El revisionismo ideológico que Donald Trump quiere imponer a las exposiciones de los museos del Smithsonian es una realidad que hace tiempo que existe en las estanterías de muchos colegios e institutos del país. La ola reaccionaria de la nueva administración para controlar el relato de la historia de Estados Unidos, así como el currículo académico de las universidades, empezó mucho antes de que el republicano regresara a la Casa Blanca. La lista de libros prohibidos empezó a ser una realidad en 2021, justo cuando empezaba el gobierno de Joe Biden.
En Estados Unidos ya hay más de 16.000 prohibiciones de libros, según documenta PEN America, una organización a favor de la libertad de expresión que cada año recopila los títulos que son retirados o restringidos en las escuelas. En el año escolar 2023-2024 se realizaron más de 10.000 prohibiciones que afectaron a un total de 4.000 libros. El bastión republicano de Florida -donde Trump tiene su mansión- encabezaba la lista acumulando el 45% de prohibiciones, seguido de Iowa con el 36%.
El libro que acumula más prohibiciones en este año es Nineteen Minutes, que relata los momentos previos a un tiroteo escolar. Uno de los títulos que más prohibiciones ha recibido también es la distopía de Margaret Atwood, El Cuento de la Criada, que imagina unos Estados Unidos convertidos en una teocracia cristiana ultraconservadora. Un futuro que no dista tanto de lo que pretende conseguir el Project 2025, la hoja de ruta que estableció el think tank ultraconservadora Heritage Foundation para el retorno de Trump y cuyos ideólogos -como Russell Vought, actual jefe de la Oficina de Presupuesto – ocupan lugares destacados en la nueva administración.
Según PEN America, se han prohibido libros en hasta 21 estados de los 50 que conforman el país. Casi la mitad de los estados tienen al menos un libro que ha sido vetado de las escuelas o bibliotecas públicas. Se trata de unas cifras que no se veían desde la época del macartismo y el veto a los títulos no es fruto de una directriz por parte del Gobierno Federal, sino resultado de los esfuerzos coordinados por parte de grupos de presión ultraconservadores. Que la prohibición de títulos se empezara a extender bajo la administración demócrata de Biden es un claro ejemplo de cómo el trumpismo, que se ha aliado con el nacionalismo blanco cristiano, fue capaz de seguir marcando la agenda.
El principal motivo de censura de los libros es el contenido, donde los temas más estigmatizados son los que tratan cuestiones LGTBIQ+, el feminismo, el racismo o bien los que contenían escenas sexuales. Esta obsesión por filtrar y revisar todo lo que llega a las manos de los alumnos ha hecho que incluso auténticos clásicos de la literatura estadounidense como Matar a un ruiseñor, de Harper Lee, hayan sido eliminados de las lecturas de algunos distritos escolares de Misisipi y Texas. De hecho, junto a Florida, el otro gran bastión republicano de Texas, es el Estado que más títulos únicos ha prohibido.
A pesar de que en sus comparecencias públicas Trump ha hablado de padres y madres preocupados por el «adoctrinamiento woke» de las escuelas, lo cierto es que la gran mayoría de las demandas para censurar libros en 2024 fueron iniciadas por grupos de presión, entidades gubernamentales y funcionarios electos. Según informó la Asociación Estadounidense de Bibliotecas (ALA, por sus siglas en inglés), solo el 16% de los intentos de prohibición fueron realizados por padres, mientras que el 5% provino de usuarios individuales. El 72% restante de demandas fueron realizadas por organizaciones conservadoras.
«Estas demandas para retirar y restringir libros y otros materiales de las bibliotecas no son el resultado de ningún sentimiento popular o de base», señala el informe de la ALA, publicado en abril. «La mayoría de los intentos de censura de libros provienen ahora de grupos y movimientos organizados, bien financiados y con una larga trayectoria en la restricción del acceso a la información y a las ideas».
Uno de los grupos ultraconservadores que ha jugado un papel crucial en las demandas para prohibir libros es Moms for Liberty. Esta agrupación, que se originó en Florida en 2021, se ha ido extendiendo por otros estados del país, teniendo grupos especialmente activos en su lugar de nacimiento, así como en Pensilvania y las dos Carolinas. En total tienen presencia en 48 estados, con mayor o menor capacidad de presión. Curiosamente, en Texas no tienen tanta presencia y sobre todo se ubican en condados más progresistas, que es donde les interesa hacer avanzar su agenda ultraconservadora.
El grupo, que en 2023 estuvo en el foco por citar a Hitler en su newsletter, ha ganado mucha influencia dentro del partido republicano como grupo de presión para volver a los valores conservadores del cristianismo. De hecho, Trump y el gobernador de Florida, Ron DeSantis, participaron en una conferencia que organizó el grupo en Pensilvania el mismo año en que ocurrió la polémica cita.
Moms of Liberty no solo se ha encargado de liderar numerosas demandas para censurar libros, sino que también han hecho presión para sacar la educación sexual de las escuelas o cualquier referencia a cuestiones LGTBIQ+ o que se puedan relacionar con las políticas DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión). El grupo ha protagonizado enfrentamientos con sindicatos de profesores por sus intenciones de introducir el cristianismo en las aulas.
Durante los años que Trump estuvo fuera del poder, fue un activo clave para seguir avanzando la agenda ultraconservadora dentro de distintos estados, creando precedentes legales con sus batallas judiciales y normalizando el revisionismo ideológico bajo un supuesto derecho a la «libertad». «No siempre son madres, no siempre tienen hijos y, desde luego, no les importa la ‘libertad’ de los demás», advertía Paul Bowers, de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles de Carolina del Sur, a finales de 2023.