Si nos damos un paseo por la lista de las mejores películas según los usuarios de IMDb nos encontraremos en la primera posición con ese título infalible que es casi un eje vertebrador de la humanidad, Cadena perpetua. Si nos desplazamos un poco más hacia abajo, comprobaremos que cintas como Origen o El club de la lucha se quedan fuera de TOP 10 por los pelos. Pero si hacemos un poco más de scroll, descubriremos que dentro de las 50 primeras hay una algo más modesta que supuso una auténtico boom en los años noventa.

American History X fue una película cuyo éxito se debió en gran parte al boca oreja y que, año tras año, consiguió hacerse hueco en el corazón de los cinéfilos. Protagonizada por un emergente Edward Norton, recién salido del éxito de Las dos caras de la verdad, la película abordaba la historia de redención de Derek, un supremacista blanco que daba con sus huesos en la cárcel tras asesinar a un chico de color. Su paso por la prisión le transformará por completo, pero su viaje hacia la luz estará sembrado de no pocas sorpresas desagradables.

Dirigida por el debutante Tony Kaye, procedente del videoclip y la publicidad, la película suponía una apuesta de New Line Cinema por mostrar un duro retrato sobre el odio y la intolerancia, y el fichaje del cineasta parecía augurar una película con una visión artística potente. Sin embargo, los problemas no tardaron en aparecer, y el carácter del director pronto acabó chocando frontalmente con el de su estrella principal.

Según cuentan testigos y miembros del rodaje, Kaye se caracterizó muy pronto por su temperamento errático y excéntrico, sembrando un clima de incertidumbre entre un equipo que muchas veces no sabía qué dirección tomar. El más desestabilizado por esta situación fue el propio Norton, que años posteriores, y quién sabe si debido a su experiencia en este rodaje, acabó ganándose fama de meter las narices en el guion y el montaje de muchas de sus películas. 

«Una joya en bruto»

Si bien el rodaje se completó sin demasiados contratiempos y dentro del plazo acordado, las diferencias que se cocieron a fuego lento durante su desarrollo cristalizaron en el proceso de montaje, donde Norton y el propio estudio le arrebataron al cineasta el montaje final, decantándose por una visión menos oscura que la prevista inicialmente, que el propio director había calificado previamente de «joya en bruto».

Si en el montaje que llegó a las salas, Derek completaba un proceso de redención para descubrir al final cómo su hermano Danny (Edward Furlong) era asesinado en señal de venganza tras el asesinato que él cometió al inicio de la historia; en la versión de Kaye este hecho iba sucedido por el regreso de Derek al grupo supremacista.

«Llorando en los brazos de otro»

Impotente ante lo que el estudio y el actor estaban haciendo con su visión de la historia, Kaye decidió por todos los medios interrumpir el proceso, llegando a invertir 100.000 dólares de su propio bolsillo para comprar espacios en renombrados medios como Variety y The Hollywood Reporter y hacer público su desacuerdo. 

 «La película que estrenaron estaba llena de tomas de todos llorando en los brazos del otro. Y, por supuesto, Norton se había dado generosamente más tiempo en pantalla, afirmó el cineasta, que incluso llegó a pedir que su nombre fuera retirado de los títulos de crédito. 

Ninguna de sus peticiones fue atendida, por lo que decidió demandar tanto al estudio como al Sindicato de Directores por valor de 200 millones, argumentando que su reputación había quedado perjudicada y que se había vulnerado su control creativo. 

Una filmografía escasa

Sea como fuere, nada de esto prosperó y el gran salto a la primera línea de Hollywood nunca se materializó, quedando su carrera reducida dos largometrajes más, uno protagonizado por Adrien Brody 13 años después (El profesor) y otro que ha sido recientemente estrenado en el Festival Internacional de Cine de Roma y, el pasado mes de junio, en Tribeca (The Trainer).

«Estaba superado y era egoísta. Mi ego se interpuso en el camino. Eso fue totalmente mi culpa. En cierto modo, me alegro de que haya sucedido porque necesitaba algunas lecciones de vida», concluye el cineasta, que se suma a la lista de directores malogrados que se quedaron a las puertas de una prometedora carrera en la industria

Tampoco le fue tan bien como parecía a un Edward Norton que, si bien fue nominado al Oscar por su trabajo en esta película, acabó granjeándose con el tiempo una fama de difícil, lastrando con ello una carrera que también podría haber dado más de sí.