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Lecturas (sesgadas) de verano
LLibros

Lecturas (sesgadas) de verano

  • 22/08/2025

Una ciudad se retrata en los libros de sus estanterías. En unos grandes almacenes de Madrid donde te da un corte inglés cada vez que tienes que pagar, la sección literaria está en una de las puertas de acceso, de manera que al entrar se proyecta la ciudad visitada, o al menos aproxima la oferta cultural de sus comerciantes. Si los libros están así colocados, es porque la expectativa de ventas contempla o da preferencia al lector que busca títulos como estos.

La primera extrañeza se produce porque no son textos literarios, ni poetas consolidados, ni relatos premiados en algunos de esos concursos veraniegos donde tan bien se alimentan los ilustres miembros de los jurados. No. El expositor central, ese que está delante de la puerta y solo puede esquivase por la izquierda o la derecha, está repleto de textos alusivos a determinados asuntos mediáticos de tan reciente vigencia, que es difícil saber si esos libros no estaban escritos ya antes de que ocurrieran los hechos.

Los contenidos son elocuentes, si atendemos a la ordenada secuencia de los títulos. Si además el lector tiene el vicio de encadenarlos, se descubre una realidad lineal, que desvela más una orientación ideológica que una sugerencia al lector. Un discurso encadenado con títulos disfrazados de oferta.

Qué país debe ser este donde el libro principal de la estantería principal del principal almacén de ventas de su ciudad principal es la biografía de una actriz de circo que nunca mostró interés por la lectura, y mucho menos por la escritura. La portada hará las delicias de cualquier ombliguista de prestigio; las letras más grandes (el reclamo principal), que ocupan la mitad del espacio disponible, se dedican al nombre de la protagonista “Bárbara Rey” (cuesta creer que el azar de una vida sin texto aporte tinta suficiente para llenar de su propia mano las más de 500 páginas que, a ojo de buen cubero, componen el volumen). Por si alguien no acierta con el nombre, la portada entera está invadida por una foto de carnet (primer plano, muy trabajado por el modo en que elimina las arrugas del rostro, pero solo apta para el carnet de identidad o del transporte público). A la altura de la barbilla, otra oportunidad para salir de dudas sin necesidad de reforzar la autoestima: “Yo, Bárbara, mis memorias”. El perspicaz editor debió comprender que el público de su obra es de memoria muy corta y será por eso que no le bastó con las dos primeras y grandes reseñas de la protagonista -que lo de autora no está certificado-. Y tal vez por eso, añadió carácter a la portada una tercera vez, de modo que el nombre aparece no solo una vez en la mitad superior; no solo una segunda en la mitad de la fachada, sino una tercera y definitiva que en la parte inferior, en la faja promocional, vuelve a repetir “Las esperadas memorias de Bárbara Rey”.

Por si el despistado lector no ha comprendido de qué va esto, es preciso aclarar que de las hazañas que componen la biografía de la protagonista no hay ni un solo indicio en la presentación del ejemplar. Nada que recuerde cómo consiguió cobrar millones del erario con solo hacerle carantoñas al mariposa del monarca que reinaba España mientras ella fue joven y aparente. Nada que invite a comprender la caducidad de los silencios pagados con dinero público. Nada que incorpore una mínima señal del tesoro acumulado, nada que despierte el interés de un lector de contenidos. Cero en la portada. Tal vez no es necesario estimular esta virtud de los buenos lectores. Por interpretarlo con benevolencia, tal vez este libro no es para ellos, pero ahí está, mandando en la estantería.

Superado ese primer escalón y sin salir del mismo expositor, el resto de la oferta tiene un curioso y muy sesgado tinte, que puede ser fruto de cualquier motivo pero nunca atribuible a la casualidad o a la inocencia del vendedor. Una lectura lineal de los títulos ordena las preferencias en una sorprendente afinidad con los discursos más agresivos presentes en la realidad política, descubriendo ideología antes que calidad literaria en un territorio donde la letra con sangre entra. De izquierda a derecha, el volumen titulado “El Personaje. Iñigo Errejón, historia política de una impostura”, abre el paso a “Volando entre halcones”, donde el católico Ignacio Aguado, nacido y criado en el privilegiado barrio del Retiro madrileño, explica su decepción con la actividad política al abrigo del crecimiento y rápido fracaso de Ciudadanos, aquel partido que apenas duró una década en loa cambiante realidad española. A su lado, el tertuliano progresista Javier Aroca titula “Democracia en alerta”, que leído entre el anterior y el siguiente -“Revolución y Dictadura”- sugiere lo contrario de lo que describe, aunque sólo sea por el contexto. Dos títulos de politica internacional (“El mito del idealismo americano”, de Noam Chomsky y Nathan J. Robinson, y “Guerra”, del legendario Bob Woodward), permiten una distracción antes de seguir estimulando la cruzada de la crispación española. “La Justicia amenazada” es el esfuerzo tranquilizador que propone el mediático magistrado Manuel Marchena, actor principal de buena parte de los litigios que la política no quiso resolver en sede parlamentaria.

En el escalón inferior, el nivel sube. “Franco, el dictador que moldeó un país”, y “Franco, una biografía personal y politica”, reavivan un cadáver que muchos tienen interés en sacar a paseo aunque sea con respiración asistida. Se contrapone con una precisión quirúrgica a la oferta algo naif de Manuela Carmena, “Imaginar la vida”, donde expone “Cuatro décadas transformado lo público”. Si a un lado Franco acota ese imaginario, por el otro remata la encerrona Esperanza Aguirre, autora que se autotitula “Una liberal en política”, donde a pesar de su liberalismo, aún no consigue explicar cómo se puede gobernar con corruptos condenados en la cárcel sin acabar como ellos, impartiendo además lecciones de ideología. Para eso no está sola; le acompaña en el tomo siguiente el titulo “España tiene solución”, donde otro autor de desconocidas dotes literaria, Iván Espinosa de los Monteros, desglosa “un futuro brillante y próspero” como seguramente aprendió de sus ancestros. La portada no hace alusión alguna a que eso se pueda lograr trabajando, ahórrense las dudas.

La coordinación ideológica de los títulos a la venta se completa con el capitulo dedicado a mostrar el destartalado régimen que gobierna este país. “Enemigos íntimos”, de Pablo Iglesias (Turión, aunque el segundo apellido, por lo que sea, no aparece en portada), abre los retratos de “personajes clave” en el mapa del poder, y le dan continuidad “Pedro Sánchez o la pasión por sí mismo (Anatomía de un dictador); “La tiranía de la mentira (desinformación, censura y caos)”, y “Populismo pardo (El auge de la extrema derecha en Alemania)”. Claro que es verano, y la invitación a la lectura debe servir al sosiego y la reflexión serena. Aunque esa oferta no la van a encontrar en los grandes almacenes.

Dos notas finales; la primera, la profusión de textos de derechas contrasta con la ausencia de contenidos de la izquierda (la gobernante y la otra); y la segunda, los pocos discursos críticos -con este mundo en llamas- que oferta el más mimado de los comercios españoles evidencian un esfuerzo muy elaborado de orientación ideológica para sobrellevar los rigores del verano.

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