• La plaza de toros de Cuenca vivió este sábado una tarde que quedará grabada en la memoria de la afición
  • En una becerrada en clase práctica, los jóvenes aspirantes mostraron entrega y valor, pero fue el nombre de Izán Alonso el que se llevó todos los honores

Con tan solo 14 años, el conquense debutaba en el coso de su tierra ante una expectación inusitada. Desde el inicio, se le vio concentrado, consciente de la responsabilidad que suponía verse anunciado en su plaza. Brindó el eral a José Antonio Cid, director de la escuela taurina de Guadalajara, y a Maximino Pérez, empresario del coso conquense, gesto que fue recibido con una cerrada ovación.

Lo que vino después fue una faena templada, seria y llena de entrega. Izán conectó con los tendidos desde el primer tercio: se lució en banderillas, mostró solvencia con la muleta y, sobre todo, remató con una estocada de gran ejecución que puso al público en pie. La plaza, emocionada, pidió con fuerza los trofeos, y el joven cortó dos orejas y rabo, alcanzando así el sueño que llevaba tiempo acariciando: salir a hombros por la puerta grande de Cuenca.

Al terminar, Izán no pudo contenerse. Rompió en un llanto desconsolado de alegría, consciente de que había cumplido una meta que llevaba grabada en el corazón: triunfar en su tierra, en “su” plaza. Los aplausos y vítores de la afición acompañaron esa imagen que quedará para siempre como símbolo de una tarde mágica.

La jornada dejó también nombres propios como Daniel Moset, que impresionó por su temple y efectividad con la espada para cortar dos orejas y salir igualmente a hombros. Lo mismo lograron Curro Muñoz y Julio Aparicio, completando así un festejo en el que todos los actuantes demostraron entrega y ganas de abrirse camino. El ganado de Pedro Miota, de origen conquense, puso la nobleza y el juego necesario para que los jóvenes se lucieran.

Hubo portagayolas, pares de banderillas, tandas de naturales y estocadas de mérito. Faltó oficio en algunos momentos, algo lógico por la juventud de los aspirantes, pero sobró ilusión y hambre de triunfo.

La becerrada confirmó que Cuenca mantiene cantera y pasión taurina. Y en medio de esa promesa de futuro, brilló con luz propia Izán Alonso, el muchacho que, entre lágrimas, convirtió una tarde de práctica en la más grande de su vida.

 

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