Artista se nace, pero también se hace. Cuando se trata de hablar de un artista y de su arte, se hace imposible separarlos -para bien en la mayoría de los casos, no tanto en otros-. Lo que nace de dentro no llega de golpe un día, sino que acaba siendo el resultado de una vida y todo lo que forma parte de ella. Es decir, de lo que esencialmente uno es. Por eso, cuando se le pregunta a alguien como Alejandro Rodriguez (Alei, @aleidraws en redes) quién está detrás de su nombre artístico, la respuesta es simple, pero igualmente artística.

En esencia, es “un chico normal de Baiona, un pequeño pueblo de Galicia”, que se graduó de arquitectura en la universidad. “Siempre he sido un niño muy creativo. Recuerdo que en primaria ya me interesaba la pintura y el diseño. Dibujaba cómics y construía muebles con cartón para la clase”. Cuando llegó el momento de decidir qué estudiar, esta carrera le resultó la ideal porque combinaba “algo de matemáticas con dibujo y creatividad”.

¿Es el arte, a ojos de las generaciones anteriores a la suya, un hobbie y nunca un posible empleo? “No diría que me hicieron creer que el arte no era una opción profesional, simplemente nunca se habló de ello; no se me presentó como una posibilidad real”. En cambio, la creatividad acaba encontrando siempre la forma de aflorar. En el caso de Alei, ocurrió tras terminar sus estudios: “Encontré en la pintura un espacio donde poder ser yo mismo. Un lugar donde alejarme de las líneas rectas y los prejuicios y buscar esa libertad que tanto ansiaba”.

Viendo sus obras, parece haber recuperado aquel niño artista que siempre fue, aunque lo que se aprecia es el resultado de la madurez y todo lo aprendido hasta ahora: “Estoy muy agradecido por la carrera que estudié, me ha dado una mirada mucho más perceptiva hacia todo lo que me rodea”. Y de ello también sacó una valiosa lección: “Hay que confiar más en uno mismo y luchar por aquello que realmente nos gusta, porque eso es lo que de verdad te llena el alma”.

El alma, todo lo que viene de dentro y no se puede ver ni se puede tocar, es lo que los artistas acaban volcando en sus obras. “Suelo enfrentarme al lienzo en blanco sin un plan definido, y dejo que surja lo que siento en ese instante. Por eso, lo que más influye en mi proceso creativo es mi estado actual, la música que escucho en ese momento o los lugares que visito en mis viajes. Mi pintura es, en gran parte, un reflejo de mi presente”.

Primero esto se quedaba para él, a modo diario personal: “Como no solía mostrar mis dibujos, mi mente permanecía libre de juicios o pensamientos negativos sobre lo que creaba”, y todo consistía, como en la vida misma, en ir ganando experiencia: “Creo que lo que me ha llevado a desarrollar un estilo tan definido es que nunca he dibujado para otros, siempre lo he hecho para mí, cuando me nacía, sin presiones ni expectativas”.

Si uno presta atención, a Alei se le puede conocer más profundamente a través de sus pinturas. En ellas hay tres elementos principales que suelen repetirse: las flores, los esqueletos y la temática ‘cowboy’. Los cuerpos descarnados muestran una mente y, en consecuencia, un arte libre de prejuicios. “Al representar figuras esqueléticas, elimino cualquier distinción de género, raza o tipo de relación, haciendo que cualquiera pueda sentirse identificado”.

“Las flores, en cambio, responden a algo más íntimo y complejo”. Tanto, que no se puede explicar con palabras. “Nunca he sabido explicar lo bonito que me parece el gesto de regalar flores, o todo lo que viene después por parte de la otra persona: buscarles un lugar relevante, cuidarlas, observarlas, etc. Me conmueve profundamente lo efímero del gesto, el detalle de entregar algo que ya está muriendo, o el tiempo que dedicamos a elegir el ramo perfecto”.

Y luego está esa inspiración ‘western’, que contrasta con la elección de colores tan poco propios de este género como son el rojo o el rosa: “También me atraen mucho los contrastes y las contradicciones. Hago que un bandido del salvaje oeste se convierta en un romántico que regala flores”.

Estos dibujos, que primero se quedaban para él, empezaron a salir de su mundo interior al exterior. Todo empezó como empiezan las cosas que luego se hacen grandes, siendo pequeñas. “Recuerdo con mucho cariño la venta de mis primeras láminas que me compraron mis amigos y conocidos. Me parecía increíble que alguien quisiera pagar por algo que yo creaba simplemente por placer, sin más intención que disfrutar haciéndolo”.

De las láminas pasó a las prendas de ropa pintadas a mano. “Yo las hacía para ganar algo de dinero y poder comprar más material”. Lo que no se imaginó es que una de ellas llegaría a las oficinas de Inditex y, de ahí, a convertirse en una colaboración con Zara Kids. “La colaboración surgió cuando un chico que trabajaba en las oficinas de Inditex me encargó una sudadera pintada a mano”. A una diseñadora compañera suya le gustó y el resto es historia.

“Fue increíble”, recuerda Alei. “Ver algo diseñado por mí venderse por todo el mundo fue cumplir un sueño que nunca tuve”. Como tampoco se imaginó que su arte acabase siendo la postal de celebración del día de su tierra natal, Galicia, de la mano de El Corte Inglés para el 25 de julio. No hay pretensión en su arte y eso se nota.

Alei está contento con lo que hace y tiene claro que el arte, por lejos que llegue, nunca podrá ser una moneda de cambio. El verdadero valor se lo da el propio artista y con eso tiene que valer. Esa es otra de las lecciones que está aprendiendo de este mundo. “Hay que aprender a valorar el propio arte. Hoy en día, creo que la creatividad es fundamental y clave en cualquier proyecto, aunque su valor rara vez se refleja en la remuneración. Al fin y al cabo, lo que creas es una parte de ti, algo personal y único, en lo que no solo inviertes tiempo y dedicación, sino también toda tu experiencia y vivencias previas”.

Su carrera como artista despegó hace poco más de un año, cuando pasó de estar pintando para él a compartirlo en redes sociales y, en cuestión de meses, a trabajar con grandes marcas como Inditex o El Corte Inglés o que su arte acabe en las paredes de la casa de Violeta Mangriñán. Como decía, sueños que nunca tuvo, pero que ahora han hecho también volar la imaginación en ese sentido. “Sería un sueño colaborar con Loewe”, nos confiesa: “Me lleva rondando en la cabeza desde hace tiempo y creo que podríamos conectar muy bien. Me encanta su mundo”.

Artista se nace, pero también se hace. Cuando se trata de hablar de un artista y de su arte, se hace imposible separarlos -para bien en la mayoría de los casos, no tanto en otros-. Lo que nace de dentro no llega de golpe un día, sino que acaba siendo el resultado de una vida y todo lo que forma parte de ella. Es decir, de lo que esencialmente uno es. Por eso, cuando se le pregunta a alguien como Alejandro Rodriguez (Alei, @aleidraws en redes) quién está detrás de su nombre artístico, la respuesta es simple, pero igualmente artística.