El dibujante y grabador asturiano José Fernández Cuevas (Oviedo, 1844-Madrid, 1929) dedicó toda su vida al «trabajo liberal de retener en líneas perdurables las bellezas fugitivas de su patria -tipos y costumbres de una época- para deleite de sus contemporáneos y de las generaciones venideras». Así se le define en una carta, muy probablemente escrita por Ramón Pérez de Ayala, donde se pedía al Instituto Cervantes que auxiliase, en su desvalida vejez en Madrid, a un artista olvidado pero que, en la cumbre de su carrera, había llenado las revistas ilustradas de su época con un sinnúmero de obras sobre Asturias y los asturianos. Nadie se acordaba ya del anciano Cuevas pero este asturiano en Madrid, había fijado con sus dibujos en la memoria colectiva la imagen de la Asturias tradicional. Aún hoy «aquella Asturias» es la que nos legó Cuevas.

La litografía de 43,2 x 32 centímetros obra de José Cuevas. | MUSÉU DEL PUEBLU D’ASTURIES

La litografía de 43,2 x 32 centímetros obra de José Cuevas. / MUSÉU DEL PUEBLU D’ASTURIES

«Fue el artista más relevante que ha dado Asturias a la ilustración gráfica española, tanto por la amplitud de su obra como por haber reflejado en ella una imagen precisa y rica en matices de su país natal. Era un artista realista y muy riguroso, absolutamente honesto con la plasmación de la verdad», afirma Francisco Crabiffosse, uno de los grandes especialistas de la obra de Cuevas, ampliamente representada en la exposición «Líneas al vuelo» sobre la ilustración y diseño gráfico en Asturias entre 1879 y 1937, producida por el Muséu del Pueblu D’Asturies.

Precisamente esta última institución museística acaba de adquirir una litografía de la Catedral de Oviedo, obra de José Fernández Cuevas que se basa en una fotografía de Laureano Gordón, impresa hacia 1861 en el taller litográfico de este último, que fue uno de los primeros litógrafos instalados en Asturias. En concreto, en la calle Rosal de Oviedo, donde abrió su empresa en torno al año 1850. Posteriormente se trasladaría a la calle San Francisco n.º 1. Allí estuvo su taller hasta 1864 cuando se muda a San Sebastián. Gordón, profesor ayudante en la Escuela de Bellas Artes de Oviedo, imprimió estampas religiosas y algunas vistas de Avilés, Gijón y Oviedo. «Aunque casi no se conocen ejemplares de estos trabajos», apunta Juaco López director del Muséu del Pueblu d’Asturies. De ahí la importancia de esta pieza adquirida recientemente por su museo. Pero tiene un valor añadido: «La litografía de la catedral de Oviedo fue hecha por un joven José Cuevas, tendría unos 17 o 18 años, y en ella ya muestra unas dotes excepcionales para el dibujo y la litografía. Es el primer trabajo conocido hasta ahora de este ilustrador ovetense».

Un asturiano emigrante creó la imagen de la Asturias tradicional

Una ilustración de José Fernández Cuevas. / MUSÉU DEL PUEBLU D’ASTURIES

Esta litografía de la catedral ovetense tiene otra peculiaridad. La explica Juaco López: «La imagen está tomada de una fotografía hecha por Laureano Gordón, que hizo esta fotografía desde la cubierta del Hospital de Santiago, que estaba anexo a la antigua parroquia de San Juan, en la calle Schulz (actual Colegio de Abogados). En aquellos años existía delante de la Catedral una plaza que impedía tomar fotografías al templo y su torre, y por eso los fotógrafos subían hasta esta cubierta del Hospital de Santiago, como hizo Charles Clifford en 1854».

El director del Muséu del Pueblu D’Asturies coincide con Crabifosse en que «Fernández Cuevas fue el gran dibujante y litógrafo asturiano de la segunda mitad del siglo XIX. La imagen de Asturias de ese momento la creó José Cuevas a partir de los numerosos dibujos que publicó de paisajes, ambientes y costumbres de Asturias».

José Fernández Cuevas y García de la Mata estudió en la Escuela de Dibujo de Oviedo y fue discípulo de Vicente Arbiol. De su mano se inició en la técnica litográfica. En torno al año 1867 Cuevas se trasladó a Madrid. Allí demostró que era un trabajador incansable. Su obra apareció en numerosas revistas: «La Ilustración Gallega y Asturiana», «La Ilustración Cantábrica», «La Ilustración Española y Americana», «La Ilustración Artística», «El Mundo de los Niños». También «en cubiertas de partituras musicales, libretas escolares de dibujo y otros muchos trabajos», apunta Juaco López. Se convirtió, indica Crabiffosse, en «intérprete prácticamente único de los rasgos distintivos del paisaje, tipos, costumbres y monumentos de Asturias, y esa condición primera y original lo convertirá en maestro y referente de generaciones siguientes». En la segunda década del siglo XX ya casi nadie recordaba su nombre y su obra. «De esa marginación vendrán a rescatarlo las más prominentes personalidades asturianas del Madrid de 1923», precisa Crabiffosse. Escribieron al conde de López Muñoz, presidente del Instituto Cervantes, para que ingresara a Cuevas en la Residencia de Escritores y Artistas. En esa carta recordaban al conde que de la mano de este anciano desvalido habían salido estampas que ya se habían convertido en «documentos históricos» a los que los asturianos de la capital acudían para contemplarlos «con admiración, con ternura y acaso con nostalgia».