22/08/2025
Actualizado 23/08/2025 a las 02:38h.
La calle de la Montera, en pleno centro de Madrid, un lugar donde casi todo es posible. Allí, a la altura del número 42, varias personas vieron a un hombre pegando gritos desde una ventana del edificio. Daba la sensación de que quería arrojarse al vacío. Los testigos dieron aviso a una patrulla de la Policía Municipal de Madrid, que tiene una sede allí mismo, la de Centro Sur. Eran las diez de la noche de este miércoles, 20 de agosto.
Los agentes se acercaron rápidamente a la vivienda y llamaron reiteradamente para que les abrieran. Pero los ocupantes hacían caso omiso y se oía a una mujer forcejeando con un hombre. La joven, una paraguaya de 26 años y verdadera inquilina del piso, había conseguido zafarse de su novio, Sebastián, colombiano de 31. Apenas llevaban tres meses saliendo y él solía acercarse a la casa para estar juntos.
Cuando pudo franquearles la entrada, la chica seguía siendo agredida por su novio, sobre el que los funcionarios tuvieron que lanzarse para poder sostenerlo. Ella presentaba arañazos en el cuello, en la clavícula e intentaba escapar de él sin éxito. Pero el hombre no se iba a dar por vencido. Se tiró en el suelo del estrecho pasillo de la vivienda, con las piernas y los brazos colocados en lo que se conoce como una técnica de defensa de ‘grappling’ o agarre, una variedad de la lucha libre. Fuentes policiales indican a ABC que el sujeto demostró que tenía claros conocimientos en estas artes marciales; es un tipo fuerte y tremendamente agresivo, que no hacía caso de las advertencias de los agentes.
Comenzó a lanzarles patadas, por lo que procedieron a intentar bloquearle con la porra policial. Pero el tipo no paraba. Se defendía de una manera extraordinaria. Así que los policías municipales activaron el protocolo de uso de las defensas táser, las pistolas eléctricas que se adhieren al cuerpo del objetivo para paralizarlo mediante unas descargas.
Primero, le realizaron varias advertencias verbales de que, en caso de no cejar en su actitud, dispararían contra él. Al no importarle, intentaron intimidarle apretando el dispositivo pero sin lanzar nada, solo para que viera cómo las chispas de ignición se activaban.
Pero Sebastián miraba el arco eléctrico de la defensa y no paraba de mostrarse agresivo. Así fue como finalmente uno de los agentes le disparó en la zona inferior del torso, cerca del abdomen. Para sorpresa de todos, el colombiano, lejos de caer indefenso, no dudó en arrancarse uno de los arpones lanzados con el arma y que se le habían quedado clavados en la carne. Era conocedor de que, al hacer eso, esa munición queda sin electricidad.
Así que continuó dando patadas y hasta lanzando objetos del pasillo contra los funcionarios actuantes. Entonces, volvieron a disparar contra él, y el sospechoso, una vez más, se quitó los arpones con su tremenda fuerza. Así, se dio la vuelta y comenzó a reptar por el pasillo, hacia el salón del piso. Aprovechando que esa zona era más ancha, los dos policías se lanzaron sobre él y le pusieron las esposas en las manos. Sin embargo, seguía dando puntapiés, por lo que fue preciso colocarle también unas cinchas en las piernas para que parara.
Aun así, también hubo que utilizar un escudo policial de defensa invertido para conseguir hacerse con él de manera definitiva. Nunca habían visto a alguien resistirse de esa manera durante un arresto policial. Fue trasladado a comisaría.
La novia y víctima de Sebastián explicó a los agentes: «Cuando consume marihuana, se pone así, muy agresivo, tiene el demonio dentro». Efectivamente, añadió, había llegado a la casa y ambos estuvieron fumando porros durante horas. «Se le ha ido la cabeza y ha dicho que se iba a tirar por la ventana, y ese ha sido el momento en que le ha visto la gente de la calle», reconoció la joven.
En la requisa de la vivienda, las autoridades policiales encontraron una tartera llena de marihuana, hasta arriba. También había otras sustancias, como mefedrona, una potente droga sintética, y éxtasis en pastillas rosas, concluyen las fuentes consultadas.
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