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La CUP se desgarra en una profunda crisis interna. La sorprendente dimisión de su líder en el Parlament Laia Estrada y los focos que automáticamente apuntan como su sucesora a Laure Vega –la personificación de las discrepancias políticas que han motivado el adiós de la diputada– han dinamitado a una formación per se en horas bajas y con múltiples actores decididos a imponer su criterio. Está en juego la deriva del partido, que se debate entre, grosso modo, dos propuestas.
Más allá de las clásicas luchas de poder que antaño tanto criticaron, Estrada y Vega han liderado hasta ahora dos espacios en el seno de los anticapitalistas.
Dos modelos principalmente distintos en cuanto a la política de pactos, pero también respecto a la lista de prioridades. Y no exentos de la gran influencia que tienen en la formación las entidades que la nutren, desde Endavant y En Lluita, estrictamente políticas, hasta Arran o el Sindicat d’Estudiants dels Països Catalans.
La muerte del procés y la pérdida de la mayoría independentista, con un Govern socialista por primera vez en quince años, o el auge de la extrema derecha son algunas de las amenazas que enfrenta la CUP, por otra parte, desde el exterior.
Un contexto desfavorable al que acompañan unas muy malas encuestas y la desorientación generalizada en la izquierda a la hora de combatir, por ejemplo, unos discursos antiinmigración que cada vez suenan mejor entre propios y extraños.
El hartazgo de Laia Estrada
Más allá de un importante desgaste personal de Estrada en el día a día del hemiciclo, su adiós viene de la mano de una estrategia política impulsada en el Procés de Garbí que no comparte.
En la ponencia política, aunque sutilmente, se abre la puerta a dejar atrás el rupturismo instalado en los últimos años para abrirse a pactos que, naturalmente, cuadren con el ideario. Pero esta vez también incluyendo a partidos no secesionistas como el PSC, en casos puntuales, o los Comuns.
Laia Estrada, en archivo
Europa Press
La política tarraconense encarna una corriente que prioriza el eje nacional al social. Es la extrema izquierda posconvergente, la que se radicaliza más contra el Rey que contra los desahucios y carece de cualquier empatía a la hora de imponer el catalán.
Es la que hizo presidente a Carles Puigdemont para desafiar al Estado con un referéndum en 2017 y la que luego dio su apoyo a Quim Torra y Pere Aragonès simplemente para que hubiese un Govern secesionista.
Lluc Salellas y los jóvenes de Girona
Si el diputado gerundense Dani Cornellà se ubica próximo a los postulados de Estrada, el alcalde de Girona, la ciudad más importante en manos de los anticapitalistas, aboga por un aperturismo comedido.
Lluc Salellas, envuelto en polémicas con sus propios militantes por más de un conflicto relacionado con su poca permisividad con la okupación, ha manifestado en más de una ocasión que la CUP debe ser capaz de llegar a acuerdos con las izquierdas para «transformar el país».
Lluc Salellas, alcalde de Girona, en una comparecencia pública
Europa Press
Desde la delegación de los anticapitalistas en las comarcas del noreste, un lugar donde mantiene una importante implantación municipal y un apoyo todavía significativo, crece no obstante un perfil de votante joven que incluso comparte preocupaciones sobre el turismo o la inmigración con Aliança Catalana.
Un modelo, bien difundido en redes sociales por militantes como Guillem Surroca, que irrumpe con fuerza en Girona pese a las críticas de los veteranos de la formación, que lo enmiendan.
Laure Vega y el PSC
Vega, llamada a tomar las riendas de la CUP en el Parlament desde el próximo mes de septiembre, ya lideró las negociaciones con el Govern de Salvador Illa para regular los pisos turísticos, levantando el veto al PSC por primera vez hace unos meses.
Fue una maniobra que Estrada no compartió, y ahí empezó a truncarse una relación que nunca había sido buena, pero que terminó por ser prácticamente inexistente. La diputada Pilar Castillejo, asimismo, se sitúa más cerca de los postulados de Vega.
El ruido tras la dimisión de Estrada, en cualquier caso, se intensificó tras varias informaciones que apuntaban que Vega estaría maniobrando con ERC y los Comuns de la mano de antiguos líderes como Joan Tardà o Xavier Domènech para articular una coalición electoral en Cataluña, algo que ha sido negado por los distintos actores de forma rotunda más allá de que puedan compartir la idea. La diputada, en esta línea, ha sido tildada de «españolista», y de aproximarse a Gabriel Rufián.
La ensoñación de Rufián y Roures
Si bien la coalición de las izquierdas catalanas ni siquiera está sobre la mesa, el diputado de ERC en el Congreso sí ha tanteado una fórmula similar pero a escala estatal. Asegura en público que debe intentarse de cara a unas próximas generales donde las encuestas aseguran que PP y Vox arrasarán, y, en privado, maniobra con partidos como BNG, Podemos o Bildu para materializarlo, a espaldas de ERC pero con el presunto apoyo de empresarios como el propio Jaume Roures.
La CUP, a priori, quedaría fuera de esta ecuación, pero la brecha divide a quienes la rechazan sin más y a quienes prefieren esperar a lo que Rufián tiene que ofrecer antes de negarse. Todo ello, en cualquier caso, en el marco de una convocatoria electoral española y no catalana, que por ahora queda lejos.
Aquí, por ahora, Vega tomará las riendas en septiembre con la misión de relanzar a los anticapitalistas. Se la mirarán con lupa, propios y extraños, pero pocos dudan de su potencial.