Primera victoria de Osasuna, primer triunfo de Lisci, primeros tres puntos del equipo, primera ocasión en la que se sonríe y se certifican las buenas sensaciones del Bernabéu donde sólo una conejada y un arbitraje de los de época (pasada) nos privó de sumar algo. Pero esa guerra ya está librada. Como la del Valencia, un equipo que, pese a quedarse con uno menos muy pronto nos hizo sufrir al final. Si es que somos de Osasuna, amiguitos…
Sin noticias del TAS, que deben de tener horario de funcionarios o de departamento de RR HH o Informática, no trabajando en fin de semana (ni entre semana, pero por lo menos van), los rojillos arrancaban con la ausencia de Bretones y con ese problema solventado por Alessio con Ion Moncayola en el lateral zurdo. Y es que el Jonathan sirve para todo: lo mismo se lava el Mercedes en la gasolinera de Repsól él solito que te echa gasóleo, que te saca la papeleta de lateral zurdo o que te termina el partido tras casi 100 minutos de correr saliendo al ataque. Un crack el siete rojillo…
Este Osasuna pinta bien. Alessio Lisci ha pillado el trazado de las tradicionales escuelas de pintores italianos y está realizando un boceto interesante. La zaga de cinco se presenta segura, con el pincel recio de Boyomo y el más estilizado de Catena, ayudados del trazo de brocha gorda de Juan Cruz, un currela del fútbol. Estiletes en las bandas, Monca en una y Valentín Rosier en la otra, que pone el amor por el arte pictórico de la escuela francesa de Toulouse-Lautrec, Cézanne y compañía. Torró es el caballete que sustenta esta obra de arte en el centro del campo y deja la creatividad a Moi Gómez, un Sorolla del fútbol que ilumina con su magia por donde circula y a Aimar Oroz, Van Gogh en estado puro con ese puntillismo amoroso que deja a todos con la boca abierta.
No le va a la zaga Víctor Muñoz. Es más de trazado fresco y juvenil, como el Pintamonas César Oroz, capaz de meterse en el bolsillo a la gente en menos de 45 minutos y opositando a ser uno de los preferidos por la chavalada y la no tan chavalada esta temporada. Y arriba el de siempre, el fiable, el Velázquez que te va a dar una pincelada en forma de gol por mar, tierra o, como en esta ocasión, aire. Vaya cabezazo del croata que la rompió para dejar la primera alegría en el feudo pamplonés.
La obra de arte de Lisci empieza a coger color y forma. Los primeros trazos ilusionantes de la capital se vieron refrendados con la victoria contra un Valencia que con once encajó el gol, con diez sufrió mucho y que al final, dado el marcador corto, dio los sustos a los que ya estamos más que acostumbrados por estos lares.
Un primer tiempo bueno, con un Moi excelso, trazando diagonales sin necesidad de escuadra ni cartabón. De un pase de tiralíneas de estos saltó Rosier por su banda, la dejó botar y, sobre la cal, lanzó su trazado bombeado y tenso. La cabeza de Budimir hizo el resto, y la explosión de color llegó a una grada que explotó de alegría. Ilusión que se mantuvo y reavivó minutos después cuando Gayá, el más veterano de los chés, cometió a conejada que condenaba a su equipo. Expulsión clara y justa al trabar a un Víctor Muñoz que arrancaba explosivo y solo contra Agirrezabala…
Control total, pausa para echar agua al botijo, descanso, reanudación, ocasiones rojillas con escaso acierto, relevos, minutos para gente como Rubén García, Osambela o Herrando. Luego salió Raúl García de Haro y demostró la calidad que tiene en sus botas. Mientras se seguía dibujando el lienzo de la victoria, sonrientes y confiados miraban desde el banquillo los cansados Oroz, Moi, Víctor Muñoz y compañía. Y los nervios que no pueden faltar en un encuentro de Osasuna en El Sadar.
Porque si el gol de Danjuma no subió al marcador fue por un talón. Ni más ni menos. A lo puntera de la bota de Lewandowski el año pasado. Porque pese a ir ganando, a jugar contra diez, a controlar el juego, se veía venir que una iban a tener. Y casi nos la lían. Casi tiran un bote de pintura blanca sobre la obra de arte que estaban dibujando los rojillos, abortando la exposición cuando estaban todos los cuadros listos. Menos mal que el VAR hizo justicia, que esos parece que sí estaban currando (no como los del TAS).
Ahora a seguir, a preparar el partido contra el Espanyol y a tratar de ir al primero de los descanso con seis puntos. A insistir en ese trazo fino, ese brochazo necesario, esa línea realista llena de simbolismo y preñada de color. A seguir creando la obra de arte que puede conseguir este equipo, esta plantilla, que mejora año tras año como el buen vino o el jamón bien curado. Vamos a tratar de olvidarnos de los borrones y que el italiano siga creando su lienzo de fútbol, que sus pinceladas nos están dejando bastante ilusión…
¡Hasta la muerte, Forofillo hasta la muerte!