China ha dado un paso de gigante en la carrera hacia la transición energética al inaugurar el parque eólico más grande del planeta, pero el logro viene acompañado de una advertencia científica. Según los expertos, la instalación podría estar modificando el microclima local.
En agosto del año pasado, la compañía Mingyang Smart Energy instaló en el Mar de China Meridional una turbina de 20 MW, de la serie MySE 18.X-20MW, que se convirtió temporalmente en la más potente del mundo.
Con 242 metros de altura, palas de 128 metros y un rotor de hasta 292 metros de diámetro, este coloso es capaz de producir unos 80 GWh al año, energía suficiente para abastecer a más de 96.000 hogares.
Una máquina que también altera el entorno
Además de su extraordinaria capacidad de generar energía, el funcionamiento de la turbina ha despertado inquietud en la comunidad científica. Cada aerogenerador actúa como un “mezclador” atmosférico que redistribuye el viento y, en este caso, su gran tamaño ha amplificado el efecto.
Según el medio VTM, investigadores han observado alteraciones en la temperatura y la humedad del aire, así como en los patrones de viento y, en menor medida, en el agua circundante.
Estos cambios, aunque todavía se clasifican como marginales, plantean interrogantes sobre sus posibles consecuencias a largo plazo en el clima costero, los ecosistemas marinos e incluso las rutas migratorias de aves. Estos efectos secundarios adquirirán mayor importancia a medida que aumenten la potencia y el tamaño.
Un reto para la transición energética
Tal y como destacan los científicos, se trata de una advertencia de que incluso las tecnologías diseñadas para salvar al planeta pueden generar impactos que conviene vigilar de cerca evaluando cuidadosamente todos los impactos.
El futuro de la energía eólica de gran escala dependerá, en gran parte, de que los ingenieros y ecólogos trabajen juntos para minimizar riesgos sin frenar el potencial de estas innovaciones.