El calor, que se va a seguir sintiendo de manera intensa en el Sur de California durante este fin de semana, se verá acentuado en las salas -sometidas incluso al aire acondicionado- debido al lanzamiento de la propuesta especialmente ardiente que encabeza nuestra columna actual; pero quienes busquen emociones de otro tipo podrán satisfacer sus ansias con otros títulos nuevos de la cartelera.
HONEY DON’T!
Director: Ethan Coen
Reparto: Margaret Qualley, Aubrey Plaza, Chris Evans
Género: Comedia negra
Sin llegar ni por asomo al nivel de las mejores obras que ha logrado al lado de su hermano Joel (como “Miller’s Crossing”, “Fargo” y “No Country for Old Men”), con “Honey Don’t!”, Ethan Cohen nos ofrece un entretenido relato ‘neo noir’ con fuertes elementos de comedia negra y abundantes pinceladas sexuales que, además de estar estupendamente filmado, se mantiene férreamente en la línea planteada por el mismo director en su anterior trabajo como solista, “Drive-Away Dolls” (2024), que fue coescrito igualmente con su esposa Tricia Cooke.
La película, que es de hecho la segunda parte de su anunciada trilogía lésbica, se encuentra nuevamente encabezada por Margaret Qualley, la protagonista de “Dolls”, quien adopta aquí la personalidad de Honey O’Donahue, una investigadora privada que se ve involucrada no solo en un misterioso caso criminal que podría estar relacionado a las actividades escabrosas de un culto manejado por un lider carismático pero corrupto (Chris Evans, en un papel desternillante), sino también en las circunstancias que rodean la desaparición de su joven sobrina (Talia Ryder).
El súbito cambio de orientación en cuanto a los objetivos de la protagonista forma parte de los obstáculos para el desarrollo razonable de un argumento que toma demasiados desvíos como para ser realmente convincente y que deja varios cabos sueltos. Sin embargo, Qualley navega las imperfecciones con infinita gracia y sentido del humor; y tampoco podemos quejarla al verla -tanto en sesiones amatorias como en discusiones de diferente tono- al lado de la gran Aubrey Plaza, quien encarna a una policía cuyo tiempo en la pantalla es lamentablemente limitado.
En realidad, todos los personajes de la cinta son interesantes o tienen al menos el potencial de serlo, del mismo modo en que lo son las actuaciones de quienes los interpretan. A fin de cuentas, la habilidad para crear individualidades excéntricas con espíritu de pueblo estadounidense es ya una marca distintiva de los Coen, como lo es también la excelencia en la puesta en escena, que, en esta ocasión, plasma creativamente la atmósfera desoladora y monótona de Bakersfield, California, a pesar de que el rodaje se efectuó mayormente en Albuquerque, Nuevo México.
Ni Qualley ni Plaza son lesbianas, mientras que Cooke, quien tiene un matrimonio “no tradicional” con Coen, es abiertamente ‘queer’. Y aunque nosotros mismos no estamos en condiciones de decir que la representación de esa comunidad que han realizado en el filme es acertada, resulta ciertamente creíble, pese que, a riesgo de sonar puritanos, se traduce en una serie de imágenes de sexo más o menos explícito que lucen muchas veces gratuitas (sin que nos parezcan por ello desagradables).
Esto del sexo es, de hecho, una novedad en lo que respecta a los Coen, quienes han evitado siempre las exhibiciones eróticas en sus obras compartidas. Los que sí se mantienen aquí son esos estallidos de violencia que, a pesar de estar brillantemente estructurados, no son tolerados por todas las audiencias, pero que, a diferencia de las instancias carnales, siguen arreglándoselas para resultar pertinentes en la evolución de la trama.
SPLITSVILLE
Director: Michael Angelo Covino
Reparto: Dakota Johnson, Adria Arjona, Kyle Marvin
Género: Comedia
Ya habían dado evidentes muestras de talento, creatividad y compañerismo en “The Climb” (2019), una comedia dramática que encontraba enfrentados a sus personajes más por motivos amorosos que deportivos (pese a que contaba con algunas escenas memorables de ciclismo recreativo).
Ahora, los amigos de larga data Michael Angelo Covino (director, guionista y actor) y Kyle Marvin (guionista y actor) regresan, incluso en mejor forma, gracias a “Splitsville”, un título de mayor presupuesto que posee por ello un reparto más impresionante y que acentúa las virtudes de la obra anterior para convertirse en una de las comedias para adultos más logradas de los últimos tiempos.
