Los diestros Ismael Martín y Manuel Escribano, a hombros en el coso de La Florida de Peñaranda. J. LORENZO
El torero de Cantalpino salió a hombros con Manuel Escribano en una tarde en la que cortó un rabo tras poner la plaza en ebullición en la faena al excelente tercero, Orador, de Loreto Charro, que fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. Sergio Pérez paseó un trofeo
Sábado, 23 de agosto 2025, 23:23
-
Peñaranda, La Florida. Sábado, 23 de agosto
Media entrada (unos 2.500 espectadores), en tarde soleada y calurosa. -
GANADERÍA
2 toros de Benítez Cubero, (1º y 4º, para rejones), manejable uno y bravo y bueno otro. Y 4 toros de Loreto Charro, de buena presencia, con más cuajo y seriedad los dos últimos. Cinqueño el 6º. Noble apagado el 2º; excelente el gran 3º, Orador, nº 20 de 500 kilos, premiado con la vuelta a ruedo en el arrastre; con un gran pitón derecho el 5º; y geniudo el 6º. -
DIESTROS
-
SERGIO PÉREZ
Pinchazo que descordó al animal (saludos); y rejonazo trasero (oreja). -
MANUEL ESCRIBANO Plomo y oro
Estocada (dos orejas); y dos pinchazos y estocada baja (ovación con saludos). -
ISMAEL MARTÍN Blanco y oro
Gran estocada (dos orejas y rabo);y casi entera caída y defectuosa con un pinchazo y descabello (silencio).
Ismael Martín puso La Florida en ebullición en el tercero, que fue el toro de la corrida y el pasaje de mayor efervescencia. Se tiró sin red y se llevó al tarde de calle con la frescura y la pasión de quien quiere abrirse paso. Ese Orador del premio, distinguido con los honores de la vuelta al ruedo en el arrastre, cantó pronto y bien sus virtudes. Fue un toro que flirteó con la excelencia de la nobleza más exquisita que saboreó el torero de Cantalpino con todos sus registros.
Con el ligero triunfo ya en la mano de Manuel Escribano en el tercero, salió a revienta calderas el nuevo valor salmantino que se tiró de rodillas en el tercio para recetarle dos largas cambiadas de rodillas antes de templarse a la verónica para ganarle pasos en el saludo y rematar con media verónica con las dos rodillas en tierra casi en la boca de riego. Tanto quisieron medir el castigo del animal, que pasó casi inédito el examen en el caballo que montaba Nicolás Martín, que no sirvió para calibrar la bravura en el conjunto del juego antes de que saliera al tapete presidencial al pañuelo azul de los honores póstumos. Entre medias del tercio de varas y el homenaje final, el de Loreto Charro derramó bondadosas y nobilísimas embestidas que se entregaron con franqueza en las telas del torero.
A placer siempre, caló rápido esas almibaradas embestidas, gozándolas antes de pasar el ecuador del trasteo con el toreo al natural con el que firmó los pasajes más puros de la tarde. Antes de esa tercera tanda tiró de las embestidas con asiento y mando en un trasteo que lo puso todo él desde el inicio de faena rodilla en tierra y en las dos primeras series de derechazos. Elevó el diapasón de todo cuando apostó con la citada mano izquierda por donde disparó el mérito no solo bajando una velocidad a las acometidas del animal sino tirando muy largo de él, con aplomo y asiento, poniendo así en valor la calidad, la entrega y el buen son de Orador. No se conformó con las dos orejas. Quería más. Se clavó de rodillas y allí pasaportó las acometidas del animal con solvencia y mérito, con un palpitante derroche de valor, templado a veces, a la tremenda unas, sorteando los pitones que le pasaban a escasos centímetros de la cara otras. Y todo en un pasaje vibrante que levantó al público de los asientos. Lo tenía todo en la mano y lo certificó después con una soberbia estocada. No solo por cómo colocó la espada si no por la manera con la que afrontó esa suerte suprema. La rectitud y la contundencia. El toro salió muerto de aquel embroque. El público comenzó a pedir el rabo casi antes que las orejas… La comparativa con el doble trofeo concedido a Escribano veinte minutos antes era abismal. Y los máximos trofeos fueron a parar a las manos de Ismael Martín, que los paseó con el beneplácito y la alegría de todos los presentes.
No se entendió igual Ismael Martín con el Fandango que cerró al función. El único toro cinqueño, el que más invitaba arrancarse por sus formidables hechuras; y sin embargo, fue el que más genio y temperamento sacó. El más agrio del envío. El toro se aquerenció en tablas de sol en el tercio de banderillas e Ismael se equivocó queriendo comenzar allí la faena, de la misma manera que les costó a todos sacarlo de aquel refugio en ese tercio de rehiletes. Cuando lo hizo con la muleta en la mano el toro ya se había resabiado demasiado, había echado la persiana y no regalaba más que tarascadas y medias embestidas geniudas.
Manuel Escribano desorejó sin grandes alharacas al segundo en una faena facilona que remató con contundencia con una estocada de la que salió con el chaleco desabrochado de un certero pitonazo que no le hirió y que sirvió, sin embargo, para calentar el ambiente. El exquisito son del quinto lo gozó por la derecha con intermitencia y sin rotundidad;y se atascó con la espada.
Nervioso y con poco tino le costó soltarse a Sergio Pérez con el toro que abrió a función en el que sorprendentemente salió a recoger una ovación sin que aún hubieran batido las palmas. Sin embargo con el cuarto, un gran toro de espectacular pelaje negro aparejado con las reminiscencias clásicas de Hidalgo Barquero, la rama más antigua de Benítez Cubero, lo hizo todo con más pureza, más ajuste y compromiso en banderillas primero y también en el carrusel con las tres rosas finales antes de clavar el rejón de muerte en lo alto pero trasero. Esa colocación hizo que el toro se tragara la muerte y se aferrara la vida, enfriando el ambiente. Esa atmósfera realmente solo entró en ebullición cuando Ismael Martín abrió la caja de los truenos en el tercero. Nunca más sucedió, ni antes ni después.
Comenta
Reporta un error