Está el río pamplonés revuelto a causa de la obra municipal estrella de la legislatura, la remodelación del paseo de Sarasate. Aunque me temo que, en este caso, no será para ganancia de pescadores o ciudadanos. El Gobierno municipal quiere aprovechar el profundo lavado de cara de nuestro bulevar principal para trasladar las seis estatuas de los reyes navarros a “un lugar tan privilegiado como la Taconera”, según declaraciones del alcalde en la prensa local.
Además de la comparativa obvia del privilegio de las ubicaciones entre el Paseo Sarasate y “algún lugar indefinido” de la Taconera, el argumentario en pro del traslado continúa con algún asunto estético que no parece del gusto del alcalde y la comparación con otras remodelaciones anteriores del urbanismo pamplonés que, en el mejor de los casos y siendo el alcalde un gran conocedor de la historia local, parecen cogidas con pinzas. Con todo, estos son los argumentos para el futuro traslado que, además de resultar forzados, vagos en su concreción y carentes de fundamento, pudieran derivar en una acción que traspase los límites de la legalidad.
Pero lo que resulta más interesante del asunto es tratar de descubrir qué hay detrás de esta decisión tan frágilmente razonada: las estatuas fueron elaboradas en un inicio para decorar el Palacio Real de Madrid junto con tantas otras de lo que pretendía ser una colección que reuniera a todos los reyes de España. Debido a una serie de sucesos históricos que no están del todo claros, las estatuas no permanecieron en el palacio y las relativas a los reyes navarros fueron trasladadas a Pamplona.
A la luz de lo descrito, de la historia política reciente de Pamplona, además del palmarés de decisiones de chovinismo exacerbado a las que nos tiene acostumbrados el actual gobierno abertzale, no creo que sea descabellado pensar que lo que realmente pesa en esta decisión es algo tan sentimentalmente primario y propio del hacer nacionalista como el hecho de que las estatuas hayan sido elaboradas en Madrid y hayan decorado el Palacio Real.
Me temo que, una vez más, las puntas de lanza ideológicas del progreso, gobernantes en Pamplona, muestran su aversión cerril a todo lo que no consideran patrio y evidencian en su hacer una forma de pensar obtusa, excluyente y semejante a las líneas de acción más proteccionistas de los gobiernos que tanto miedo les generan y que tienen a bien llamar “la ultraderecha”.
Arturo Lecumberri Martínez, vecino de Pamplona