Cada vez hay más evidencia científica que respalda el papel del ejercicio físico como un aliado clave en el tratamiento del cáncer. Más allá de ser solo una estrategia para mantenerse activo, la actividad física, cuando se adapta a las capacidades y condiciones de cada paciente, puede contribuir significativamente a aliviar muchos de los efectos secundarios asociados a la enfermedad y sus terapias.

Entre sus beneficios se encuentran la reducción de la fatiga, la preservación de la masa muscular, la mejora del estado de ánimo e incluso, en algunos casos, una mayor tolerancia a tratamientos como la quimioterapia o la radioterapia.

Aunque todavía hay barreras para incorporar el ejercicio en la rutina de los pacientes con cáncer como la falta de información o los miedos de los propios pacientes, ya se están poniendo en marcha iniciativas muy prometedoras. Una de ellas es la que se desarrolla en Salamanca, donde se llevan a cabo programas de ejercicio terapéutico diseñados específicamente para personas con diferentes tipos de cáncer, sin importar la etapa de la enfermedad.

Estos programas son parte de proyectos de investigación, en los que fisioterapeutas, médicos y otros profesionales de la salud trabajan en equipo para medir, con datos científicos, cómo el ejercicio mejora la salud física, emocional y la calidad de vida de los pacientes.

Los programas de ejercicio que se están llevando a cabo consisten en actividades físicas adaptadas a cada paciente, con especial atención al fortalecimiento muscular. Son ejercicios seguros, personalizados y supervisados por profesionales, que se realizan en sesiones de aproximadamente 50 minutos, ya sea en pequeños grupos o de forma individual. Todo está cuidadosamente planificado, con objetivos claros y medibles.

A continuación, conoceremos más a fondo en qué consisten estos programas, cómo se desarrollan, quién puede participar y qué opinan las personas que ya los han probado. Además, abordaremos una idea fundamental como es hacer ejercicio durante el tratamiento del cáncer no solo es posible, sino que puede convertirse en una parte muy valiosa del proceso de recuperación, siempre que esté bien adaptado y supervisado. Tal como explica la doctora Yolanda López Mateos, oncóloga e impulsora de esta iniciativa en Salamanca, el ejercicio terapéutico está demostrando ser una forma efectiva de acompañar al paciente más allá de los tratamientos médicos.

¿Cuáles son los beneficios del ejercicio terapéutico en personas con cáncer?

Según la doctora López Mateos, “actualmente hay muchas líneas de investigación, tanto nacionales como internacionales, que están evaluando los efectos del ejercicio físico en los pacientes con cáncer, y demuestran que su práctica mejora síntomas muy frecuentes, como la fatiga, la pérdida de masa muscular y fuerza (sarcopenia), que conllevan un deterioro funcional progresivo. También se observa una mejoría en síntomas emocionales, como la ansiedad y la depresión, que pueden aparecer en cualquier fase de la enfermedad”.

La oncóloga señala que el ejercicio físico “se asocia a una mejor tolerancia a los tratamientos oncológicos y parece estar relacionado con una mejora de la supervivencia y una reducción del riesgo de recaída”. Sin embargo, también reconoce que todavía hay obstáculos importantes para su integración en la práctica clínica diaria. “A pesar de la evidencia disponible, existen desafíos como la falta de programas personalizados, el desconocimiento por parte de muchos profesionales de la salud sobre cómo prescribir ejercicio, y también las barreras físicas y psicológicas que tienen los propios pacientes para iniciar la actividad física”, añade.

Por eso, insiste en la importancia de seguir investigando y desarrollando iniciativas como la que se está llevando a cabo en Salamanca. “Estos programas no solo ofrecen beneficios evidentes para los pacientes, sino que también contribuyen a generar datos que nos permitan impulsar un cambio real en el enfoque del tratamiento del cáncer”, concluye.

¿Qué tipos de ejercicios terapéuticos se realizan y en qué consisten?

