La vida de Joel Nicolau está vinculada a los cerdos. Sus padres tienen varias granjas de animales y no descartan que su hijo, una vez … se retire, les eche una mano y tome las riendas. Hasta entonces, el logotipo de un gorrino le acompaña. La cuadrilla del ‘PorconeKing’ se llaman. Ya sean sus familiares o sus amigos, las camisetas de un verde claro y azulado con su nombre por delante y el dibujo por detrás se dejan ver casi en cada lugar en el que toma una salida o una llegada. Como ayer en Turín y en Novara.
Entre medias, el ciclista del Caja Rural mostró algo más que su combatividad. Cogió la fuga de la jornada, como ya hiciera en la primera etapa en línea de la edición de 2023, la de su estreno, y parecía controlar la única ascensión del día. La misión de ser el primero en coronar el Alto de la Serra era jugosa, pero se le resistió Verre. Mal sabor de boca. Vestirse de lunares era el paso al frente que se exige en la que es ya su séptima temporada en la escuadra navarra. Una trayectoria encomiable en la que ha madurado a base de acumular escapadas. A su carrera le faltan resultados y le sobra actitud.
En verdad su vínculo con el ciclismo empezó al revés, en persecución. Joel seguía la rueda de su hermano mayor, que terminó por desencantarse. Luego con sus amigos los fines de semana en Llofriu, la única pedanía sin mar de Palafrugell (Girona). Disfrutaba igual. Era y es, aseguran, un chico de campo. A su madre, Silvia Beltrán, los padres de los otros chicos acostumbran a decírselo de vez en cuando. «Te acuerdas del tuyo, que se paraba a ver si cogía setas y miralo donde está», le dicen. A su padre, Josep, le entra una risa orgullosa. «Les tenía a todos cabreados». Antes era futbolero. Ahora es del ‘PorconeKing’.
Hacer el cabra
Su hijo empezó con la bicicleta de montaña. Le permitía explorar con mayor facilidad los rincones del monte. También saltar. Y cuando competía, desde los 8 años, lograba un ramillete de podios. Aunque le costaba ganar, tampoco le importaba. Se pasó a la carretera sin perder su esencia campestre ni la autoexigencia de los cadetes de ahora. «Los fines de semana que no competía quizá salía de fiesta», apuntaba en el medio catalán Fosbury. Estuvo en el club Sepelaco, de Onda (Castellón), en el Compak –ahora Campclar– y pasó a la cantera del Caja Rural, en la que prosperó rápido. Justo en esa época, en la que ya competía por toda la península, el gerundense conoció a Eneritz, de Zaldivia, y se enamoró también del País Vasco, en el que pasa largas temporadas junto a su pareja.
Debido a una plaga de lesiones, Nicolau dio el salto al primer equipo del Caja Rural en 2019. Quizás prematuro. El equipo se lo recompensó con paciencia. Sin presiones mientras acumulaba kilómetros y algunos puestos de honor, siempre entre el quinto y el décimo. Un ciclista todoterreno, que cada vez se defiende mejor en la media montaña, en los esfuerzos de 10 y 15 minutos, e ideal para hacer publicidad por la televisión. En La Vuelta de 2023 fue uno de los tres corredores con más kilómetros en fuga (583 de los 315,9 totales). Estuvo en cinco escapadas, la primera y la de la penúltima etapa, la más difícil. Eso le curtió. «Para él fue muy grande. Anda que si algún día llega a ganar…», quieren imaginar sus padres. Estar en fuga le satisface como antes lo hacía hacer el cabra o pararse a buscar setas. Pero ahora persigue un buen resultado para su equipo.