Llegan al buzón dos libros de José Luis Cancho editados con delicadeza por papelesmínimos. El primer título Los refugios de la memoria es el volumen de unas memorias-bonsái, como el autor las denomina: toda una vida contada en 85 páginas. Cancho es poeta y novelista, pero por sus memorias conocemos que fue militante antifranquista a los 17 años. Fue torturado y arrojado desde la ventana de una comisaría. Cumplió tres años de cárcel. Con mucho menos, otros han inventado una épica de lucha antifranquista de cartón-piedra. Cancho narra aquellos años sin aspavientos, con naturalidad acompasada a un tono menor donde el rencor está ausente. Aprendió de nuevo a caminar y no dejó de hacerlo. Abandonó la militancia en el PC (i) y fue a buscarse por desiertos, selvas y aldeas abandonadas. Con el mismo procedimiento de contención y despojamiento retórico y vital, espiga su vida de nómada por Hispanoamérica: reduce un país en una frase; un océano, en dos. La austeridad no es sólo una actitud literaria del autor, sino también vital. Nos evita, como debe ser, las lecciones.
Ese despojamiento lo encontramos también en el diario El murmullo de los otros, libro de textura existencial en que la muerte de los amigos es una sombra que sobrevuela las páginas. Pero a la postre es un texto desintoxicante: no hay grasa retórica ni arrebatos expresivos. Es un libro generoso pues los principales protagonistas son los otros escritores a quienes admira: Miguel Suárez, Christian Bobin, Karmelo Iribarren, Miguel Casado, Pedro Ugarte… Si bien se piensa, hablar de los otros es una forma indirecta de hablar de uno y de su poética vital. Hay momentos emocionantes en la escritura de un hombre contemplativo, adjetivo cuya etimología nos remite a la observación atenta de algo sagrado o significativo. Cancho busca el silencio, que es una forma de desaparición: no ser uno para que “lo otro” se manifieste. Si la soledad mal llevada, muerde; Cancho la ha hecho suya; si sus memorias son un viaje, su diario es un reencuentro. Dos libros elegantes que, como toda buena literatura, tratan al lector como a un adulto.