Sotogrande, en la costa gaditana, es conocida por su lujosa oferta inmobiliaria. Pero en este caso estamos ante un ejercicio de refinamiento más sutil, alejado de cualquier atisbo de ostentación.

De entrada, la vivienda, ubicada en una parcela de cerca de 1.700 m2, tiene unas dimensiones generosas, pero no imponentes: 465 m2. Según Carlos García Garzón, de Angar Arquitectos, responsable del proyecto arquitectónico, «esta residencia se erige como un ejemplo de equilibrio entre tradición y modernidad. Su volumetría limpia y escultural, compuesta por cuerpos ortogonales que se entrelazan con el paisaje, transmite una elegancia serena y atemporal. El revestimiento continuo en tonos arena, de acabado mate, recuerda a los antiguos estucos mediterráneos, aportando calidez y discreta sofisticación. Este tratamiento otorga a la vivienda una pátina orgánica que dialoga con la vegetación circundante».

AyD MA(Sotogrande) 51

Con el objetivo de reforzar la conexión entre interior y exterior, cada estancia de la vivienda ha sido diseñada para mantener un vínculo directo con el entorno natural. El mortero de cal, aplicado en la fachada y los interiores, confiere textura, calidez y una lectura continua del conjunto.

Eugeni Pons

Al tratarse de una casa de veraneo, el objetivo principal era diluir los límites entre el interior y el exterior, integrándolos en un único concepto habitable. “La casa debía ser estética, funcional y honesta, construida con materiales naturales que envejecieran con belleza y acompañaran la evolución de sus habitantes”, señalan desde MA&Partners, autores del interiorismo. 

Con el objetivo de reforzar esa fluidez espacial entre dentro y fuera, cada estancia ha sido diseñada para mantener un vínculo directo con el entorno natural. La disposición de los volúmenes y la cuidadosa orientación de las aberturas buscan siempre enmarcar vistas concretas, integrando el paisaje verde con la materialidad y la espacialidad interior, al tiempo que permiten la entrada generosa de luz natural en todos los espacios.

La casa, de dos plantas, se articula en forma de una L que da la espalda al acceso desde la calle y se abre al jardín interior con piscina. En el nivel inferior, la zona de día se dispone en el centro, acompañada de un espacio de trabajo en el vértice de esa L y de tres dormitorios en los extremos de la figura. En la primera planta se ubica la suite principal, que disfruta de su propia terraza, y otros dos dormitorios con sus respectivos baños.

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Junto con los clientes, se optó por una paleta material natural y atemporal, capaz de envejecer con dignidad y acompañar la evolución vital de quienes habitan la casa. El pavimento de piedra caliza en planta baja refuerza la conexión con el jardín, mientras que el parquet natural en la planta superior marca un cambio de atmósfera hacia una zona más íntima y serena, dedicada al descanso. La utilización de piedra natural en encimeras de cocina y baños refuerza la coherencia material del proyecto, mientras que el mortero de cal, aplicado tanto en el interior como en el exterior, confiere textura, calidez y una lectura continua del conjunto arquitectónico.