Si algo juega en contra del debut como realizadora de Céline Sallette es precisamente el magnetismo y el carisma de esta actriz felina –cautivadora en L’Apollonide, Corporate o la serie Vernon Subutex–, que ha preferido desaparecer detrás de la cámara. La echamos de menos. Pero, al mismo tiempo, aunque este biopic de la modelo metida a artista Niki Saint-Phalle pueda parecer un pelín demasiado académico, también se nota que ha puesto mucho de sí misma en el personaje que interpreta Charlotte LeBon.
Niki es la historia de la víctima de un oscuro trauma que, como era menester en los años 50, es rebajado a base de electrochoques, el recurrente tratamiento que se infligía a las mujeres en la época para convertirlas en criaturas dóciles. El incestuoso origen del trauma va directamente debajo de la alfombra: la escena en la que el médico quema ante sus incrédulos ojos la única prueba de todos sus males simplemente clama al cielo. Los siempre excelentes Damien Bonnard y Judith Chemla, en la piel de Jean y Eva Tinguely, completan el cuadro personificando a los Nuevos Realistas, el movimiento pictórico nacido en un callejón de París en el que Saint-Phalle encontró refugio para llevar a cabo su particular catarsis creativa.
Estreno: 22 de agosto en cines