Madrid
En un mundo de hombres, Rosario Weiss fue una de las pocas que consiguió poder vivir de su arte. Aunque probablemente ser la ahijada y la discípula de Francisco de Goya fue clave en su desarrollo profesional, ella era además una gran dibujante. Hija de la ama de llaves del genio, creció en la Quinta del Sordo y aprendió a pintar desde muy joven de la mano de su mentor. Incluso existen rumores que dicen que era realmente su hija, pero no existen pruebas de ello.
Más tarde, su madre y ella se vieron obligadas a exiliarse en Burdeos junto al artista por sus ideas liberales y allí acudió a una academia en la que perfeccionó su técnica. Destaca ya por ser una de las pocas pintoras españolas reconocidas, pero además era una gran dibujante. Empezó copiando dibujos de Goya y debieron ser buenos porque durante mucho tiempo se confundieron como originales del artista. Seguro que no tenía nada que ver con que ella fuera una mujer, qué ironía.
Es curiosa la relación del genio con Rosario porque era su época más oscura. El cariño por la niña surgió cuando Goya ya era sordo y muy mayor, y se dedicaba a rumiar sobre la situación política y a tapar juglares con dibujos tenebrosos. Es la época en la que decoró las paredes de su casa con las pinturas negras. Sin embargo, Weiss tuvo la suerte de encontrar la cara más amable de aquel artista en sus últimos años.
Una dualidad común en el pintor
Esta dualidad no es extraña en Goya. La ermita de San Antonio de la Florida es otro gran ejemplo, en ella pintó un ciclo de frescos increíbles y también en ella está enterrado. Al menos parte de él, porque murió en su exilio en Burdeos y cuando movieron sus restos para devolverlos a Madrid, se encontraron con que ya no estaba su cráneo. Robert Graham, periodista inglés y uno de los mayores expertos en el tema, cree que algún otro de los españoles exiliados lo robó poco después de ser enterrado.
Rosario Weiss volvió a España viva y con una carrera ya empezada en el arte. A pesar de su talento, se vio obligada a dibujar retratos y copiar obras del Museo del Prado para sobrevivir. Al final consiguió un buen puesto como profesora de pintura de la reina Isabel II y su hermana la infanta. Sus aprendices no eran muy buenas, pero tampoco le podemos culpar del fracaso artístico de la reina porque Weiss murió joven, antes de poder encontrar su talento.