Una de las claves del éxito de estos programas es que los ejercicios no se proponen de forma general, sino que están cuidadosamente diseñados y adaptados a las necesidades y capacidades de cada paciente. Tal como explica la doctora Yolanda López Mateos, “los programas que estamos llevando a cabo se centran principalmente en el ejercicio de fuerza, ya que está demostrado que tiene un impacto directo en la mejora de la capacidad funcional y en la calidad de vida de las personas con cáncer”.

Se trata de intervenciones estructuradas que duran entre 8 y 12 semanas, con dos sesiones semanales de aproximadamente 50 minutos. “Cada sesión incluye una fase de calentamiento inicial, ejercicios de fuerza como empujes o arrastres que son adaptados según la condición física de cada paciente y una parte final de enfriamiento”, detalla la oncóloga.

Además, se realiza una evaluación individualizada antes de comenzar, durante el desarrollo del programa y al finalizarlo, para medir la evolución en distintos parámetros físicos y emocionales.

¿Por quiénes están pautados los ejercicios y cómo se adaptan según el tipo de cáncer o el estadio de la enfermedad?

Una de las grandes fortalezas de estos programas es la supervisión profesional. Tal como explica la doctora Yolanda López Mateos, “los ejercicios son pautados y supervisados por fisioterapeutas especializados, que trabajan en coordinación con el equipo médico para adaptar cada sesión a las necesidades específicas del paciente”.

A diferencia de lo que podría pensarse, el tipo de cáncer o el estadio de la enfermedad no son los factores determinantes para definir el programa. “Lo que realmente se tiene en cuenta es el estado funcional del paciente, es decir, cómo se encuentra físicamente al inicio, y si presenta alguna alteración que deba considerarse, como puede ser la presencia de una ostomía o un linfedema”, aclara la oncóloga.

Gracias a esta adaptación individual, se ha comprobado que el ejercicio terapéutico es seguro y beneficioso en prácticamente todos los tipos de cáncer y en cualquier fase de la enfermedad, siempre que se respete la condición física de la persona y se realice con supervisión adecuada.

¿Cuántas personas hay actualmente participando en el programa y cuándo comenzó esta iniciativa?

Tal como explica la oncóloga Yolanda López Mateos, “se trata de proyectos concretos de investigación en ejercicio y cáncer que se van abriendo con un número determinado de sujetos y cerrando según se alcanza ese número predeterminado”.

El equipo investigador está formado por profesionales de distintas áreas de la salud especializados en oncología, hematología, rehabilitación, ejercicio físico y análisis de biomarcadores. “La colaboración comenzó en mayo del año 2024 con un proyecto piloto realizado en pacientes con cáncer colorrectal, que fue el primero en ponerse en marcha en Salamanca con estas características, y alcanzó unos excelentes resultados y aceptación”, señala la doctora.

Desde entonces, se han realizado de forma continuada intervenciones en diferentes grupos de pacientes con cáncer de mama, colorrectal, pulmón, mieloma múltiple y leucemia linfocítica crónica. “Hasta el momento hemos atendido a cerca de 150 personas en Salamanca que están siendo sometidas a tratamiento activo contra el cáncer”, concluye.

¿Cómo tienen que hacer los pacientes para apuntarse y qué indicadores se usan para evaluar su capacidad funcional?

Según explica la doctora Yolanda López Mateos, “los pacientes son seleccionados desde las consultas de oncología y hematología para participar en los distintos proyectos de ejercicio terapéutico”. No se trata de un programa abierto a todos, sino que la inclusión depende de criterios clínicos definidos por el equipo médico.

Para medir los efectos del ejercicio y cómo evolucionan los pacientes, “utilizamos varias pruebas y cuestionarios que están científicamente validados para obtener resultados fiables”, aclara la doctora López Mateos.

“Para evaluar el estado funcional del paciente usamos la prueba ‘Short Physical Performance Battery’ (SPPB), que nos da una idea clara de su capacidad física general”. Manifiesta la oncóloga.

