El éxito de ‘Supernatural’, álbum del que se conmemora el 25º aniversario, revalorizó a Santana en el paisaje comercial (30 millones de ejemplares), pero lo desvió un poco de su camino. En su esencia como guitarrista están los rituales afrolatinos de sus primeros álbumes, con bacanales de percusiones, solos selváticos y aquella mística que conectaba con el espíritu ‘hippie’. Pero todo ello puede convivir en sus conciertos, el desahogo ritual psicotrópico y el contoneo latino de la era MTV, sendos polos entre los que basculó el pase de este sábado en el Palau Sant Jordi (cita del festival Guitar BCN, que atrajo a 11.800 personas según la promotora The Project).

Hacía 22 años que Carlos Santana no actuaba en Barcelona (aunque en la última década ha pasado por Cap Roig y Peralada) y, a sus 78, se mostró en forma con sus digitaciones nítidas. Guitarrista crecido en los tiempos en que el sentimiento pesaba más que las carreras y malabarismos en el mástil, pero no por ello poco incisivo, entró en acción tirando del material mítico de su primer álbum: un ‘Soul sacrifice’ propulsado por el triple ‘set’ de percusiones y con ramalazos hard rock, un ‘Jingo’ que despertó recuerdos de su actuación en Woodstock (1969) y otro aquelarre con ‘Evil ways’, cuyo ‘tempo’ de son cubano permitió un injerto de ‘Do it again’, de Steely Dan.

Así que la parcela del público que estaba ahí atraído por sus ‘hits’ de 1999-2002 tuvo que tomárselo con calma. Santana sigue siendo aquel guitarrista de rock guiado por el sentido de la improvisación del blues y del jazz, y presume tanto de diálogos instrumentales fogosos como de historia: ahí estuvieron sus adaptaciones de ‘Black magic woman’ (Peter Green) y el mambo ‘Oye como va’ (Tito Puente), y la balada ‘in crescendo’ ‘Samba pa ti’.

Recostado en un taburete y mascando chicle todo el rato, Santana no dejó de lucirse con su modelo PRS, buscando las notas más agudas, también subrayando los fraseos de las piezas cantadas, como esa novedad llamada ‘Me retiro’, que ha grabado con el tejano Grupo Frontera. Tomó la palabra para expresar su convencimiento de que “juntos podemos cambiar el destino de este planeta”, ahora que “Corea, China, Rusia…, hablan de ‘nuclear war’”.

En sus conciertos no hay ‘frontman’: él se mezcla con sus músicos y las tareas vocales recaen en Ray Greene y, sobre todo, Andy Vargas. Sí, es la música la que centró el foco en el Sant Jordi, también cuando sonaron las dianas comerciales del rock latino: ‘María, María’ y, al final, ‘Corazón espinado’ y ‘Smooth’. Canciones con las que Santana consumó su viaje de la espiritualidad al latineo sensual, con su guitarra como talismán armonizador.

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