El MoMA, el Museo de Brooklyn y el LACMA acaban de recibir una donación de casi 70 obras de algunos de los artistas más importantes de la historia del arte moderno. El ‘culpable’ de todo esto fue un hombre que dejó el instituto, fundó su propia empresa de corcho y no tenía ni idea de arte

La Colección Pearlman ha donado a tres museos norteamericanos una amplia y valiosa selección de obras de maestros del impresionismo, el expresionismo y el posimpresionismo. Esta fundación se creó en honor a Henry Pearlman, un hombre ajeno al mundo artístico que, sin contar con los conocimientos de los grandes marchantes y coleccionistas, llegó a hacerse con lienzos de grandísimos artistas como Van Gogh o Cézanne.

Con tan solo 24 años y sin más formación que la del instituto, Henry Pearlman se convirtió en un exitoso hombre de negocios hecho a sí mismo tras fundar una empresa dedicada al corcho en la década de los 40. Su pasión por el arte le llegó más tarde, cuando comenzó a tener el suficiente poder adquisitivo como para comprar obras de pintores realistas americanos y otras halladas en mercadillos, que obtuvo con un objetivo puramente decorativo.

No tardó, sin embargo, en volcarse en las pinceladas y el espíritu de los maestros impresionistas y expresionistas. Tras establecer una red de contactos con el panorama artístico neoyorquino, intercambió sus cuadros decorativos por obras expresionistas. En este sentido, su primera gran adquisición fue una pintura de Chaim Soutine.

Al acabar la Segunda Guerra Mundial, Pearlman emprendió varios viajes a Europa y se empezó a codear con coleccionistas, comerciantes y artistas del viejo continente. En una de sus paradas en Londres coincidió con Kokoschka, siendo aquel el inicio de una larga y curiosa amistad en la que Pearlman, además de acogerle en su casa de EEUU, le ayudó a impulsar su trabajo. Tal fue su relación que incluso el pintor llegó a retratarle en un lienzo que plasma su cercanía con una calidez embriagadora, proyectada en los rasgos de Pearlman y en el fondo del cuadro, que muestra a las hijas pequeñas del empresario pescando en el río Hudson; una escena anecdótica que Kokoschka conoció a través de sus largas conversaciones.

Fue en estos viajes también donde se hizo con una larga lista de acuarelas y óleos de Cézanne, así como con un codiciado lienzo de Vincent Van Gogh que intercambió por unos cuantas pinturas y un fajo de billetes guiado por su propio sentido de la belleza; obedeciendo a sus ojos y a su instinto más que a los recursos que poseía limitados en comparación con la mayoría de marchantes del mercado.

Henry Pearlman siguió ampliando su colección hasta el final de su vida, así como recopilando todos los Cézannes que podía, incluidos sus dibujos-. Para cuando su esposa Rose Pearlman pasó a gestionar todo el patrimonio, contaban con obras de artistas del calibre de Gauguin, Toulouse-Lautrec, Modigliani, Renoir, Manet, Sisley o Degas.

Ahora, la Colección Pearlman, nacida de la pasión de un empresario autodidacta con corazón de observador, ha decidido donar sus adquisiciones más preciadas, e incluyen a todos estos artistas. El MoMA ha recibido 28 obras con algunas firmadas por Cézanne; el Museo de Brooklyn se lleva la mayor parte, con 29 lienzos de mano de artistas como Modigliani y Degas; y el LACMA albergará el menor número de obras, un total de 6, con las joyas de la corona de Vincent Van Gogh y Manet.