Este 26 de agosto se cumplen ocho años desde que nos dejó Dámaso González Carrasco, el torero que llevó el nombre de Albacete con orgullo y que sigue siendo, aún hoy, uno de los mayores símbolos de nuestra tierra. Ocho años sin su presencia, pero con su recuerdo más vivo que nunca en el alma de Albacete.

Dámaso no fue solo una figura del toreo, con una trayectoria brillante que abrió las puertas grandes de todas las plazas del mundo. Fue, sobre todo, un hombre sencillo, cercano, que nunca olvidó sus raíces. Esa humildad y esa forma de vivir el toreo, con verdad, con temple, con respeto, son las que lo convirtieron en leyenda.

A las puertas de una nueva Feria de Albacete, su figura regresa con fuerza. Porque si hay un nombre ligado para siempre a nuestra Feria, ese es el de Dámaso González. Sus faenas quedaron grabadas en la memoria colectiva, y quienes las vivieron saben que pocas veces se ha sentido tan de cerca la emoción del toreo. El viernes, 12 de septiembre, a las 11:30h, en el stand de la Diputación del recinto ferial, rendiremos tributo a su legado con una mesa de altura promovida por el Capítulo de la Fundación Toro de Lidia en Albacete.

Este año, además, su trayectoria recibe un reconocimiento que hacía falta, la Medalla de Oro y Gratitud de la Provincia de Albacete. Una distinción que, como ha dicho el presidente de la Diputación, Santi Cabañero, responde a una deuda pendiente con un hombre que dio tanto a su tierra. Y no es el único gesto de memoria, en Madrid, la Plaza de Toros de Las Ventas descubrió hace apenas dos años un azulejo con su nombre y su historia, testimonio de que su toreo traspasó fronteras y conquistó a la afición más exigente. Hasta Alcantarilla le ha dedicado una calle. ¿Y el prometido homenaje que Albacete aún le debe?

Pero los reconocimientos oficiales no serían suficientes sin el verdadero tributo, el que nace del corazón de la gente. En Albacete se ha propuesto, por parte del Capítulo de la Fundación Toro de Lidia y con el visto bueno de su familia, que los históricos Jardinillos lleven su nombre, como muestra de cariño y de justicia. Y lo cierto es que nada resultaría más natural, porque Dámaso forma parte de la vida cotidiana de nuestra ciudad, de nuestra memoria y de nuestro orgullo.

Recordar a Dámaso es recordar un modo de entender la tauromaquia, sin estridencias, sin artificios, con la verdad del hombre que se juega la vida y, al mismo tiempo, acaricia al toro con la muleta. Su temple fue espejo de una manera de ser, serena, valiente, auténtica. Y por eso, cuando hablamos de él, hablamos también de lo que representa Albacete, una tierra trabajadora, honesta y apasionada por su cultura.

Hoy, ocho años después de su partida, Dámaso González sigue siendo presente y futuro. Presente, porque su nombre se pronuncia con respeto en cada conversación taurina. Futuro, porque inspira a nuevas generaciones que encuentran en él un modelo de entrega y de humildad.

En esta Feria que ya se acerca, cuando suenen los clarines y la plaza se llene de vida, muchos sentirán que, en algún lugar del tendido del recuerdo Dámaso sigue allí, con nosotros, alentando a su tierra. Porque hay toreros que nunca se van. Y Dámaso, eterno maestro de Albacete, es uno de ellos.

Dámaso no pertenece ya solo a la historia del toreo, sino al alma de un pueblo que, cuando pronuncia su nombre, siente que vuelve a latir la verdad del toreo.