Vaya por delante que la corrida de Fuente Ymbro fue mala, alejada de su historial de bravura. Seria por delante y con distintos remates por detrás, el esperado encierro de Ricardo Gallardo no fue ese manantial que tantas embestidas bravas ha derramado. Afilados sus pitones … y el corazón apagado, hasta que apareció Hostelero, número 49, negro, de 520 kilos y reseñado como primer sobrero. Pues fue este cuatreño el que salvó el honor de la divisa, un ciclón de casta con muchísmo que torear. Pasadas las siete, se iluminó el rostro de la afición con el fiero fuenteymbro, que no pedía permiso para embestir y que exigía un gobierno mayor. Sin embargo, Fernando Adrián se limitó más a pasarlo con ligereza que a dominarlo, aunque sin restar mérito a estar delante de aquella locomotora gaditana con la que había que sudar tinta china en la arena negra. Repetidor incansable, aguantaba más muletazos en cada tanda y demandaba un toreo por abajo que no llegó lo suficiente, aunque sí caló en parte del tendido por esa transmisión de la bravura, con una profundidad de río que busca el mar.

Era el de San José del Valle un animal de esos que no se rinden y que, pese a su picante nobleza, convierten la arena en un salón de apuestas donde tirar la moneda. De verdad, de verdad, no apostó el madrileño, frente a un ejemplar que requería máxima rotundidad y romperlo con temple y media muleta a rastras, conduciéndolo hasta ese lugar que conmueve. Tenía valor estar ahí, sin duda. Porque Hostelero hubiese desbordado a muchos del escalafón. Y Adrián, a su manera, estuvo muy meritorio con su dispuesta actitud. Pero la afición pensó entonces qué hubiese sucedido en las manos de Roca Rey, la figura de la superioridad total en estas Corridas Generales. O ese toreo de eternidades, veinticuatro horas antes, de Diego Urdiales, presente en el callejón, donde recogió los aplausos de quienes fueron testigos de su faena a Guapetón. Una obra para el recuerdo, ese que merece Hostelero, de embestidas infinitas y que podría haber sido premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. Quizá, don Matías no quiso hacer sangre y se guardó el pañuelo azul. Como se guardó el segundo blanco, a pesar de la petición de otra oreja con este tercero bis. Una se ganó el matador tras el soberano espadazo en toda la yema. La oreja de su presentación bilbaína con un Hostelero al que le colgaban las dos.

‘Si las paredes hablaran’ es el título de Obras de la Colección del Guggenheim. ‘Si los toros hablaran’, suelen decir los ganaderos. Pero los toros no hablan y Hostelero ya descansa mudo en el paraíso de los bravos. Si las vacas hablasen, seguramente las madres de los lidiados en Vista Alegre no se sentirían orgullosas de sus hijos. Como tampoco se mostraba orgulloso el ganadero cuando, ya con la noche encima, acudió a las tertulias del Club Cocherito en el Indauxtu.

La celebración del cumpleaños de su hija no tuvo la guinda esperada por un ganadero apasionado, un loco del toro sin necesidad de ello. Pura afición la suya. Sí, la mansa corrida fue muy decepcionante, aunque no todas las tardes sale un ciclón de casta como Hostelero. Y, si se canta una faena, también hay que cantar un toro, milagro de ese campo que arde.

  • Coso de Vista Alegre.
    Sábado, 23 de agosto de 2025. Última corrida. Alrededor de 5.000 espectadores. Toros de Fuente Ymbro, serios en conjunto en sus distintos remates, mansos y deslucidos en general; destacó el gran 3º bis.
  • Paco Ureña,
    de verde esperanza y oro: estocada corta caída atravesada (silencio); estocada caída (saludos).
  • Fortes,
    de azul noche y oro: estocada caída al encuentro (saludos); pinchazo, estocada corta y descabello (silencio).
  • Fernando Adrián,
    de blanco y plata: gran estocada (oreja con petición de otra); pinchazo hondo tendido y tres descabellos (silencio tras aviso).

El título de manso enciclopédico obtuvo el primero, un tío cinqueño con toda la barba, montado –como varios del sexteto– y sin noticias de la clase. De categoría le echó el palo Melgar, aunque no rebajó su testa ni una cuarta. A cabezazos iba. Un regalito para Paco Ureña, sin suerte alguna y con un comienzo equivocado por alto. A menos fue un cuarto con cierta calidad, aunque justo de poder. Con inteligencia se lo sacó esta vez el de Lorca a los medios y manejó con acierto distancias y alturas, pero Picarón se apagó prontísimo.

De lo lindo manseó también el segundo, aunque apuntaba mejor aire que su primer hermano. Y menos remate, algo ‘culipollo’. Fortes, que había brindado a Urdiales, homenajeó al riojano con unos naturales cadenciosos y de pata p’alante, con el mejor toreo de la tarde, pero la huida de Jalado le impidió redondear. Poco pudo hacer con el descastado quinto, de manos cortas y dos perchas de aúpa. Faltaba el sexto, al que se le adivinaron virtudes que duraron poco. Dispuesto anduvo Adrián, que había visto cómo devolvían al guapo tercero –qué cosas más buenas se le atisbaban antes de lastimarse– para que asomase Hostelero. Un sobrero de bandera del que su madre estará orgullosa. Pero, ay, si las vacas regañasen: severo el castigo para los mansos lidiados en el broche de feria.