Vedat Muriqi no atraviesa un buen momento. Los 39 minutos que disputó ante el Barcelona antes de ser expulsado sirvieron para comprobar que el atacante kosovar, recientemente renovado hasta 2030, sigue de capa caída y en un nivel de juego muy alejado de lo que mostró en su primera temporada y media como bermellón. Por el momento, con Larin fuera de servicio, un Abdón que no cuenta con mucha confianza y la incógnita sobre Mateo Joseph, el gol depende en gran parte de él, por lo que el cuerpo técnico tiene mucho trabajo por delante para intentar recuperar su mejor versión o el Real Mallorca lo pasará muy mal.
Ya la pretemporada de Muriqi no ha sido la mejor, a pesar de que el club le ofreció una confianza sin igual al renovar su contrato dos temporadas más cuando todavía le restaban dos años en su actual contrato.
El atacante, por su particular físico, necesita quizá más tiempo para alcanzar un estado de forma óptimo, algo que le ha castigado tras sus lesiones con Kosovo, con tiempos de recuperación largos. En los partidos en los que participó, tanto los disputados en la isla como en el ‘stage’ en Austria, el delantero no destacó y se le vio falto de confianza, pese a marcar un gol de penalti.
Este pasado sábado, ante el Barcelona, no había ninguna duda de que sería el delantero titular. El plan de partido no era ni mucho menos el ideal para un jugador de su perfil: alejado del área prácticamente en todo momento y con muchos metros por delante que correr. Pero al ‘7’ bermellón se le vio falto de confianza ante la portería rival y errático en acciones que antes dominaba a la perfección.
Sujetado por un Araujo que gozó de la permisividad arbitral de Munuera Montero, a duras penas consiguió aguantar el balón en acciones de juego en largo para descargar de cara a sus compañeros. Lento en ocasiones en las que la jugada demandaba un toque rápido para liberar de la presión al equipo, fue en el área de Joan García donde desesperó a parte de la afición presente en Son Moix.
Primero al querer dejar de tacón un envío raso de Mojica cuando tenía todo a favor para disparar a puerta, y después al desperdiciar una gran asistencia de Mateu Jaume con un chut flojo y centrado a la altura del punto de penalti. Dos acciones erradas ante un rival al que no hay que perdonar.
La roja, en el minuto 39, fue el final de pesadilla para su partido –y para el del Mallorca en general–. El VAR castigó lo que en el campo quedó en amarilla. Pero ya se está convirtiendo en costumbre ver alguna roja de más. El curso pasado una peineta en Las Palmas y un intento de proteger la pelota ante el Girona le costaron la expulsión. Muriqi, que no jugará ante el Celta, debe hacer lo imposible por volver a encontrarse para salir de una crisis que no le deja brillar.
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