Dura de manos, guerrera, cumplidora y zurrada en el caballo, de entrega y condición desiguales en la muleta, la corrida de Dolores Aguirre se vendió … cara. Para los toros de sobresaliente trapío, tercero, cuarto y sexto, hubo aplausos de salida entreverados de vivas a la ganadera. Y para la mayoría, en el arrastre también.

Para el primero, pronto y codicioso, caudalosas embestidas, el reconocimiento de la vuelta en el arrastre. Fue con diferencia el toro de la corrida. El menos ofensivo de los seis. Y el más ligero: 550 kilos de un promedio de 575.

Colorado, pinta no exótica pero rara en la ganadería, pechugón, muy bonito, de aire alegre desde la salida, fijo en seguida, tomó tres varas. Suelto de la primera, solo la segunda contó en serio, la tercera no pasó del mero picotazo. Para entonces ya había tomado el mando Damián Castaño, el torero de la casa. Su cuarto encuentro consecutivo con una de Dolores en Bilbao. No lo había tenido tan claro nunca.

Juan Leal tuvo muchas dificultades con la espada.

Juan Leal tuvo muchas dificultades con la espada.

EFE

El manejo del toro en el primer tercio fue sencillo, y más para un experto. El gobierno en la muleta, no tanto, porque, reclamado y traído en la distancia, de punta a punta y de una raya a otra o hasta el platillo en cinco ocasiones, el toro pesó en todos los viajes, no solo en los de apertura de tanda sino, sobre todo, en las repeticiones. Las dos primeras tandas en redondo, ligadas, encajado y hábil Damián para irlo abriendo y corriendo la mano con seguro dominio, se celebraron de verdad. Con ellas quedó marcado el signo de la faena, que no alcanzó después el nivel explosivo de las dos primeras tandas pero tuvo su emoción y su verdad. El toro se coló por la mano izquierda y en momentos de precipitación se llegó a meter dos veces por la derecha, que fue la mano buena. Una estocada apurada, rodó el toro sin puntilla y al punto estaba Damián en la boca de riego alzando los brazos porque se sintió triunfador. De los muchos que lleva cobrados, este fue el toro de Dolores que seguramente menos le haya hecho sufrir.

  • Bilbao. 2ª de las Corridas Generales.
    3.500 almas. Templado, nubes y claros. Dos horas y media de función.

  • Los toreros:
    Damián Castaño, una oreja y ovación. Juan Leal, división tras dos avisos y pitos. Jesús Enrique Colombo, silencio en los dos.

  • Los toros:
    Seis toros de Dolores Aguirre. El primero, Yegüizo, premiado con la vuelta al ruedo.

Con el toro redondo entró en lote un negro chorreado muy alto de cruz que imponía por delante, cosió a cornadas el peto del caballo de pica antes de salirse suelto, echó la cara arriba en banderillas y habría hecho sufrir a más de uno a pesar de su fondo de nobleza. No se sabe si al propio Damián Castaño, que apostó de nuevo por la fórmula de los cites a distancia, solo que sin poder meter al toro en el engaño. Una primera tanda de cuatro en redondo cosida con dos de pecho fue el logro más brillante de un trasteo medido, brillante una tanda con la izquierda con la distancia acortada, resuelto cuando el toro empezó a quedarse debajo, y entonces un desarme. Dos pinchazos. Del segundo salió muy dolido Damián de la muñeca. En tablas se echó el toro cuando parecía obligado descabellar. Los dos toros tan distintos del lote llevaban el mismo nombre: Yegüizo.

Colombo, que acusó su mes de inactividad, se dispone a banderillear.

Colombo, que acusó su mes de inactividad, se dispone a banderillear.

EFE

Abanto y bufador de partida, descompuesto en banderillas mientras buscaba salida, el segundo fue toro probón. Tomado en corto por un firme Juan Leal, que lo llevó tapado, tuvo que asirse al lomo cuando se le revolvió más de una vez el toro sin despegársele y le pegó una tanda de naturales casi por sorpresa. Una entera contraria, dos pinchazos y hasta seis golpes de cruceta. En cada intento marrado, el toro, aconchado en tablas, bramó furiosamente. El tercero, de hondo cuajo, se lastimó una mano en las primeras probaturas de un Colombo solo discreto en banderillas y solo cupo rematar de estocada desprendida sin puntilla.

Los dos últimos fueron los toros de más plaza de todos. Los dos contaron con el favor incondicional de los toristas radicales. En parte, por su monumental presencia: largos, amplios, levantados, muy armados. El quinto miró por encima de las esclavinas, esperó y cortó en banderillas, se apoyó en las manos, no descolgó. Ingrata porfía de Juan Leal. Distraído y suelto, a su aire, apenas sometido en una primera tanda de mano baja, dejó a Colombo en evidencia. Era su reaparición tras un mes en el dique seco. Lo acusó.