Para reponer las estropeadas, se fabricaron de manera artesanal 7.000 tejas, que constituyen casi la mitad de las que decoran la cúpula, y se colorearon con cuatro esmaltes de azul que replican los originales. Con el objetivo de conservar al máximo la obra, todas aquellas tejas originales que habían perdido su tono en alguna zona, pero mantenían su estructura, fueron completadas con veladura del mismo color en un trabajo ejecutado al detalle.
Este ejercicio manual que trata de respetar al máximo el edificio se ha combinado con el uso de tecnología ‘invisible’. Así, se ha instalado un sistema de monitorización en los cuatro puntos cardinales para conocer las características térmicas y comportamiento de la cúpula, con sensores de temperatura, humedad relativa y CO2, además de distanciómetros láser para comprobar si se producen desplomes o hundimientos.
Las tejas se restauraron una a una.
Luis CortésY se hizo la luz
En algún momento de sus siglos de vida, la linterna de esta iglesia, por la que pasan los 1.000 alumnos del colegio cada día, además de profesores y visitantes, fue cegada. El equipo de restauración le ha devuelto la luz, cambiando la impermeabilización que ostentaba por cristales. Esto no solo reintegra en el espacio sus elementos originales; también hará que el próximo 26 de julio, cuando se celebra San Joaquín (a quien está dedicado el templo), los rayos iluminen el altar principal durante el cenit solar.
Este hallazgo se ha llevado a cabo gracias a las labores arqueológicas realizadas, que también han permitido descubrir las cadenas de hierro que sustentan la cúpula. Asimismo, se ha vuelto a decorar el interior tal y como proyectó su autor, Antonio Gilabert (que sustituyó a José Puchol en el diseño del templo).
“Hemos descubierto varias cosas interesantísimas y que cambian la historia de la arquitectura. Por un lado, todo el artefacto constructivo, con las cadenas de hierro que citaba Zacarés y plasmó Guastavino en el siglo XIX, además de descubrir que el formato de ladrillo utilizado para la sección de 48 centímetros de espesor es un ladrillo de 48 x 24 x 5 centímetros con un peso de ocho kilos cada uno. También se encontró la decoración en los nervios a base de circunferencias encadenadas con flor central, que se ha recuperado en su totalidad en la linterna de la cúpula”, recuerda Cortés.