El conjunto se completa con un diseño paisajístico a cargo de Jaume Guasch, que retoma la flora autóctona para naturalizar la transición entre lo construido y el entorno. Así, la vivienda se enraíza literalmente en el terreno, pero desde una lectura contemporánea, silenciosa y libre de folclorismos.

Salón rústico

Noticia relacionada

La transformación de un monasterio del siglo XVIII en una casa rústica en Ibiza: «Hasta los monjes se rendirían a este nuevo escenario»

Si quieres estar al día de todo lo que publicamos en www.arquitecturaydiseno.es, suscríbete a nuestra newsletter.