La mayoría de guipuzcoanos que se han visto afectados por la ola de incendios del oeste peninsular se encontraba de vacaciones cuando se desataron los … fuegos, algunos han acudido a colaborar en la extinción y más singular es el caso de una deportista como la ciclista errenteriarra Ane Santesteban, del equipo Laboral-Kutxa. La tragedia medioambiental ha abrasado su faceta humana y profesional: ha calcinado la conciencia medioambiental de quien lleva más de media vida interactuando con el paisaje e impedido el desarrollo de su oficio con la garantía requerida por la élite.

Los incendios le han sorprendido en Ourense. «Me entran ganas de llorar», resume su desgarrador testimonio. El impacto ha sido doble. Ha asistido desolada, por un lado, al desastre natural de una zona de entrenamientos que ha conocido en su esplendor; y ha sufrido, por otro, los estragos del humo que se ha adueñado de su habitual lugar de trabajo.

Y podía haber sido peor, en tanto en cuanto no ha tenido que lamentar daños ni personales, ni materiales. El pasado martes, día 12, se encontraba junto a su pareja en A Pobra de Trives (Ourense) tras dejar la autocaravana en el alto de Manzaneda, a 1.500 metros. «Nos llamaron desde arriba para decirnos que subiéramos rápido porque se acercaba el fuego. Tardamos quince minutos en furgoneta y al llegar arriba, no nos dejaban pasar. Les dijimos que era un minuto. Que solo queríamos coger la autocaravana y marcharnos de allí. Conseguimos que nos dejaran y cuando cogimos la autocaravana, es cuando vimos ya el fuego muy cerca, detrás nuestro. Tuvimos que marcharnos corriendo, y por la otra vertiente que tiene el puerto», cuenta la ciclista.

Tuvo hasta un punto de suerte la errenteriarra. La virulencia del fuego llegó a calcinar ese mismo martes un coche desde el que se supervisaban las labores de control del incendio y en el que viajaba la alcaldesa de Maceda, Uxía Oviedo.

«Terminaba jadeando»

Pero el susto fue lo de menos. De Manzaneda se trasladaron precisamente al municipio de Maceda, de donde es la pareja de Ane, «y nos encontramos con dificultades para salir a entrenar. Teníamos que decidir hacia dónde tirar, porque había fuegos por todas partes. Si íbamos a un lado, mal. Si íbamos al otro, también. Es muy triste ver calcinados parajes maravillosos por donde habitualmente solemos andar en bici. Hablamos de una zona bastante montañosa y con muchos recorridos preciosos para los ciclistas. Me entran ganas de llorar al ver cómo están ahora esos paisajes».

La ciclista acudió a tierras gallegas después de pasar unos días en Errenteria tras encadenar en verano Giro de Italia y Tour de Francia –la ronda gala terminó el 3 de agosto–, y contaba con un programa estricto de trabajo para preparar el Campeonato del Mundo de Ciclismo en Ruta que se disputa del 21 al 28 de septiembre en Kigali (Ruanda). Sus entrenamientos, no obstante, se han visto condicionados por la catástrofe natural del entorno en el que pasa algunas temporadas.

Las autoridades sanitarias han recomendado allí evitar la actividad física al aire libre, pues el esfuerzo aumenta la inhalación de contaminantes. Lo ha sufrido en sus carnes. «En el entrenamiento del sábado, me tocaba hacer unas series de alta intensidad cuesta arriba, pero no pude culminar el trabajo. Tuve que parar por el humo que tragaba. Terminaba jadeando de una manera que no era ni normal», cuenta la ciclista. Es veterana y conoce bien su cuerpo. Aquello no era una señal normal. Media vuelta y a casa, que lo primero es la salud.

La exposición a los contaminantes que se encuentran en el humo de los incendios —partículas finas, monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, compuestos orgánicos volátiles— pueden causar irritación ocular, nasal y de garganta, tos o dificultad para respirar, e incluso crisis de asma o broncoespasmos severos. A Ane le toca ahora toca recuperar, moralmente y físicamente, tras una experiencia que dejará huella sobre el terreno y en su interior.