La buena música, como la de Deftones, consigue transportarte a un lugar que solo existe gracias a sus creadores. A cada uno le evocará uno distinto, pero a mí sus canciones me llevan a un paisaje costero de un planeta lejano donde las guitarras de Stef Carpenter son las rocas y la voz de Chino Monero las olas de un mar de mercurio que, dependiendo del registro que emplee, llegan como caricias o chocan contra ellas violentamente.
Desde que Private Music arranca con la poderosa ‘My Mind Is A Mountain’ hasta que termina con ‘Departing The Body’, te somete a ese vaivén en el que te mueves a su merced como un naufrago en una tormenta. A lo largo de 37 años, Deftones se han convertido en unos maestros a la hora de jugar con la intensidad y en su décimo álbum nos ofrecen un nuevo recital de cómo transitar entre el metal y el rock atmosférico con elegancia y naturalidad.
Como en los equipos campeones, todos los jugadores están a un nivel altísimo. Chino Moreno nos ofrece su habitual catálogo de suspiros, susurros y gritos (solo en la final ‘Departing The Body’ nos sorprende recitando un par de frases con un registro más grave que debería explorar más en el futuro), pero es innegable que tiene un talento único para colocar melodías en compases en los que parece imposible. Carpenter, pese a ser un zoquete terraplanista, sigue siendo una fuente inagotable de grandes riffs, Abe Cunningham, por su sobriedad tocando, parece que no está, pero es la base de todo, y Frank Delgado es el responsable de teñirles de un toque futurista con sus teclados. También el último en llegar, el bajista Fred Sablan, cumple a la perfección. Y aunque siempre preferiré a Terry Date, hay que reconocer que Nick Raskulinecz, que ya trabajó con ellos en Diamond Eyes (2010) y Koi No Yokan (2012), sabe sacarle brillo a su amalgama de sonidos y darle un aire más sintético y moderno.
Si en su etapa intermedia, la que va del homónimo de 2003 a Gore de 2016, la diferencia entre los hits y el resto del temas era más pronunciada, tanto en Ohms como aquí, la banda ha conseguido elevar el listón general. En Private Music no encontramos un single inapelable como ‘My Own Summer (Shove It)’, ‘Back To School’ o ‘Hole In The Earth’, pero a cambio tampoco hay relleno. Cada canción cuenta y suma al conjunto. Tan disfrutables son las más agresivas ‘Locked Club’, ‘Milk Of The Madonna’ o ese guiño a sus inicios ‘Cut Hands’, la power ballad ‘I Think About You All The Time’, situada en el epicentro del álbum, como las más melódicas ‘Metal Dream’ o ‘Infinite Source’ que sospecho que es la síntesis de cómo se imagina Moreno el sonido Deftones en su cabeza.
Más allá de su indiscutible calidad, este parece el momento ideal para que los de Sacramento publiquen su nuevo álbum. Están viviendo su momento más dulce, llenando los recintos más grandes de su carrera, influenciando a nuevos artistas como Spiritbox, Sleep Token o Wisp, y tienen a la crítica rendida a sus pies, algo insólito en una banda surgida del nu metal.
La narrativa oficial achaca su actual éxito al descubrimiento por parte de una nueva generación de su música a través de TikTok, y algo habrá influido, pero sinceramente creo que tiene más que ver con que cuando uno resiste y no se mueve de dónde está, dado que la música funciona cíclicamente, tarde o temprano, el contexto volverá a jugar a tu favor. En ese sentido, pese a su veteranía, Deftones siguen siendo un grupo vigente que no necesita jugar la carta de la nostalgia para generar interés. ¿Cuántos pueden decir lo mismo?
JORDI MEYA