Miguel Induráin no hablaba mucho, pero cuando lo hacía, imponía respeto. Lance Armstrong lo aprendió por las malas en su primer Tour de Francia, allá por 1993. Tres décadas después, el exciclista texano ha recordado en su pódcast The Move un gesto aparentemente trivial que terminó con una sanción y una lección de autoridad en pleno pelotón.
Era el Tour de 1993 y Armstrong, entonces joven promesa del Motorola, lucía el maillot de campeón nacional de Estados Unidos. «Creo que fue la primera o segunda etapa. Hacía mucho calor y los calcetines que nos daban eran muy gruesos. Me sentía fatal, así que me los quité y salí a competir sin ellos«, recuerda el texano.
Pero no pasó desapercibido. En plena etapa, Miguel Induráin —ya bicampeón del Tour— se le acercó sin decir palabra. Sólo le hizo un gesto con los dedos, como frotando dinero. «No entendí nada. Me quedé en shock. ¡Era Induráin! Pensé: ‘¿Acaso soy un perdedor? ¿Me está buscando problemas?’«, cuenta Armstrong.
Lo que el navarro le estaba advirtiendo es que le iban a multar. Y no se equivocaba. «Al final del día me llegó la multa. Induráin tenía razón. Pero, eso sí, me sentí mucho mejor sin los calcetines«, admite ahora el exciclista entre risas.
El recuerdo, más allá de lo anecdótico, revela el peso específico que tenía Miguel Induráin en el pelotón internacional. Un respeto casi reverencial. «Miguel era el Pogacar de 1993. Si decía algo, te lo tomabas en serio. No hacía falta que hablara mucho para saber que mandaba», reconoce Lance.
Roglic y la rebelión de los calcetines en el Tour
La anécdota ha vuelto a circular con fuerza durante este Tour de Francia 2025, donde otro asunto con los calcetines ha provocado debate. El caso del esloveno Primoz Roglic, quien compite con calcetines llamativamente cortos en el Red Bull-Bora, ha traído a la memoria esta historia.
Aunque hoy los reglamentos son más permisivos y hay una cierta moda que mezcla aerodinámica y estética, en los 90 las reglas eran claras. Y Armstrong pagó por romperlas, sin saberlo.
Que sea ahora, más de 30 años después, cuando se atreva a contar la historia con humor, habla también de la transformación del texano. Pero si algo no ha cambiado, es la imagen imponente de Induráin como referente silencioso, capaz de advertirte con un solo gesto que te están esperando en meta… con una sanción.