Con la ilusión del invitado y con la voluntad de demostrar que su participación en la carrera es merecida, el autobús del Burgos Burpellet BH llegó el primero al viale Carlo Emanuelle II de la Venaria Reale, moreras por doquier y área metropolitana de Turín de estilo barroco y rococó declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Poco a poco se agolparon los demás autocares entre miles de aficionados que se pirraban por un autógrafo, un selfi, quizá un botellín de regalo, acaso un grito de ánimo a Giulio Ciccone cuando asomó la cabeza por las escaleras del bus. La Vuelta calentaba motores y a escasos metros de allí, los más afortunados, lo que tenían balcón en la vía Andrea Mensa, calle empedrada y fachadas desconchadas que, sin embargo, envejecen con señorío, aguardaban con paciencia el pistoletazo de salida desde el Palacio Real. Globos de decoración, banderines colgados que atravesaban las calles, comercios abiertos no sea que se haga otro verano, gelateria necesaria por el fatigante calor, música de fondo, una auténtica fiesta mayor. Y, de repente…, preparados, listos, ¡ya! Comenzó la Vuelta en tierras piamontesas, donde los Saboya cazaban y donde los ciclistas se encomendaron para lo mismo, aunque más que una pieza, querían la etapa. Y eso, en uno de los pocos sprints que hay en esta Vuelta, sería para el más rápido, sería para Jasper Philipsen (Alpecin).
Aunque en la salida todo era calma tensa, todos focalizados en lo que estaba por llegar -en Ineos, por ejemplo, recibieron en el autobús la visita de Dave Brailsford, mánager general del equipo que trató de azuzar a los suyos-, nada más cruzar el kilómetro cero, a la orilla del río Po y delante del monumento en recuerdo de astro piamontés Fausto Coppi, de bronce y con el ciclista levantando el brazo en señal de victoria, comenzaron los ataques. Y fueron seis los ciclistas que se llevaron el premio: Reinderink (Soudal), Vinokourov (Astana), Joel Nicolau (Caja Rural), Bouwman (Jayco-AlUla), Verre (Arkéa) y Hugo de la Calle (Burgos). Era un tiro al aire, un vamos a mostrar a nuestros patrocinadores, un esfuerzo que no llegaría a ningún lado. Más que nada porque los equipos con sprinters, ninguno como el Alpecin, que cuenta con Jasper Philipsen, decidieron poner el ritmo, controlar la distancia, minimizar el susto. De mientras, se cubrían kilómetros entre planicies verdes y carreteras secundarias, salpicado por el bellísimo lago de Orta y numerosos de pueblos envejecidos de tejados rojos, por más que la región del Piamonte no destaca en nada en particular, acaso por el vino tinto y la gastronomía -“un italiano no viene aquí si no es por trabajo”, reconocían los lugareños-, sobre todo por los Agnelli y la Fiat, también la Juventus.
Si bien los fugados pudieron coronar el primer puerto del día -de los 46 que se escalarán en la Vuelta-, La Serra, donde Verre se enfundó el maillot de lunares, pronto fueron absorbidos por el pelotón, todavía 85 km por cubrir. Y aunque Hugo de la Calle persistió en su empeño, aventura en solitario, tampoco pudo decir la suya fagocitado a falta de 32 kilómetros. La etapa se corría a toda mecha, pues por un lado los equipos querían desgastar a los más fuertes para los metros finales y, por el otro, tocaba coger posiciones y poner en la rampa de salida a sus sprinters, codazos y velocidad, un cóctel de adrenalina y lindeza.
Alpecin, Movistar, Lidl-Trek, Visma… todos querían su sitio porque debían atravesar rotondas e isletas, porque la posición lo era todo dentro de un ritmo frenético que estiraba al pelotón de lo lindo, 60 km/h, que ahí es nada. Pero nadie lo hizo mejor que Alpecin, equipo habituado a lanzar a sus hombres-bala, al punto de que tres llegaron a los metros finales para que su gran baza, Philipsen, saliera como una exhalación. Pedaladas de fuego y sombra para el resto, el primero en cruzar con gran autoridad. Triunfo al que nadie rechistó, acaso Vernon (Israel) y Aular (Movistar), que completaron el podio. Pero la gloria fue para Philipsen, que hizo buena esa casuística de Novara que dice que allí gana un belga, pues en los dos únicos finales de etapa en el Giro los laureados fueron Eddy Merckx (1968) y Tim Merlier (2021), y de paso explicó que las grandes de este año comienzan después de su victoria, toda vez que hizo lo propio en el Tour reciente. “Hemos trabajado mucho para llevarnos el maillot rojo. Mis compañeros han hecho un trabajo espectacular. Siempre es bueno ganar”, resolvió el líder de la Vuelta. Le durará poco, pero que le quiten lo bailado. A él y a Alpecin.
Etapas
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1 Torino – Novara
Jasper Philipsen
ADC186 Km
Sáb. 23-Agosto
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2 Alba – Puerto Limone
159 Km
Dom. 24-Agosto
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3 San Maurizio Canavese – Ceres
134 Km
Lun. 25-Agosto