Aquí, Marvin, que asume el papel protagónico, se pone en la piel de Carey, un hombre de buen corazón que se encuentra comprometido en matrimonio con Ashley (Adria Arjona) y que, tras descubrir que ella lo engaña, se refugia en la casa de su mejor amigo, Paul (Covino), quien se encuentra en una relación supuestamentemente abierta con su esposa Julie (Dakota Johnson).
Sin ánimo de revelar demasiado, aunque el trailer va incluso mas lejos de lo que hemos señalado, podemos decir que las cosas entre Carey y Paul empiezan a complicarse luego de una circunstancia que implica a Julie. Esto provoca una serie de momentos hilarantes en los que el tratamiento casi inevitable de la violencia adopta giros propios del ‘slapstick’ y muestra, nuevamente, la enorme voluntad que tienen Covino y Marvin para involucrarse tanto emocional como físicamente en lo que hacen al momento de cumplir sus roles como intérpretes.
El guión, que toca temas relevantes de pareja pero de manera ciertamente despreocupada, incurre a veces en una falta de complejidad que redunda en circunstancias un tanto ilógicas; pero los reparos que se puedan tener se ven anulados por el tono placentero del relato y el encanto natural de los intérpretes, empezando por Marvin, quien nos recuerda en más de un modo (como sucede durante sus actos de desnudez) a Jason Segel en su etapa de mayor vulnerabilidad.
Johnson está también estupenda en un rol que le permite demostrar la capacidad que tiene para interpretar papeles creíbles y a la vez provocativos, mientras que Arjona, quien posee también condiciones notables para la implementación de personajes divertidos y con su propia lógica de vida, hace muy bien lo que le corresponde, aunque tenemos la impresión de que se encuentra un tanto encasillada en un molde de mujer latina fiera semejante al que tuvo en su momento Salma Hayek.
En conclusión, estamos ante un trabajo que se disfruta mucho y que, para mejorar las cosas, cuenta con ese estilo visual entretenido y llamativo que había sido empleado ya por Covino en su ópera prima y que confirma su talento para ofrecer propuestas de incuestionable valor cinematográfico.
RELAY
Director: David Mackenzie
Reparto: Riz Ahmed, Lily James, Sam Worthington
Género: Thriller
Si alguna vez te pusiste a pensar quiénes son los individuos mencionados en las películas que se dedican a salvaguardar las copias originales de un documento comprometedor que alguien ha obtenido y que puede poner en riesgo a una poderosa e inescrupulosa compañía, “Relay” te da una respuesta inesperada y sustanciosa.
En la décimo primera película del increíblemente prolífico David Mackenzie (“Hell or Highwater”), Riz Ahmed (“Sound of Metal”) se convierte justamente en uno de estos ‘fixers’, Ash, un hombre solitario y en plena recuperación del alcoholismo que acepta ponerse al servicio de Sarah Grant (Lily James), la joven científica que ha sido despedida de la corporación para la que trabajaba luego de descubrir una grave irregularidad.
Sustentada en una de esas premisas apasionantes que nos llevan a pensar por qué no se le ocurrio a nadie antes, Mackenzie, quien trabaja en este caso con un guión firmado por Justin Piasecki, desarrolla un triller cargado de suspenso, de emociones fuertes y de conflictos éticos que mantiene en vilo al espectador de manera constante, o al menos, hasta que decide hacer un giro narrativo tan innecesario e inconsistente que afecta seriamente la satisfacción dejada por todo lo que se construyó antes.
Afortunadamente, hasta ese momento, los trámites mantienen toda la complejidad, el movimiento y la tensión que caracterizan a los ‘thrillers’ de mayor vuelo, lo que, sumado al atractivo de los personajes y la eficaz puesta en escena planteada por Mackenzie, quien aprovecha al máximo las locaciones neoyorquinas, ofrece en más de una ocasión resultados fascinantes.
La verosimilitud de todo lo presentado durante la mayor parte del metraje depende en gran medida de la meticulosa construcción de los sofisticados métodos empleados por Ash para desempeñar su arriesgado trabajo. Esta clase de detalles, sobre todo cuando son presentados de manera realista y sin coquetear con la ciencia ficción (como sucede en muchas de las cintas actuales de espías y de acción), no son habituales en la historia del género, y gracias a ellos, la cinta logra sumergirnos por completo en un mundo que desconocemos.
Ahmed, siempre excelente, cumple perfectamente con las expectativas al interpretar a un sujeto dueño de una sensibilidad muy particular cuyo pasado se va revelando paulatinamente y que logra comunicarse mejor cuando no tiene que expresarse verbalmente, mientras que James hace lo suyo con solvencia, aunque termina siendo la más afectada por el ‘twist’ al que aludimos arriba.