Madrid
Todos los años, en el desierto Black Rock de Nevada, miles de personas se reúnen para celebrar el festival Burning Man. Durante una semana, en una ciudad improvisada, se celebra con fuego la comunidad, el arte, la autoexpresión y la autosuficiencia». La edición de este año comienza el 24 de agosto.
El evento principal y lo que da nombre a este festival es la quema de una gran efigie en un acto de renacimiento; es por esto que muchos de los asistentes colocan cartas a seres queridos fallecidos, fotos o demás objetos suyos junto al monumento efímero destinado a arder.
Por primera vez en la historia, el arquitecto encargado de la construcción de la estructura es español. Miguel Arraiz ha contado en La Ventana cómo ha sido la experiencia.
«Lo más apropiado para que tuviese relación con el entorno es una gran roca negra», ha respondido el arquitecto respecto al diseño escogido para el templo en el que se encontrará la efigie. El único requisito por parte del festival es que no referencie ni contenga nada religioso.
«Una vez se abre, todo el mundo empieza a escribir mensajes en las paredes o a dejar cartas o efectos personales de fallecidos, es muy difícil entrar en el templo y no emocionarse», ha explicado.
El primer contacto de Arraiz con este festival fue hace ya una década. «Hace diez años, querían realizar un intercambio cultural y trajimos una Falla», ha recordado. Los organizadores de Burning Man tienen, de hecho, un gran interés en las Fallas. «Les fascina que una tradición como las Fallas haya sobrevivido durante 300 años, ya que ellos llevan 40 años y se tuvieron que ir de San Francisco al desierto», ha contado Arraiz.
Como arquitecto, las obras de Arraiz tienen que ser primordialmente duraderas en el tiempo, por lo que trabajar en una estructura cuya finalidad última es su destrucción le resulta fascinante. «Me interesa mucho lo efímero, trabajas mucho con las emociones, y eso hace que la línea entre el arte y la arquitectura se desdibuje. Además, saber que tu obra va a desaparecer te hace vincularte mucho más emocionalmente con ella», ha reconocido.
Arraiz ha explicado también cómo es el proceso de creación de una estructura de este calibre, y las complicaciones inherentes a su localización. «Ha sido complicado, me vine a vivir aquí en enero y desde entonces estoy trabajando junto con voluntarios, ya que son ellos los que deben participar en la construcción, y también el mecenazgo del proyecto, ya que no se pueden mencionar marcas», ha finalizado.
Una vez quemadas tanto la efigie como el templo, se da por finalizada la fiesta, pero no el trabajo. Organizadores y voluntarios se quedan unos días más para dejar el desierto como se lo habían encontrado, rastrillando la arena y recogiendo residuos y restos metálicos con herramientas imantadas.