Aunque hay enfermedades que pueden provocar la muerte de manera mucho más rápida que un tumor, como un infarto o un trombo, el cáncer lleva aparejado un estigma tan fúnebre que más de la mitad de las personas diagnosticadas en España sienten malestar emocional en algún momento del proceso y el 30% precisan de atención psicológica especializada, una prevalencia superior a la de la población sin cáncer. En concreto, en torno a entre el 15% y el 25% sufren depresión con síntomas clínicamente relevantes, por lo que es el trastorno mental más frecuente entre los pacientes oncológicos, por detrás de la ansiedad; que se padece sobre todo al principio, cuando llega el diagnóstico y predomina la incertidumbre y la preocupación sobre cómo será el proceso, desde la operación, hasta los tratamientos y si estos darán resultados.
El 90% de las autonomías no ofrecen un acompañamiento emocional como parte de la atención integral o si lo hacen, los recursos son insuficientes
Además, un porcentaje significativo de los familiares de los pacientes también sienten angustia, tristeza o síntomas depresivos, sobre todo si la enfermedad provoca la pérdida del ser querido o en los momentos previos.
Pese a ello, la atención psicológica es uno de los grandes agujeros de un sistema puntero en investigación oncológica, dado que aunque la Estrategia Nacional contra el Cáncer marca que esa terapia forme parte del tratamiento integral, no hay profesionales suficientes. De hecho, según un estudio de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), el 90% de las autonomías no ofrecen un acompañamiento emocional como parte de la atención integral o si lo hacen, como es el caso de Catalunya, los recursos son insuficientes.
Según la AECC, el 48% de los hospitales no disponen de personal propio que realice atención psicológica en cáncer
En un informe que analiza las inequidades del sistema, la entidad revela (con datos del 2022) que el 48% de los hospitales no dispone de personal propio que realice atención psicológica en cáncer y en el 52% restante la oferta es insuficiente. Por ello, 7 de cada 10 hospitales centran sus recursos en los pacientes y no ofrecen apoyo especializado a los familiares.
Ante este déficit, que se da tanto en el sistema público como en la red privada, buena parte de los enfermos y su entorno recurren a entidades sin ánimo de lucro, como la AECC que en 2024 atendió a 55.000 personas en su servicio psicológico, entre familiares y pacientes.
Las consecuencias
Aunque hay muchos mitos al respecto, el ánimo o la fortaleza mental con el que alguien se enfrenta a un cáncer no significa que la enfermedad vaya mejor o peor, pero los pacientes que tienen depresión asociada al cáncer y no reciben asistencia adecuada cumplen peor con las terapias, se incrementa la duración de sus tratamientos o disminuye su calidad de vida.
Pacientas y entidades reclaman que el apoyo psicológico sea una “parte fundamental y no un mero complemento en el abordaje integral del cáncer”
Y es que, en un inicio, muchas personas no tienen un cuadro depresivo grave, pero sí sentimientos de tristeza, desesperanza y bloqueo, que si no son atendidos a tiempo, pueden trasformarse en depresiones más complejas, según explica Miguel Trujillo Santos, psicooncólogo de la AECC. Por eso, esta entidad y otras asociaciones de pacientes reclaman que el apoyo psicológico sea una “parte fundamental y no un mero complemento en el abordaje integral del cáncer”.
El perfil
Las cifras indican que las mujeres padecen más síntomas depresivos asociados al cáncer, dado que copan en torno al 70% de las consultas. Pero los hombres “pueden padecer malestares similares, el problema es que, culturalmente, tienen más dificultades para reconocerlo y pedir ayuda y, en ocasiones, tienden más hacia la irascibilidad o el enfado que a la tristeza”, según explica Clara Navarrete, psicóloga clínica del Hospital Severo Ochoa y miembro de Sociedad Española de Psicología Clínica.
Asimismo, hay otros factores de riesgo que pueden predisponer a un paciente de cáncer a sufrir depresión, como no disponer de una red familiar sólida, tener antecedentes familiares con problemas de salud mental o un pronóstico incierto. “Pero hay personas con muchos factores de riesgo que mantienen una gran estabilidad emocional y otros que aparentemente son más estables pero, en un momento determinado, necesitan ayuda psicológica especializada”, precisa Trujillo. Asimismo, el pronóstico del cáncer tampoco predice el impacto emocional. “Hay personas con cáncer localizado que se sienten profundamente vulnerables y otros con enfermedad avanzada, que mantienen una gran serenidad”, añade.
La supervivencia
Llama la atención, además, que muchos pacientes sufren depresión en la fase que se denomina de ‘supervivencia’, cuando ya han superado los tratamientos y, en teoría, el cáncer está bajo control. Así, en la fase de diagnóstico, es más frecuente el shock emocional y sentimientos como la incredulidad, la incertidumbre, el enfado, el miedo o trastornos de tipo ansioso.
Después, durante el tratamiento, ciertos enfermos pueden precisar ayuda psicológica ante la aparición de sentimientos de tristeza o melancolía, pero lo más frecuente es que confíen en el equipo médico y se centren en acudir a las terapias, con una actitud estoica, a modo de resistencia.
“Uno de los momentos emocionalmente más complejos es al final del tratamiento, cuando llega el alta médica, pero el paciente sigue lidiando con los miedos a la recaída y a las secuelas»
“Pero, paradójicamente, uno de los momentos que emocionalmente tiene un nivel de complejidad más alto suele ser al final del tratamiento, cuando llega la esperada alta médica. A partir de ese momento, ya no está tan presente la estructura médica que ampara al paciente, pero este sigue lidiado con los miedos a la recaída, las secuelas y los cambios que ha provocado el cáncer en su vida. Esa incorporación a la vida de antes no siempre es fácil a nivel mental”, avisa Trujillo.
Coincide con él Navarrete, quien explica que en la fase de supervivencia muchos enfermos “empiezan a estar supertristes y entran en una especie de duelo, porque de repente se dan cuenta de por todo lo que han pasado y comparan cómo era su vida antes y después, y sienten ganas de llorar todo el rato o no quieren participar en la vida social”.
Por el contrario, la última fase de la enfermedad, si desgraciadamente el cáncer ha avanzado tanto como para provocar la muerte, también se trata de un periodo emocionalmente intenso, pero más que depresión los pacientes suelen tener una crisis existencial, en la que se revisan su vida y aprovechan para despedirse. Por tanto, resume el especialista de la AECC, “hay muchísima variabilidad, por eso es importante que el servicio de psicooncología ofrezca un traje terapéutico personalizado”.
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