En cuanto a la calidad de vida, “empleamos el ‘Cuestionario de Calidad de Vida de la Organización Europea para la Investigación y el Tratamiento del Cáncer’ (EORTC QLQ-C30), que nos permite valorar cómo la enfermedad y el tratamiento afectan al día a día de la persona” declara López Mateos.

Para detectar síntomas emocionales como ansiedad y depresión, la doctora esclarece que “utilizamos el ‘Cuestionario de Salud del Paciente-9’ (PHQ9) y la ‘Escala del Trastorno de Ansiedad Generalizada’ (GAD-7)”. Además, para conocer cómo está el sueño de cada paciente, “aplicamos la ‘Escala Atenas de Insomnio’”.

En relación a la fuerza muscular, que es clave para detectar sarcopenia, la pérdida de masa y fuerza muscular, tal y como expresa la oncóloga realizan dos pruebas la ‘Fuerza de Prensión Manual’, que mide la fuerza de agarre con un dinamómetro, y el test de las cinco sentadillas, que evalúa cuánto tarda el paciente en levantarse y sentarse cinco veces seguidas sin apoyo.

Del mismo modo, los profesionales médicos estudian la composición corporal con un método llamado bioimpedanciometría eléctrica, “que nos permite estimar la cantidad de masa muscular analizando la conductividad eléctrica del cuerpo, usando un aparato específico llamado ‘Body Composition Analyzer TANITA BC-418’”.

Para conocer el nivel de actividad física habitual, realizan el Cuestionario Internacional de Actividad Física (IPAQ). Y, por último, se analizan biomarcadores en sangre, como citoquinas y otros indicadores relacionados con la inflamación, para comprender mejor cómo el ejercicio afecta al organismo.

¿Hay diferencias significativas en los efectos del ejercicio entre tipos de cáncer?

La doctora Yolanda López Mateos aclara que, más allá del diagnóstico concreto, lo que realmente determina la inclusión en estos programas es el estado general del paciente. “No es el tipo de cáncer lo que se tiene en cuenta, sino las características funcionales de cada persona, cómo se encuentra físicamente, si tiene alguna limitación específica, y si está en condiciones de realizar ejercicio adaptado”, señala.

Hasta el momento, los datos recogidos muestran que los beneficios del ejercicio terapéutico se han observado en todos los tipos de tumores en los que se ha trabajado, añade la oncóloga.

¿De dónde viene la financiación del proyecto?

Estos programas de ejercicio terapéutico no serían posibles sin un respaldo económico que permita su desarrollo en condiciones adecuadas. Tal como aclara la doctora Yolanda López Mateos, “la financiación es, en su mayor parte, pública, a través de distintas convocatorias de ayudas a la investigación”.

Además, el equipo investigador complementa estos recursos buscando apoyo en el ámbito privado, “presentando los proyectos a entidades y asociaciones que puedan estar interesadas en colaborar o aportar fondos”.

¿Qué opinan los pacientes que participan en este programa? ¿Qué les motivó para iniciarse?

La respuesta de los pacientes ha sido muy positiva. La oncóloga López Mateos, afirma que “todos los pacientes que he remitido desde mi consulta han transmitido un feedback muy positivo, tanto en lo funcional como en lo emocional. Muchos han experimentado mejoras en su estado físico, en el ánimo y en su capacidad para afrontar los tratamientos».

Además, destaca un aspecto especialmente valioso y es que “la mayoría de ellos, una vez terminado el programa, han decidido seguir practicando ejercicio físico de forma regular”.

¿De qué franja a que franja de edad pueden participar?

La participación en estos programas no está limitada por la edad. Tal como aclara la doctora Yolanda López Mateos, “la edad no es un criterio de inclusión o exclusión, lo que realmente valoramos es el estado general del paciente y que no existan contraindicaciones médicas para realizar ejercicio físico ni impedimentos para hacer las pruebas de evaluación”.

Esto permite que personas muy diferentes entre sí, tanto jóvenes como mayores, puedan beneficiarse del programa si se encuentran en condiciones adecuadas. Lo importante es que el ejercicio se adapte a cada caso, respetando los límites y necesidades individuales.