Uno de los asuntos que más preocupó a Miguel de Unamuno fue qué sucede después de la muerte. El gran autor de la Generación de 1998 vivió angustiado con la idea de si morirse solo significa desembocar en la nada. Precisamente Unamuno asoma por las páginas de El loco de Dios en el fin del mundo, el último libro -escrito y publicado antes del reciente fallecimiento del Papa Francisco– del escritor extremeño afincado en Cataluña Javier Cercas Ibahernando, Cáceres, 1962), quien confiesa que de joven perdió la fe al leer San Manuel Bueno, mártir. Una fe que sí tenía en su niñez como “alumno ejemplar de los maristas: un chaval estupendo, católico, estudioso y amante de los deportes”.

El académico de la RAE proclama: “Soy ateo. Soy anticlerical. Soy un laicista militante, un racionalista contumaz, un impío riguroso”. Pero no pudo resistir la oferta de escribir esta obra que nos sumerge en el viaje que realizó el Papa Francisco a Mongolia desde el 31 de agosto hasta el 4 de septiembre de 2023. La oferta proviene del propio Vaticano. Cuenta Cercas que cuando estaba firmando ejemplares de su producción en el Salone del Libro de Turín el 21 de mayo de 1923 se empeñó en hablar con él Lorenzo Fazzini, responsable de la editorial de la Santa Sede. Fazzini le dice que han pensado en él para que acompañe al Santo Padre a Mongolia y escriba un libro sobre ese periplo del Pontífice, algo que nunca antes se había hecho y que no le ofrecerían a cualquiera.

Cercas acepta el encargo, pero pone una condición: poder hablar a solas, aunque fuera por unos minutos, con Francisco para preguntarle una cuestión capital sobre la resurrección de la carne y la vida eterna y poderle llevar a su madre la respuesta de quien mejor puede proporcionarla: el Vicario de Dios en la Tierra. Su madre, una mujer profundamente religiosa, afirma Cercas, “está segura de que, cuando muera, se encontrará otra vez con mi padre y ya no volverá a separarse de él”. Le prometen que harán todo lo posible para satisfacer su petición.

Se embarca, pues, Cercas en el proyecto de esta extraordinaria “novela sin ficción”, género en el que es maestro: así en Soldados de Salamina -sobre Rafael Sánchez Mazas-, Anatomía de un instante- en torno al intento de golpe de Estado en España el 23 de febrero de 1981 y El impostor -recreación de la figura y la historia de Enric Marco, que se hizo pasar por superviviente de los campos de exterminio-. Propuesta bastante transitada en la actualidad, pero no olvidemos que Pío Baroja veía ya la novela como un género “proteico”, una suerte de cajón de sastre en el que cabe todo.

El propio Cercas explica: “Estaba obligado a escribir un libro distinto, tan extravagante como fuera posible, una mezcla de crónica y ensayo y biografía y autobiografía, un experimento friki, un cajón de sastre, a ser posible un banquete con muchos platos, una locura solidaria con la demencia del loco de Dios, un experimento alegre y chiflado, un batiburrillo de géneros en cuyo corazón centellearan, como pedazos ardientes de lava en un cráter activo, la resurrección de la carne y la vida eterna”.

En efecto, esa cuestión de la resurrección de la carne es el núcleo del libro, el enigma que lo permea todo y cuya resolución esperamos con ansía los lectores hasta que en sus páginas finales llega de boca del Pontífice. Entretanto, disfrutamos de una obra que conjuga muchos frentes de enorme interés: una singular biografía del Papa Francisco, un perspicaz retrato psicológico, una detallada crónica del viaje papal a Mongolia, claves sobre los entresijos del Vaticano y la propia historia, pasado, presente y futuro de la Iglesia, así como pinceladas de la propia biografía de Cercas.

Javier Cercas explora la trayectoria de Jorge Mario Bergoglio antes de llegar al Papado en 2013, para cuyo desempeño elige muy pensadamente el nombre de Francisco por Francisco de Asís, que se autodenominó “el loco de Dios”, como se titula el trabajo de Cercas en un paralelismo entre el Papa y el santo italiano porque “Francisco es un radical del Evangelio que otorga prioridad absoluta a los pobres”. Y traza un magnífico perfil del Sumo Pontífice, de compleja y a veces imprevisible personalidad, “un hombre en lucha consigo mismo”, que al asumir la misión que se le encomendó dijo: “aunque soy un gran pecador”. Compleja y a la vez sencilla, que le permite conectar con millones de personas, y no solo creyentes: “He descubierto el secreto de Bergoglio. El secreto de Bergoglio es que no tiene secreto; el secreto de Bergoglio es que es un hombre normal y corriente”.

Hay una gran presencia de conseguidos diálogos en el libro, con diferentes figuras del Vaticano y del entorno del Papa. Destacaría, aunque no en exclusiva, las conversaciones mantenidas con Víctor Manuel “Tucho” Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, antiguo Santa Oficio, a quien llama para sus adentros “El Gran Inquisidor” -en un guiño a Dostoievski-, y con algunos misioneros, hombres y mujeres, cuya sacrificada labor le parece a Cercas especialmente encomiable.

¿El ‘loco sin Dios” -dice de sí mismo el propio Cercas-, consigue que “el loco de Dios” le dé cumplida respuesta a la pregunta capital? Por supuesto. Y Cercas logra transmitírsela a su madre, que fallece casi año y medio después de su viaje, a quien ofrece un sentido homenaje en este libro, entre sus varios elementos.

Ha señalado Cercas que sigue siendo ateo. ¿Pero no es esta obra de Javier quizá una forma de búsqueda, de recuperación de esa fe que su madre profesaba, en la que existe la esperanza de la resurrección? “Durante mi infancia católica yo no había conocido la angustia, y que la había descubierto en el momento en que perdí a Dios”, y apunta también que su dedicación a la literatura se relaciona con “regresar a la víspera venturosa de la angustia”, a cubrir “una ausencia tangible y que esa ausencia tangible es la ausencia de Dios”. Y más aún: “Vuelvo a acordarme de Rafael Gumucio: ‘Desde que decidí creer, el problema de la otra vida dejó de atormentarme’. Quizá por eso tampoco atormenta a mi madre, me digo. Quizá por eso me atormenta a mí, me digo también”.